La ciudad también alberga la famosa Laguna Azul de Islandia, que atrae a los turistas por sus humeantes aguas geotermales y es una de las atracciones más visitadas del país.
“Se puede suponer que la orden estará en vigor durante las próximas tres semanas”, informó la Agencia de Protección Civil del país en un comunicado este sábado, añadiendo que las únicas Grindavíka la orden serían para las autoridades para realizar asuntos oficiales o para los residentes, pero “por períodos cortos mientras rescatamos objetos de valor”.
La última orden de evacuación se produce después de que la Oficina Meteorológica de Islandia informara el viernes que los peligros asociados con las fisuras volcánicas se consideraban de mayor riesgo que en su evaluación anterior.
“Según la evaluación de peligros del Departamento de Protección Civil emitida el 12 de enero, no se considera justificable seguir viviendo en Grindavík, a la luz de consideraciones de seguridad pública”, señaló la Oficina.
La cantidad de magma había alcanzado un nivel similar al de la erupción anterior en diciembre. Pero en el caso de la última erupción, la lava podría “migrar más al sur” y posiblemente llegar a la ciudad de Grindavík.
Los volcanes de Islandia
Islandia alberga 32 volcanes activos y se asienta sobre el límite de una placa tectónica que se divide continuamente, alejando a América del Norte y Eurasia a lo largo de la línea de la Cordillera del Atlántico Medio.
Como tal, el país está acostumbrado a las erupciones volcánicas, aunque a menudo ocurren en zonas salvajes, lejos de zonas pobladas.
El sistema volcánico Bárðarbunga en el centro del país entró en erupción en 2014, produciendo lava que cubrió 84 kilómetros cuadrados (32 millas cuadradas) de tierras altas pero no dañó a ninguna comunidad.
Los expertos no esperan que la última serie de erupciones cause el mismo nivel de caos que el observado en 2010, cuando el volcán Eyjafjallajökull entró en erupción, ya que es poco probable que se trate de hielo glacial que provocó una enorme nube de cenizas.
Unos 100.000 vuelos fueron cancelados, lo que afectó a 2 millones de personas, como consecuencia de las cenizas arrojadas por la erupción de 2010, que amenazaba con calar los motores de los aviones y provocar fallos eléctricos.