Alejandra Mora, representante de la OEA y secretaria ejecutiva de la CIM, explica cómo el proceso constituyente chileno está siendo un ejemplo en los países de la región al derribar "los mitos históricos de que las mujeres no quieren competir, que sus candidaturas no son competitivas o que la ciudadanía no vota por ellas". Asegura también que "la paridad es el apellido de la democracia" y que "el mundo está mirando a Chile como esperanza".
La interpelación a la democracia, al modelo de Estado y a los mecanismos de relación con la ciudadanía han exacerbado la polarización y todos los países de la Región han buscado sus propias rutas para resolverlo. La vía chilena, sin duda alguna, ha sido la más emblemática en los últimos tiempos; a través de una nueva constituyente, esta vez, paritaria. Un nuevo diálogo sobre las reglas de relación entre quienes gobiernan y las personas gobernadas con una participación igualitaria de hombres y mujeres, dándole una nueva dimensión a la representación.
La votación para la elección de las 155 personas integrantes de la primera constituyente paritaria del mundo, realizada el 15 y 16 mayo de 2021 en Chile, fue muy aleccionadora y da cuenta de la movilización ciudadana más importante desde el retorno a la democracia, marcada por el movimiento feminista que alcanzó todas las generaciones y sectores de la sociedad. Chile da el triunfo al debate feminista sobre la paridad, ahora marcada por el resultado.
Las mujeres se impusieron en las urnas, porque estaban listas para ejercer el poder (siempre han estado listas, pero el mecanismo de paridad permitió verlas). Esta experiencia chilena, como comunidad internacional, y en específico para la Comisión Interamericana de Mujeres (CIM) de la OEA como multilateralidad, nos obliga a dimensionar sus resultados y preguntarnos: ¿qué cambios ha traído la experiencia paritaria en Chile?
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La paridad por resultado es aquella que garantiza la presencia de las mujeres en los puestos y no en las listas y nominaciones. Esta garantía, de que sí o sí las mujeres van a alcanzar los puestos, abrió una nueva puerta y las colocó en la dimensión de la oportunidad política real de competir. En la práctica, operó un nuevo imaginario: la carrera política entre hombres y mujeres se parte de la misma línea, lo que hace que los obstáculos tradicionales no actúen de forma tan determinante. Esto provocó un incremento de candidatas altamente competitivas, tanto de forma independiente como en representación de los partidos políticos.
Adicionalmente, la ciudadanía pudo sentir que su voto hacia las mujeres podía ser un voto ganador, y entonces votaron masivamente por ellas, sobrepasando el 50% de los puestos establecidos. El equilibrio de ingreso más bien se hizo a favor de los hombres que recibieron menos votos.
La corrección de género a favor de las mujeres era el objetivo y ciertamente operó por las razones mencionadas anteriormente, pero esta corrección de género también alcanzó y benefició a los hombres, lo que claramente ha planteado un debate sobre la desigualdad histórica que por siglos ha perjudicado a las mujeres, por lo que no puede ser considerada como un techo. Al frente, quienes han considerado que las acciones especiales y de justicia a las mujeres son una afrenta a la inviolabilidad del voto ciudadano, ahora consideran que está bien porque, en esta ocasión, se hizo el equilibrio a favor de los hombres, quienes a pesar de ser menos votados que las mujeres, obtuvieron los puestos para completar la paridad. Lo cierto es que esta nueva versión de la paridad de salida o por resultado da cuenta de su profunda ética de equilibrio y eficacia.
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También derriba los mitos históricos de que las mujeres no quieren competir, que sus candidaturas no son competitivas o que la ciudadanía no vota por ellas. Era cuestión de garantizar su participación y de equilibrar realmente la cancha del juego político para que las mujeres que estuvieran listas para ejercer el poder, también estuvieran dispuestas a jugar. Por todo ello, hoy afirmamos que la paridad en Chile ha transformado el imaginario político y ha lanzado con fuerza el liderazgo político de las mujeres, en toda su diversidad.
La región tiene puesto su horizonte en el logro de la democracia paritaria y la experiencia chilena ha acelerado este camino. Para CIM/OEA, primer foro político hemisférico para el avance de los derechos de las mujeres, la paridad es el apellido de la democracia. Se trata de una ruta poderosa que abre nuevas y esperanzadoras oportunidades para la renovación de la política. También sabemos que la elección de más mujeres es el primer paso, ya que la transformación real viene de la agenda para la igualdad. El apoyo a la agenda feminista de las mujeres que han resultado electas es ahora el objetivo, un nuevo paso que tenemos que dar firme y unidas, ojalá en comunidad con los hombres comprometidos con esta agenda, y quienes entienden la igualdad como un bien común y deseable para el conjunto de nuestras sociedades.
El mundo está mirando a Chile con esperanza. Esperamos que las mujeres constituyentes diversas, comprometidas con la igualdad, nos representen. Esperamos que la agenda de las mujeres sea un elemento central y transversal en el nuevo texto constitucional.