Columna de Jorge Jaraquemada: Baile de máscaras

Por Jorge Jaraquemada

31.12.2024 / 19:27

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El director de la Fundación Jaime Guzmán, hizo un recuento sobre lo ocurrido en 2024 y los hechos que han marcado al Gobierno, como el Caso Monsalve. En ese contexto, planteó: "Una vez que se han visto nuevamente derrotados, han vuelto a mostrar su característica más propia: el desprecio a la diferencia".


Cuando la generación que hoy gobierna irrumpió en la escena política nacional, lo hicieron con ímpetu y entusiasmo, pero también con una soberbia que probablemente les servía de escudo para ocultar su ramplonería. Se posicionaron a sí mismos a la izquierda del PC. Declaración curiosa si se considera que la historia de los comunistas ha estado vinculada a la violencia política, al apoyo a dictaduras internacionales y, por lo mismo, su desdén por la democracia representativa.

Sin embargo, el Frente Amplio también supo transmitir una imagen de cambio, empujado por un diagnóstico crítico al modelo político y económico que—en medio de la insurrección de octubre de 2019— se resumió en la consigna contra los 30 años. Así, asumieron el poder bajo un ambiente esperanzador, con un viento político a favor y en medio de un proceso constitucional en el que podían ganarlo todo.

Como es sabido —aunque vale la pena recordarlo— perdieron rotundamente el plebiscito del 4 de septiembre de 2022. Y, como también se sabe, sus expectativas y programa de gobierno se jugaban, en sus propias palabras, en la aprobación de ese proyecto constitucional. De modo que, ante esa categórica derrota, su arribismo moral debió bajar el tono, cambiar ministros y conformarse con sacar adelante unas pocas reformas que les permitirán evitar el destierro a la irrelevancia histórica.

Su ineptitud e incuria, evidenciadas desde el principio, colaboraron en esa tarea. Los ejemplos sobran. La gratuita arremetida contra el rey de España, el desaire al gobierno de Israel, los balazos a la comitiva de Siches, la bravuconería de Boric contra un vicepresidente de EE. UU. en su presencia, las diferentes tonteras gratuitas que nos llevaron a incordios con nuestros vecinos, los indultos a delincuentes, hasta los vergonzosos casos “convenios” y “Monsalve”, son parte de una larga lista que constata los muros de realidad con los que este gobierno se ha estrellado una y otra vez.

Desde que los militantes de la ex Concertación acudieron en masa al llamado de auxilio del Gobierno tras la derrota plebiscitaria, nos dijeron que su incorporación era una clara señal de moderación. Pero no fue así.

Los nuevos colaboradores solo agregaron experiencia, pero no moderación, pues todos quienes ingresaron al Ejecutivo antes ya habían apoyado, sin ambages, el proyecto constitucional maximalista y refundacional de la Convención, aunque hoy algunos se desdigan en explicaciones.

Cualquier morigeración del discurso de este Gobierno se ha producido únicamente después de golpearse contra esos muros de realidad.Han sido éstos y las derrotas, impericia, chascarros, escándalos de corrupción y otros más graves, como el del exsubsecretario Monsalve, los verdaderos motivos que han logrado hacer girar el timón al presidente y su gabinete.

El histórico triunfo de la opción “rechazo” catapultó el proyecto refundacional de esta administración directamente al desván de los cachivaches. Y sin mayoría en el Congreso, solo le quedó apuntar a obtener dos o tres reformas. Pero tampoco le ha ido bien y, por eso, el tono ha vuelto a cambiar.

Hoy, entrando a su último cuarto, el mandatario que exigía humildad a quien gobierna, ha dejado de responder a la prensa y ha vuelto a tensionar el debate poniendo una barricada a la reforma de pensiones. Algo peor ha hecho la ministra de la mujer, con la antipatía cósmica a la que nos tiene acostumbrados, al lanzar su ironía cancelatoria a la máxima autoridad de la Iglesia Católica en nuestro país, solo por haberle dado la connotación de regalo a la defensa más importante a la que se debe el mundo cristiano, como es la vida. Otra vez el eje es de buenos y malos, de nobles versus despreciables, de aceptables contra cancelados. Una vez que se han visto nuevamente derrotados, han vuelto a mostrar su más propia característica, el desprecio a la diferencia.

No es un giro meramente electoral. Este no daría cuenta de la trayectoria política que llevó al poder a esta generación. Todos sabemos que defendieron a terroristas e hicieron apología de la violencia octubrista.

Buscaron destituir al presidente Piñera y luego, ya “habitando” sus cargos, han cometido un desaguisado tras otro, mostrando impericia y un afán obtuso de perseverar a cómo dé lugar en su ideología, hasta que han tenido que darse frívolas volteretas para mostrar un mínimo de sentido de realidad. Son esos mismos los que hoy están en proceso de retornar a sus trincheras arrastrando sus frustraciones y, dado el modo en que suelen enfrentarlas, no hacen falta lecturas complejas para adelantar el tipo de oposición que pueden, una vez más, volver a ser.