El decano de la Facultad de Salud y Ciencias Sociales de la UDLA y exministro de Salud abordó las implicancias de esta enfermedad, despejando dudas sobre falsedades que han surgido a propósito de los recientes brotes.
La viruela del mono es una enfermedad zoonótica, es decir, que se transmite de animales a hombres, que tiene su reservorio no únicamente en el mono, sino en varios animales salvajes en el continente africano y que ha hecho saltos esporádicos a seres humanos. Siendo un virus parecido, es una enfermedad distinta a la viruela humana, la que fue radicada en 1978, pero que ha captado la atención global debido a su reciente resurgimiento en distintas partes del mundo.
Aunque la viruela del mono fue identificada por primera vez en humanos en 1970, ha permanecido en gran medida como una enfermedad endémica en regiones de África Central y Occidental. Actualmente, hay una nueva ola epidémica centrada fundamentalmente en la República Democrática del Congo que se ha extendido a 15 países africanos más. Se trata de una nueva variante un poco más agresiva: genera una letalidad del 3%, en lugar del 1% que producía la variante anterior.
Los recientes brotes internacionales han generado preocupación y han impulsado a la Organización Mundial de la Salud (OMS) a emitir alertas y recomendaciones. El resurgimiento de la viruela del mono en regiones no endémicas, como Europa y América del Norte, llevó a la OMS a emitir una alerta internacional. La expansión del virus a múltiples países fuera de África y su aparición en personas sin antecedentes de viajes a áreas endémicas, ha generado preocupación sobre la posibilidad de una mayor propagación. La organización subrayó la necesidad de vigilancia global, investigación adicional sobre la dinámica de transmisión y la cooperación internacional para controlar la propagación del virus.
Este padecimiento es claramente consecuencia de la actividad humana. De una inadecuada relación del ser humano con su ambiente. La emergencia y reaparición de enfermedades zoonóticas como la viruela del mono pueden estar relacionadas con varios factores que incluyen cambios en el uso del suelo, deforestación, el comercio de fauna silvestre y la proximidad entre personas y animales infectados. La deforestación, por ejemplo, ha acercado a las poblaciones humanas a los hábitats de los roedores salvajes, aumentando el riesgo de exposición al virus. El comercio ilegal de animales salvajes ha facilitado la diseminación del virus a regiones donde antes no se había reportado. También ha contribuido a que este virus encuentre una población susceptible, la reducción en la inmunidad poblacional contra el virus, como consecuencia de la erradicación de la viruela humana y la posterior suspensión de la vacunación.
La transmisión entre humanos suele suceder por contacto directo con las lesiones cutáneas de las personas enfermas. Aunque no es tan contagiosa como la viruela humana, la del mono puede propagarse en entornos cerrados, como hogares o centros de salud, si no se toman las medidas de precaución adecuadas. Actualmente las personas con mayor riesgo de infección incluyen aquellas que viven en áreas rurales o cerca de selvas tropicales en África Central y Occidental.
Además, los trabajadores de salud que no usan equipo de protección personal adecuado y las personas que manipulan animales salvajes o productos de origen animal también están en riesgo. Dado a que la transmisión fundamentalmente es por contacto estrecho de una persona con otra enferma, no son útiles medidas como controles en frontera o vacunaciones masivas. Lo esencial es detectar precozmente los casos, aislar y rastrear contactos para vacunarlos.
Los síntomas de la viruela del mono suelen aparecer entre 5 y 21 días después de la exposición al virus. Inicialmente, las personas enfermas pueden experimentar fiebre, dolor de cabeza intenso, dolor muscular, inflamación de los ganglios linfáticos, escalofríos y agotamiento. Posteriormente, aparece una erupción cutánea característica que suele comenzar en la cara y luego se extiende a otras partes del cuerpo.
Las lesiones evolucionan desde máculas (manchas planas) a pápulas (elevaciones), vesículas (ampollas llenas de líquido), pústulas (llenas de pus) y, finalmente, costras que se desprenden después de unas semanas. Aunque la mayoría de los casos son leves, la enfermedad puede ser grave, especialmente en personas inmunodeprimidas. La viruela del mono generalmente es autolimitada, con síntomas que duran entre dos a cuatro semanas. Sin embargo, en casos más graves, la enfermedad puede conducir a complicaciones como neumonía, encefalitis y sepsis. Las tasas de mortalidad varían entre el 1% y el 3% en áreas endémicas, siendo más alta en poblaciones vulnerables.
El tratamiento para la viruela del mono es principalmente de apoyo, centrándose en aliviar los síntomas y prevenir complicaciones. No existe un tratamiento antiviral específico aprobado exclusivo, aunque se han utilizado con cierto éxito como coadyuvantes en casos graves algunos antivirales, desarrollados para tratar la viruela humana.
Las medidas de salud pública son esenciales para controlar la propagación de la viruela del mono. Estas incluyen la vigilancia epidemiológica activa, la educación y sensibilización de la comunidad, el rastreo de contactos y el aislamiento de casos confirmados. En áreas donde el virus es endémico, la promoción de prácticas seguras al manejar animales y el uso de equipo de protección personal en entornos de salud son cruciales para reducir el riesgo de transmisión.
En cuanto a la prevención, las personas vacunadas contra la viruela humana tienen cierta protección cruzada contra la viruela del mono, dado que ambos virus son del mismo género. Sin embargo, la suspensión de la inoculación masiva contra la viruela en 1980 ha dejado a gran parte de la población mundial susceptible a la enfermedad.
La vacuna MVA-BN aprobada para la viruela humana y del mono es una herramienta clave para la prevención en poblaciones de alto riesgo. A nivel global, la cooperación internacional es vital. Los países deben compartir información, recursos y estrategias para controlar el brote y prevenir su propagación. La OMS desempeña un papel crucial en la coordinación de la respuesta global, emitiendo directrices, facilitando la distribución de vacunas y tratamientos, y apoyando a los países en sus esfuerzos de control.
Es importante destacar que en esta enfermedad no sirven los confinamientos, las vacunaciones masivas ni el control de las fronteras, ya que su medio de propagación es totalmente distinto al Covid-19. Asimismo, hay que evitar un enfoque estigmatizante sobre los hombres que tienen sexo con hombres. El estigma asociado a la enfermedad produce daños severos en sus víctimas y dificulta las acciones dirigidas al control de la enfermedad, como ya ocurrió con el VIH. Para ser más efectivo en contener el brote, debemos difundir información científicamente validada, educar a la población sobre prevención, sobre sintomatología y sobre cómo actuar en caso de sospecha.
La viruela del mono es un recordatorio de los desafíos continuos que presentan las enfermedades zoonóticas en un mundo cada vez más interconectado. La responsabilidad humana en la aparición y propagación de esta enfermedad subraya la necesidad de abordar los factores subyacentes, como la degradación ambiental y el comercio de fauna silvestre. Con la vigilancia adecuada, medidas de salud pública efectivas y cooperación internacional, es posible controlar los brotes y proteger a las poblaciones vulnerables de esta enfermedad emergente.