La investigadora del IES reflexionó sobre la crisis hospitalaria y el actuar del Gobierno. "Esperemos que no sea demasiado tarde para rectificar y aprender de la experiencia del Gobierno anterior en el manejo de la pandemia", dijo.
Solo una semana duró el alza en la aprobación del presidente Gabriel Boric después de la Cuenta Pública, según la última encuesta Cadem. No cabe duda de que el mal manejo de la emergencia sanitaria ante el aumento de virus respiratorios ha golpeado al oficialismo. Desde que asumieron en marzo de 2022, los momentos en los que parecen tener el control de la agenda han mostrado ser fugaces, y este caso no fue la excepción.
La población continúa preocupada por la salud, la educación, la economía y la seguridad (el nivel de violencia y modus operandi de algunos crímenes es pavoroso), pero el Gobierno parece seguir desconectado de lo que está pasando en el país.
Paradójicamente, en vez de potenciar la campaña de vacunación contra la influenza, su atención ha estado enfocada en la misión (¿imposible?) de sacar adelante una reforma tributaria para cumplir las infinitas promesas hechas a la ciudadanía. Esta desconexión ha quedado de manifiesto con la crisis respiratoria que asola al país, y recién ahora las autoridades están despertando de ese letargo.
La pregunta es inevitable: si han mostrado este bajísimo nivel de competencia a la hora de gestionar una crisis sanitaria, ¿por qué deberíamos pagar más impuestos para financiar un aparato estatal que sencillamente no saben administrar?
A mayor abundamiento, parece una burla que el renunciado exsubsecretario de Redes Asistenciales, Fernando Araos, haya señalado que la red asistencial ha estado “a la altura” en su respuesta a la crisis. ¿Cómo se explica, entonces, que no se hayan usado todos los medios posibles para salvar vidas? (ya van seis niños fallecidos por virus respiratorio sincicial) ¿Quién consuela a la familia de Mía, sabiendo que había una cama pediátrica disponible?
Si bien las ministras Tohá y Aguilar calificaron como un “error” no haber contactado a la Clínica Las Condes, lo cierto es que estas explicaciones están lejos de tranquilizar a una población que demanda soluciones concretas. Y Araos, quien fue implacable con la administración anterior (“aún está muy al debe”, “muy mala ejecución” y “totalmente negligente”, fueron algunas de sus afirmaciones), en vez de asumir la responsabilidad propia de su cargo, repitió un patrón que pareciera ser el sello de este gobierno: deslindar responsabilidades en funcionarios de menor rango.
En definitiva, y para desgracia de la sociedad chilena, una vez más ha quedado de manifiesto el amateurismo del gobierno y la falta de un proyecto político sólido para conducir el país. Su inexperiencia en el poder y falta de atención a las necesidades de la población resultan cada día más preocupantes.
En medio de una crisis sanitaria ya no hay margen para el nivel de descoordinación y mala gestión que han demostrado. Más aún, cuando se espera un próximo peak de virus sincicial e influenza y el invierno aún no ha comenzado (resulta pertinente, dicho sea de paso, preguntarse qué ocurriría si las Isapres colapsaran, en un momento en que nuestro sistema público de salud ya está al límite).
Finalmente, el presidente Boric anunció que Araos dejaba su cargo: “Las responsabilidades tienen que hacerse valer”, indicó el mandatario. Otra señal de que se ha recogido el guante fue el nombramiento de Osvaldo Salgado (excolaborador del gobierno de Lagos) como nuevo subsecretario de Redes Asistenciales, junto con la reunión entre el Minsal y once exministros de Salud. Todas estas acciones y gestos demuestran un espíritu republicano, sentido de Estado y la disposición de dejar de lado las diferencias políticas, actitudes fundamentales para enfrentar una emergencia de esta naturaleza.
Esperemos que no sea demasiado tarde para rectificar y aprender de la experiencia del Gobierno anterior en el manejo de la pandemia, la que denostaron con dureza siendo oposición. Es demasiado lo que está en juego.