Columna de Osvaldo Artaza: Inteligencia artificial y salud, una realidad con luces y sombras

Por Osvaldo Artaza

30.01.2024 / 13:25

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El decano de la Facultad de Salud y Ciencias Sociales de la Universidad de Las Américas aborda los grandes avances que hace posible la IA en materia sanitaria, pero también pone de manifiesto sus riesgos y desafíos. "No es momento de oponerse porfiadamente a un hecho inevitable, ya que la inteligencia artificial, sí o sí, continuará desarrollándose a una velocidad sorprendente", comenta.


La inteligencia artificial (IA) es una tecnología desarrollada para realizar de manera más rápida y eficiente múltiples tareas en diferentes ámbitos que requerirían de capacidades humanas. En salud aparecen con gran velocidad ejemplos exitosos de su utilización en soluciones para las personas que tienen un problema y para optimizar procesos asistenciales, tanto diagnósticos, terapéuticos como de cuidado.

Los sistemas de IA pueden ayudar en la interpretación de datos médicos complejos y en la toma de decisiones clínicas. También surgen nuevas herramientas en salud poblacional, investigación y generación de datos para la toma de decisiones y para la gestión de procesos asistenciales y la conducción de crisis sanitarias. A su vez, tienen un enorme potencial para ayudar a superar los crecientes desafíos de salud, incluidos la prevención, el aumento de los costos, los asociados a los cambios demográficos y epidemiológicos, y a las necesidades de salud no satisfechas relacionadas con la doble carga de las enfermedades tanto infecciosas como no transmisibles, y también como respuesta para acercar los servicios al hábitat de las personas, para paliar la relativa escasez de profesionales de la salud con las capacidades para resolver necesidades en los propios territorios donde viven.

Sin duda que la IA se está convirtiendo en una gran colaboradora en la formación integral de profesionales y técnicos con las competencias para los requerimientos de salud de hoy y del futuro. Al generar escenarios, desarrollar e integrar casos de estudio junto a situaciones y datos clínicos reales, los estudiantes pueden obtener resultados de aprendizaje de gran calidad, no solo para decisiones y prácticas asistenciales, sino también en los ámbitos del desarrollo de habilidades de comunicación, toma de decisiones éticas y trabajo en equipo, aspectos cruciales en la atención en salud.

Esta tecnología incluye diversas y cada vez más amplias áreas de aplicación diferentes, como el procesamiento del lenguaje natural y de la voz, la visión artificial, la robótica e inimaginables formas de generar y aplicar conocimiento. Un radiólogo o un patólogo puede interpretar mayor número de exámenes y con mayor seguridad con apoyo de la IA. Un médico invierte al menos una hora para procesar un artículo científico, mientras que esta nueva herramienta puede leer inconmensurables datos aportando a reducir tareas repetitivas y a elevar condiciones de seguridad. Los grandes avances logrados en los últimos años en distintos instrumentos de inteligencia artificial pueden contribuir poderosamente a acercar la información a las personas y a favorecer un ejercicio más democrático del poder en salud y facilitar el acceso igualitario a una atención oportuna.

Para una adecuada utilización hay que considerar que las estrategias de IA en la salud plantean también grandes desafíos técnicos, éticos, políticos, regulatorios y de recursos humanos. Por ello, la Organización Panamericana de la Salud (OMS) plantea algunas recomendaciones, tanto para el ámbito de políticas públicas como para futuras legislaciones que den certeza de una implementación segura, ética y responsable que favorezca el pleno ejercicio del derecho a la salud. Entre otras, propone que estas herramientas sean evaluadas en su costo efectividad para asegurar agreguen valor en los procesos y que no distraigan recursos a actividades esenciales como la atención primaria; que sean un medio para lograr mayor accesibilidad, inclusión y disminución de inequidades; que salvaguarden aspectos de privacidad, confidencialidad y seguridad de los datos de las personas; que eviten riesgos éticos y sesgos en los algoritmos que afecten la calidad de la información y de las decisiones. Un desarrollo correcto de la inteligencia artificial requiere de algunas condiciones tales como la transparencia, inclusión y no discriminación con que se debe acceder a estas nuevas tecnologías; la protección de los datos, y la integridad científica que asegure prácticas óptimas: confiables, reproducibles, justas y honestas, y que posibiliten la rendición de cuentas.

Hoy por hoy, y en el futuro previsible, estas herramientas no van a sustituir el conocimiento, experticia y criterio clínico de profesionales experimentados. Pero sin duda la IA se está convirtiendo en una gran aliada para proveer soluciones de salud más seguras y accesibles.

El Dr. Jeremy Farrar, director científico de la Organización Mundial de la Salud, señaló que “las tecnologías de IA tienen el potencial de mejorar la atención de salud, pero esto solo es posible si quienes las desarrollan, regulan y utilizan, identifican los riesgos asociados y los tienen en cuenta… necesitamos información transparente y políticas para gestionar el diseño, desarrollo y uso de la IA para mejorar los resultados de salud y superar las inequidades persistentes en materia de salud”. Mientras que el Dr. Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la OMS, declaró recientemente que “como toda nueva tecnología, la inteligencia artificial ofrece grandes posibilidades para mejorar la salud de millones de personas en todo el mundo; ahora bien, como toda tecnología, también puede utilizarse indebidamente y causar daño”.

La OMS ha advertido que países ricos pueden verse favorecidos para mejorar la velocidad y la precisión del diagnóstico y la detección de enfermedades; facilitar la atención clínica, reforzar la investigación y el desarrollo de medicamentos, y apoyar diversas intervenciones de salud pública, como la vigilancia de la morbilidad, la respuesta a los brotes y la gestión de los sistemas, aumentando las diferencias con los países pobres que puedan quedar afuera de acceder a estas nuevas ventajas. Asimismo, advierte que así como la IA podría permitir que los pacientes tuvieran un mayor control de su propia atención y comprendieran mejor la evolución de sus necesidades. Pero dado que las oportunidades conllevan desafíos y riesgos, también hay que tener presente que la inteligencia artificial puede facilitar la recopilación y utilización poco éticas de los datos sobre salud, generar sesgos y riesgos para la seguridad de las personas, la ciberseguridad y el medio ambiente.     

La OMS también advierte que si bien la inversión de los sectores público y privado en el desarrollo y despliegue de la IA es fundamental, el uso no regulado podría subordinar los derechos e intereses de las personas y las comunidades a los poderosos intereses comerciales de las empresas tecnológicas o de los gobiernos en materia de vigilancia y control social. Por ello, y considerando lo que ha sucedido con otras tecnologías, no es momento de oponerse porfiadamente a un hecho inevitable, ya que la inteligencia artificial, sí o sí, continuará desarrollándose a una velocidad sorprendente.

Dada dicha realidad, lo razonable es prepararse proactivamente, generando consensos y capacidades al interior del país, junto a alianzas con otras naciones, para garantizar que el desarrollo sea seguro, confiable, ético y equitativo, donde el control de estas tecnologías siempre sea realizado por seres humanos y para el bien común. Es perentorio que como país desarrollemos políticas y regulaciones, de modo existan estándares mínimos, buenas prácticas y procesos formales de control y revisión, junto a potenciar el papel del Estado como promotor de alianzas estratégicas para que el acceso a estas tecnologías sea abierto y no discriminatorio, asegurando un desarrollo integral, coherente y sostenido de estrategias de IA en salud pública.