Columna de Pedro Fierro: Duoc UC y el mal Concejo

Por CNN Chile

16.05.2024 / 15:02

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El investigador de Fundación P!ensa y académico de la UAI analiza el rechazo del concejo municipal de La Pintana a la construcción de un Duoc UC en la comuna.


En una muy intensa votación, el Concejo Municipal de La Pintana decidió rechazar la iniciativa que entregaba un terreno municipal desusado en comodato a Duoc UC para la construcción de la primera sede localizada en la popular comuna. En específico, cinco concejales se expresaron en contra, en base a argumentaciones confusas que despertaron la indignación de gran parte de la población, incluida la alcaldesa de la comuna.

El plan en discusión era de gran envergadura. Se trataba de un comodato de 50 años—prorrogables por otros 15—de un terreno ubicado en el sector de Santa Rosa, para la ejecución de un proyecto educacional que contemplaba una inversión privada de $16 mil millones.

Pero pese a que se trataba de una iniciativa de alto impacto e inédita para una de las comunas más vulnerables de Chile, sus concejales decidieron que no prosperara. ¿El resultado? La Pintana se queda sin su primer instituto profesional, dificultando la pretendida inclusión en la educación superior de sus jóvenes, desaprovechando las externalidades positivas que implica el tener un establecimiento de esa categoría en la ciudad y, además, despreciando un millonario proyecto de inversión que, sin duda, iba a impactar en ocupación y desarrollo económico local.

Por donde se le mire la situación es dolorosa y vergonzosa. En algún minuto, la alcaldesa (DC) se atrevió a sugerir que la decisión de esos cinco concejales tenía fundamentos nefastos, relacionados con las denuncias que habría realizado hace algún tiempo sobre hechos de corrupción en otra comuna capitalina. De alguna forma, la edil sugería estar conviviendo con autoridades que prefieren el “gustito” de pasar la cuenta, antes que trabajar en medidas concretas en pos de la anhelada inclusión de aquella comuna.

Nunca confirmaremos qué tanto hubo de eso, pero lo que sí sabemos es que el argumento dado por esos cinco opositores se basó en la defensa del patrimonio municipal. Curiosa forma de salvaguardar nuestras riquezas locales, con terrenos baldíos y lugares en estado de abandono que claman por ocupación. Pero es justo reconocer que esta verdadera oda al estancamiento no es un fenómeno nuevo promovido por las autoridades de La Pintana, sino más bien una situación usual en diferentes ciudades de nuestro país. Basta con ver el conflicto por Las Salinas en Viña del Mar, donde se ubica uno de los terrenos con mayor valor de la ciudad jardín. Por décadas hemos sido testigos de un paño en desuso, decadente, con trabas y tensiones políticas que hoy tienen a cualquier eventual proyecto congelado. En esa misma región de Valparaíso, en la ciudad puerto, nos hemos cansado de presenciar edificios abandonados, alguno de los cuales están ilegalmente tomados por okupas y utilizados como sedes de incivilidades. Tuvo que llegar el mismo Duoc UC, de hecho, a restaurar y salvar una de las instalaciones más emblemáticas de la zona: la ex ratonera y el actual Edificio Cousiño, que en la actualidad es uno de los lugares lindos de la ciudad.

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Aquí no nos podemos perder, pues intentos y propuestas para recuperar estos lugares con inversión privada hemos tenido siempre—en el caso de las Salinas hay una muy concreta—, pero lo que suele ganar es más bien esa alegoría al inmovilismo, protegiendo la “riqueza” del abandono y la decadencia.

De acuerdo a las palabras de la alcaldesa de La Pintana, Claudia Pizarro, fue la misma administración comunal la que se acercó a la Fundación Duoc UC, solicitando la colaboración en este proyecto que pretendía entregar educación de calidad a jóvenes, facilitando así un mejor y más ágil desarrollo profesional. En este sentido, la edil especificaba que este proyecto se traducía en un win-win para todos: “Ganan las familias, gana la comuna y gana también la fundación”, argumentaba. Y quizás acá está la madre del cordero. Este hecho se transforma en un elemento esencial a la hora de percibir las dificultades en esas relaciones entre el mundo privado y el público. Algunas reacciones exaltadas y sobredimensionadas frente al conflicto sugerían una animadversión a la labor privada ciertamente incomprensible. Lo que molesta a algunos no es el detrimento del patrimonio municipal, sino más bien que instituciones privadas ganen, independiente de si el propósito que esperan alcanzar es más bien deseable para nuestra sociedad.

Esto es algo especialmente curioso. En un contexto en donde un grupo de inescrupulosos han abusado de las normativas vigentes para el enriquecimiento personal a costa del resto de la población—algo que nadie niega—, es precisamente cuando más deberíamos apoyar iniciativas basadas en fines nobles, donde efectivamente se puedan dar lógicas colaborativas que permitan su mejor ejecución. En el caso de Duoc UC esto no puede ser más evidente, una organización sin fines de lucro que en distintas localidades ha asumido una serie de funciones públicas, desde la promoción de las artes, la cultura, la gastronomía, el propio patrimonio y, en definitiva, el desarrollo local. Eso sin contar el corazón de su labor institucional, que pareciera radicar precisamente en la inclusión de un segmento de nuestra población, que encuentra en sus aulas un servicio de primera calidad y una oportunidad única para alcanzar el desarrollo personal integral. Y esto último es particularmente importante, pues contrario a como algunos lo ven, no se trata de una educación de pobres ni ricos, sino más bien de un proyecto igualitario, que apunta a ofrecer alternativas reales para cambiar las vidas familiares de sus usuarios, tengan mucho o tengan poco.

Pero nada de lo anterior puede siquiera ser percibido por algunos vociferantes que coquetean con la indolencia. Pues lo despreciable es que todo lo ofrece una institución privada, con intereses privados y con beneficios—en este caso un comodato de 50 años—que no tenemos por qué financiar.

La situación indigna, pues el resultado no es más que mayor segregación. Vitacura, Las Condes y Lo Barnechea se pueden dar el lujo de colaborar con privados, atrayendo inversión y ofreciendo servicios sofisticados. Allí las autoridades locales están facultadas para negociar y atraer Institutos Profesionales, Universidades y Clínicas de calidad. En La Pintana no, pues las “necesidades son otras” y, por lo mismo, lo deseable es que la sigamos llenando de viviendas sociales. Esa es la lógica que nos tiene donde estamos, con lugares que se sienten abandonados y con habitantes que acumulan rabia y frustración. La integración no sucederá por arte de magia, sino que en colaboración. Y mientras no lo entendamos, seguiremos empantanados.