Columna de René Jofré: Espejismos de segunda vuelta y un escenario ya dibujado

Por René Jofré

17.12.2021 / 20:15

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El psicólogo analizó lo que será la segunda vuelta presidencial, donde anticipa que gane quien gane, este deberá crear acuerdos para poder gobernar. "Lo que vendrá es parte de lo más prosaico de la política: negociaciones y búsqueda de acuerdos. "Apruebo Dignidad requiere los votos de la centroizquierda. El partido Republicano no puede hacer nada sin los votos de Chile Vamos", aseguró.


En la primera vuelta de 2021 concurrieron a votar poco menos de 450 mil personas respecto a la elección que aprobó el plebiscito constitucional. Esta diferencia, con la elección más votada del último tiempo, se concentró sobre todo en la región Metropolitana y en un porcentaje un poco menor en Antofagasta. Las regiones de Maule al sur, con la excepción del Biobío, tuvieron una votación algo más alta que en el plebiscito, las del norte al revés.

Es decir, si todo fuese lineal faltarían 459 mil votos para llegar a la votación del plebiscito y esos votos faltan, sobre todo en Santiago. ¿Quiénes son los que faltan? Se sabe poco, pero las hipótesis se dividen entre quienes creen que son solo jóvenes y quienes creen que se trata de un público heterogéneo. En cualquier caso, de ir a votar, deberían, en principio, favorecer a Boric, quien estuvo por el Apruebo. Pero sería temerario asegurarlo.

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Pero, más allá de los números, la segunda vuelta ha significado un encuentro frontal de los candidatos con la realidad. Las certezas de los que pasaron al balotaje han quedado sino eliminadas, diluidas o descafeinadas, para hacerlas compatibles con electores que, en principio, desconfían de lo manifestado en primera vuelta.

El choque más fuerte con lo real ha sido para la coalición de Apruebo Dignidad que ha visto reducido su maximalismo y atenuada su radicalidad. Afortunadamente, para esta coalición, su candidato fue quién está más al centro de su conglomerado y no un extremo. En cambio, la coalición de Kast muestra menos diversidad, aunque se las ha ingeniado para intentar arreglar un programa, no diseñado para ganar, a través del apoyo de Chile Vamos.

En cualquier caso, en primera vuelta lo de los candidatos eran certezas sobre sus particulares visiones de mundo y proyectos de sociedad. Pero como nos ha señalado Siri Hustvedt en un libro reciente, las certezas suelen ser ilusorias, espejismos. Sobre todo, cuando son dichas desde un púlpito.

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Muchas ilusiones quedan en el camino. La ilusión de ganar en primera vuelta, el deseo que los partidos tradicionales desaparecieran, la ilusión del camino propio. El ensueño de que la izquierda era la depositaria exclusiva del cambio. La ilusión de que el orden se puede imponer a garrotazos. El delirio que necesitamos salir del sistema de Naciones Unidas.

Nada de eso se podrá hacer. En cambio, lo que vendrá es parte de lo más prosaico de la política: negociaciones y búsqueda de acuerdos. Apruebo Dignidad requiere los votos de la centroizquierda. El partido Republicano no puede hacer nada sin los votos de Chile Vamos.

La paradoja es que el escenario que logró encauzar la protesta y llegar al punto de hoy fue un acuerdo, mecanismo vilipendiado por las nuevas generaciones, pero del que surgió el propio liderazgo de Boric. De ese acuerdo, motivado por el clima que vivió el país en esos días, se desprendió un ciclo electoral que culminó en primera vuelta con una elección que pareció contradecir lo ocurrido post estallido.

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Lo que acontezca el domingo 19 consolidará un escenario de alas de distinto tamaño y fuerzas que pugnarán por hacerse valer. Por una parte una derecha dura: Republicanos, un ala de la UDI, un ala de RN; y, una derecha liberal totalmente decaída, con Desbordes, los restos de Evópoli, ¿quizás Briones?

Del otro lado, Apruebo Dignidad tendrá en frente a una centroizquierda que se ha apresurado en constituir un polo parlamentario conjunto (sin la DC, por ahora) de similar representación que la coalición que probablemente gobernará.

El futuro está dibujado. Cómo resulte ello, dependerá de mayores grados de realidad y menores de ilusión, si no los futuros “Nadie lo vio venir” pueden seguir sorprendiéndonos como lo hizo el estallido… como lo hizo la primera vuelta.