Ricardo Mena, oficial del Programa para Chile y Países del Cono Sur de IDEA Internacional, abordó el estado de la democracia en Latinoamérica y sus regiones, haciendo el punto en que uno de los desafíos está en las crisis institucionales. "La democracia en Chile, y en gran parte del mundo, ha pasado a ser un desafío y consiste en recuperar el vínculo entre la ciudadanía y las instituciones", reflexionó.
El último informe sobre el “Estado Global de la Democracia”, que publica anualmente IDEA Internacional, nos revela varios temas que preocupan, pero, sobre todo, muestra los enormes desafíos que nuestros países tienen en materia democrática.
El informe señala que América Latina continúa su declive. Aumenta el número de países con crisis institucionales que ponen al sistema democrático bajo fuego, incrementando problemas sociales como corrupción, violencia, y también agudizando problemas históricos de la región como pobreza y desigualdad.
El declive de la democracia es un fenómeno mundial. La irrupción de lo digital, con poca capacidad de respuesta institucional democrática a fenómenos como la desinformación, las constantes vulneraciones a la libertad de expresión en redes sociales que socavan la convivencia democrática en la vida diaria, son factores que han contribuido fuertemente al asedio (y tedio) democrático.
En Chile se ha vivido esta crisis en medio de dos procesos constituyentes, cuyo principal resultado hasta ahora ha sido el cansancio ciudadano. Cansancio con una clase política incapaz de generar acuerdos que beneficien al país; cansancio de no ver liderazgos que piensen y propongan un largo plazo; cansancio de vivir en medio de incertidumbre política, social y económica; cansancio de no ver beneficios de vivir en democracia, solo desorden e incertidumbre.
En general, el tema constituyente se ha seguido con mucho interés por el resto de los países de la región: la búsqueda de salidas democráticas, institucionales –sin guerras civiles mediante- ha llamado la atención. Sin embargo, también ha desnudado algunas carencias y falencias de la clase política. La parálisis en la capacidad de toma de decisiones, por ejemplo, ha agudizado el hastío ciudadano, que, cansado de esperar, exige respuestas rápidas y concretas a demandas en materias como seguridad, empleo, protección, que llevan mucho esperando.
Esta incapacidad de los liderazgos políticos, ha diluido la expectativa en salidas institucionales y democráticas. Además, esta falta de capacidad de acuerdos ha impactado fuertemente en la gestión, contribuyendo indirectamente al desencanto democrático.
El informe del Estado Global de la Democracia nos revela que uno de los retrocesos más importantes está en la capacidad de las instituciones de nuestros países de hacer cumplir las leyes.
Es decir, no se ha hecho un seguimiento riguroso de la implementación de legislación, ni tampoco la institucionalidad vigente monitorea el cumplimiento de lo ya implementado.
Esta carencia, acelerada con la pandemia, debilita de manera importante a la institucionalidad, le quita eficiencia y eficacia a la implementación de medidas y leyes que debieran ir en favor de una ciudadanía que espera respuestas y certezas.
La democracia en Chile, y en gran parte del mundo, ha pasado a ser un desafío y consiste en recuperar el vínculo entre la ciudadanía y las instituciones, haciendo de éstas espacios confiables, transparentes y probos, y también presentando proyectos que no sólo ofrezcan respuestas, sino que doten de sentido a la democracia como la mejor forma de convivencia social.