La Coordinadora de Incidencia en Políticas Públicas de Déficit Cero reflexiona sobre cómo la mujeres son las más perjudicadas a la hora de acceder a una vivienda. "El desafío para el Estado y los gobiernos locales es plantear una política de vivienda que reconozca la triple carga de las mujeres, como dirigentas y líderes de sus comunidades, cuidadoras y trabajadoras", comenta.
El déficit habitacional en Chile afecta a más de 600 mil familias que viven allegadas, en campamentos o en condiciones indignas y esta emergencia social suele estar protagonizada por mujeres. Son ellas quienes lideran la lucha por la vivienda. El 80% de las beneficiarias del subsidio habitacional más relevante de Chile (Fondo Solidario de Elección de Vivienda, DS49) son mujeres.
Sin duda este número es impactante y, a pesar de esto, la política pública de vivienda no tiene un diseño sensible a sus principales receptoras. Tampoco asume los distintos aspectos de la vida de las mujeres: trabajadoras, jefas de hogar, pensionadas, migrantes y, la gran mayoría de las veces, cuidadoras. Todas necesitan distintas soluciones de viviendas y, por sobre todo, una ciudad que provea los servicios necesarios para una vida digna.
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Hace unas semanas, Fundación Techo nos presentó un dato revelador respecto del precio de las viviendas; si una familia del quintil más bajo de ingresos quisiera comprar una vivienda de valor medio en la Región Metropolitana, tendría que destinar el 100% de sus ingresos durante 30 años para poder pagarla. Cuando ese mismo hogar es sostenido sólo por una mujer, ella se demoraría todavía más en pagar.
Complementario a este drama,la pandemia puso en evidencia lo fundamental que es diseñar políticas que apoyen el cuidado de personas mayores, enfermas, niños, niñas o quien lo necesite. Esa tarea suele recaer en las mujeres.
Independiente de la necesaria revisión de los equilibrios de géneros en las responsabilidades del cuidado, la vivienda y la ciudad son claves a la hora de incorporar elementos que faciliten ese trabajo. La localización del hogar es un aspecto relevante, pues las personas que cuidan deben realizar más viajes durante el día y en distintos horarios para cumplir sus múltiples tareas, por lo que vivir cerca de servicios y bienes públicos puede mejorar significativamente su calidad de vida y la de sus familias.
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Así, el desafío para el Estado y los gobiernos locales es plantear una política de vivienda que reconozca la triple carga de las mujeres, como dirigentas y líderes de sus comunidades, cuidadoras y trabajadoras.
Pronto habrá una nueva Constitución y, muy probablemente, se asegurará el derecho a la vivienda. ¿Pero cómo enfrentaremos esto? ¿Seguiremos haciendo lo mismo y acrecentando el déficit habitacional? En el actual escenario, se abre la oportunidad para que nuestras autoridades, la sociedad civil, la comunidad organizada y el sector privado diseñen en conjunto las políticas orientadas a terminar con campamentos, personas allegadas o en situación de calle, atendiendo de forma específica a las mujeres y a quienes hoy son jefas de hogar, pero sin casa.