En pleno verano, sábanas blancas, parkas, pantalones y mitones de pluma de ganso llegaron a Palacio para recrear el arribo, que se produciría días después. Pero la idea era tener impacto global.
1948. En plena Guerra Fría, Chile, Argentina e Inglaterra disputaban el dominio de la Antártica. Los ingleses desconocían los derechos de nuestro país sobre dicho territorio, de hecho protestaban por la instalación de la base Soberanía (actualmente Arturo Prat).
Frente a dicha situación, el Presidente Gabriel González Videla tuvo una idea: Ser el primer Presidente en pisar la Antártica.
—Haremos un viaje en barco —anunció Videla.
—¿A dónde? —le preguntaron su esposa, Miti Markmann, y su hija mayor, Sylvia.
—A la Antártica.
—¿A la Antártica? ¿A qué?
—Vamos a hacer soberanía.
—Los ingleses pretenden desconocer nuestros derechos y debemos demostrarles que la Antártica es parte de nuestro territorio.
Este diálogo, que es parte del libro “Una luz en la sombra”, escrito por la nieta de González y rememorado por El Mercurio, cuenta cómo se gestó el viaje al continente blanco.
Pero el viaje tuvo otra travesía y desafío: Que la visita de González Videla tuviese repercusión mundial.
Para ello, La Moneda preparó imágenes falsas del viaje. En pleno verano, sábanas blancas, parkas, pantalones y mitones de pluma de ganso llegaron a Palacio para recrear el arribo, que se produciría días después. Pero la idea era tener impacto global.
La primera dama relató a su nieta cómo se llevó a cabo el hecho: “Una semana antes de partir se presentó en mi oficina el periodista del diario La Nación Ramón Cortés, que era el único que conocía el propósito del viaje, para avisarme que debía realizar un montaje fotográfico. Necesitaba que la foto del momento exacto del desembarco en la Antártica apareciera el mismo día en los diarios y que inmediatamente diera la vuelta al mundo, y para ello la debía tener lista en Santiago. La única forma de hacerlo era tomarla con anticipación”.
Agregó que “el fotógrafo adaptó una habitación de La Moneda con grandes sábanas que cubrían los muros y aparentaban ser nieve. En pocos minutos, la foto que inmortalizaría a los chilenos desembarcando en la Antártica fue tomada. En ella aparecemos todos riéndonos y la razón es que la situación nos parecía tan ridícula que era imposible quedamos serios”.
Según un testimonio del Instituto Antártico Chileno, Sylvia aseguró que el director del diario La Nación “puso una sábana blanca, con un ventilador. Cuando llegamos a la Antártica, sacó una foto igual a la que nos había tomado en La Moneda. Entonces avisó al diario que publicaran las imágenes que él había dejado en Santiago. La gente se preguntaba cómo habían llegado tan rápido las fotos a la capital”.
Y sobre lo que fue el viaje recordó que “a bordo faltaba de todo, frazadas, comida, menos la euforia del espíritu patriótico. El alivio del capitán fue que cuando llegamos a la base Soberanía nos tenían un gran banquete antártico. Lo único que salió en los diarios de Europa fue lo que comimos ese día: entrada de Eufasia, como llamaban al kril, una sopa de pingüino, filete de foca y leche nevada con huevos de pingüino. Un menú que hoy habría sido tildado como un horror antiecológico y nos hubiera significado unas multas terribles”.
Además, detalló que “las recepciones de Punta Arenas y Santiago fueron grandiosas. Con aviones, carros alegóricos, grandes homenajes, discursos y desfiles. Fuimos recibidos como verdaderos héroes. Mi papá tenía una buena estrella increíble y él lo sabía”.