En un nuevo capítulo de CNN Íntimo, el actor y gestor cultural conversó sobre los inicios y actualidad del Teatro San Ginés. También aprovechó de contar anécdotas que vivió con la presidenta Bachelet y el fallecido presidente Piñera luego de que teatro fuera víctima un incendio que lo destruyó por completo.
El nombre de Juan Pablo Saéz Rey resuena con fuerza en el panorama cultural chileno, ya que su impacto trasciende las fronteras del escenario. A lo largo de su vida no solo se ha destacado por ser actor, sino que también por su rol como gestor cultural.
En los últimos años, ha logrado ser una especie de puente entre el arte y la comunidad desde distintos espacios, siendo el principal el Teatro San Ginés, sitio que fundó hace 25 años y que, pese a sufrir diversos desafíos, a día de hoy continúa más fuerte que nunca.
“Es loco como pasa tan rápido el tiempo. Cuando uno ha sido tan amante de un proyecto, tan obsesivo y trabajólico, el tiempo pasa muy rápido, volando, como si no fueran 25 años”, confiesa sobre ello a Matilde Burgos en un nuevo capítulo de CNN Íntimo.
“Un enfermo crónico con buena salud”
Hace 25 años, el Teatro San Ginés surgió tras la búsqueda de Sáez de un lugar donde poder realizar una obra que quería. “Era el ’99, había hecho algunas teleseries, tenía algo de plata ahorrada y mi sueño era no solo ser actor de tele, sino que también de teatro, por lo que pedí (en diversos sitios) una sala de teatro para una obra y llamé, pero estaban todas ocupadas”.
“Entonces dije ‘si no hay teatro, hay que construir uno’ y vi ese galpón, lo arrendé y para septiembre hice un experimento, una fonda, a ver si la gente venía al barrio o no, se llenó y dije ‘ya, acá es’ y así no paramos más”, relata sobre este espacio, que ya lleva más de dos décadas convocando a grandes artistas y cientos de personas interesadas en la cultura.
Juan Pablo Sáez en los inicios del Teatro San Ginés
—El teatro cumple 25 años y es como otro hijo más para ti
—Es loco como pasa tan rápido el tiempo y cuando uno es tan amante del proyecto, obsesivo y trabajólico, el tiempo pasa muy rápido, volando, como si no fueran 25 años (…). En algunas entrevistas dije que era como un hijo, pero la vida te va enseñando que no lo es y que a un hijo sí es muy importante que no le pase nada grave, pero a una empresa cuando le pasan cosas duras duele, uno quiere salvarla, pero no es como si se perdiera un hijo. A nosotros se nos quemó el teatro entero y lo perdimos, pero no se quemó ningún hijo ni se quemó nadie.
—¿En qué momento está hoy el teatro?
—El teatro es un enfermo crónico que goza de buena salud. Nunca está completamente bien, siempre está desafiado y amenazado de desaparecer, es una actividad, además, tan antigua y ancestral que es muy loco que siga existiendo. Con tanta tecnología la gente podría decir ‘no más teatro, me quedo solo con mis series y mi teléfono’.
—¿Qué hace que la gente vaya al teatro y a tu teatro?
—La verdad es que no está siempre totalmente lleno, hacemos el esfuerzo para que lo esté, pero no siempre está lleno total. (…) Nos va bien, hay que reconocer que nos va bien y hemos trabajado la línea que la gente más quiere ver, que son las comedias, la gente quiere reír, sanarse a través de la risa, pero siempre es difícil.
Juan Pablo Saéz durante su infancia
—¿Cómo se vive ahora con la crisis de seguridad y el temor de la gente?
—La delincuencia no es un atributo de una sola comuna o un solo barrio (…), lo que pasa es que la imagen, el sello que quedó puesto desde el estallido social, es que ahí fuera más peligroso, pero no lo es, ahora cualquier lugar es peligroso y cualquier lugar es tranquilo dependiendo de factores. Ofrecerles la total seguridad a los espectadores no es una responsabilidad de los artistas, pero estamos muy conscientes e interesados a colaborar.
—¿Te arrepientes de algo en esta carrera?
—Soy muy intenso, aprehensivo y a veces ahogo a las personas que quiero, pero es muy complicado cambiar porque ya a esta edad habría que estar muchas horas en terapia. Me arrepiento de haber herido gente por ir muy acelerado o por creer que es necesario decir siempre lo que se piensa. A veces es mejor guardarse las cosas o se puede herir sensibilidades.
Dos presidentes, una carta y Arnold Schwarzenegger
En marzo del año 2008, el teatro fue víctima de un voraz incendio que lo destruyó por completo. En la reconstrucción del espacio, dos personas cobraron una inesperada importancia: la entonces presidenta Michelle Bachelet y el fallecido presidente Sebastián Piñera, con quien Sáez tiene grandes anécdotas.
Primero ocurrió la de Bachelet. “Llegó el edecán de la presidenta con una carta de ella contando que había sido espectadora del teatro muchos años, —cuando no era presidenta, sino que ciudadana y ministra—, que le emocionaba mucho lo que hacíamos y que quería ofrecer algún tipo de colaboración, de ayuda, para que este teatro volviera a existir”, cuenta el actor.
“Esa carta para nosotros fue super potente porque que un presidente se preocupe de un teatrito, que le importe y te llegue la carta a pocas horas. Lloramos toda mi familia (…). Pensé que era verdad que una autoridad puede cambiarle la vida a la gente, motivarla a salir adelante y esa carta, junto a otros llamados, empujó a que fuéramos a golpear puertas”, agrega.
La presidenta termina su periodo y entra Piñera, pero Sáez todavía se encontraba gestionando la reconstrucción del teatro: “Quedó inconclusa y tenía que pedirle su aprobación. Él llamaba personalmente a la boletería para hacer las reservas y efectivamente llegaba, se tomaba un trago, entraba a la función, compartía y se tomaba fotos, era muy espontáneo”.
“Yo aprovechaba estas ocasiones y le decía ‘bueno presidente estamos en la búsqueda de los recursos’ y un día me dice ‘mira no tengo tiempo, pero la próxima semana estaré en Estados Unidos, voy con Luciano (ministro de Cultura), vente para allá y conversamos’ y yo como necesitaba que me firmara, me compré el pasaje y partí en esa gira”, relata.
Narra que lo siguió “en todas las charlas y ponencias que hacía y un día me dice ‘tú por qué estás en todos lados’ y le dije que necesitaba la autorización para el proyecto y me dice ‘ven mañana a un almuerzo con Arnold Schwarzenegger’. Luciano me miraba, se reía, me dijo que fuera, entré a esa reunión y quedé sentado con Schwarzenegger, el presidente, Luciano y yo”.
“Los dos se hacían bromas y yo trataba de meter la reconstrucción del teatro entremedio de esto. Lo logré meter y el presidente llegó a Chile e instruyó que el proyecto pudiera reconstruirse y gracias a la gestión de estos dos presidentes existe hoy (el teatro)”, rememora.