El último reporte de la encuesta CEP evidenció una histórica falta de confianza hacia el mundo político. Analistas afirman que no es una tendencia propia de nuestro país, que tiene relación con una sordera de parte de los representantes y que el estallido social provocó que el pueblo se involucrara más en las decisiones de gobierno. ¿Hay alguna salida para reparar esta fractura social-política?
Las paredes de gran parte de las calles de Chile hablan por sí solas. Más allá de los “Piñera renuncia” aparecen frases escritas como “que se vayan” y “no les creas” que apuntan a los políticos y que se pueden leer en panfletos pegados en las cercanías de Plaza Italia, la llamada “Zona Cero” tras el 18 de octubre de 2019, día en que comenzó el estallido social.
Las consignas, que reflejan el profundo malestar del pueblo, se plasman también en las distintas encuestas que se han realizado en el marco de la crisis.
Si bien la Cadem y Criteria son las que marcan el pulso semanal y mensual respectivamente, es la encuesta del Centro de Estudios Públicos (CEP) la medición más importante a nivel nacional. De aparición semestral, la CEP no había registrado el estallido social sino hasta su reporte del 16 de enero, donde evidenció una histórica falta de confianza de la ciudadanía hacia los políticos.
Los resultados arrojaron que en el Congreso la confianza cayó a un 3% y en los partidos políticos a un 2%.
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Sin embargo, el estudio también revela que aumentó a un 64% el respaldo a la democracia como forma de gobierno, dejando más atrás otras opciones como la indiferencia ante cualquier régimen (17%) o el autoritarismo (11%).
Dicha inclinación también queda demostrada en la encuesta Barómetro del Trabajo de enero de 2020. En esta investigación, un 68% apoya a la democracia y un 65% cree que este sistema de gobierno permite que se solucionen los problemas de los chilenos.
¿Es paradójico que aumente, a niveles históricos, la desconfianza a los políticos y que se crea fervientemente en la democracia como sistema de gobierno?
Chile no es el único
“Siento que no escuchan, que poco les importa”. “No se pronuncian sobre las AFP, colusión y muchas cosas más. Por eso hay rechazo contra ellos”. CNN Chile fue hasta el centro de Santiago para preguntarles a los ciudadanos sobre el rol que han tenido los políticos en el estallido social y por el aumento del respaldo a la democracia.
“Han tenido muchas instancias de acercarse, de entender, no han hecho nada, no están entendiendo las demandas sociales, no están hablando. Están desconectados de la realidad país de manera absoluta. No sé si pueden seguir teniendo los cargos que tienen, el poder que tienen, si no están entendiendo lo que está pasando en la calle”, critica Rafael, uno de los entrevistados en este reporte desde el Paseo Ahumada:
Para Alex Callís, director de la agencia de investigación y sondeo de opiniones Tú Influyes, esta distancia y poca confianza a los políticos se instala en un contexto mundial en el que hay una crisis de representación.
“En Chile está mucho más agudizado por el modelo que viene de la transición y la Constitución del ’80, pero existe una crisis de representación mundial en el que las personas, cuando transfieren el poder a los representantes, ellos cada vez ejecutan menos los intereses de los representados”, indica.
Esta idea es respaldada por Emmanuelle Barozet, académica de la Universidad de Chile y socióloga del COES (Centro de Estudios de Conflicto y Cohesión Social), quien destaca que la baja de la confianza no es sólo propia de Chile, ya que en los partidos políticos en general “hay una élite que se ha desconectado de los grupos sociales”.
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“Hemos visto una cierta sordera de una parte de distintos sectores políticos. No es propio de Chile, lo estamos viendo en El Líbano y en Francia, con salidas populistas en varios países que presentaron situaciones parecidas, pienso en Brasil, Estados Unidos”, afirma la especialista.
Barozet agrega que la acumulación de demandas que se manifiestan en las calles es una señal que los políticos no se están haciendo cargo de las problemáticas y que cuando lo intentaron “no fueron directamente en la dirección que quería la población”.
Democracia viva
Pese al evidente descontento que existe hacia la labor que han realizado los políticos, la ciudadanía respalda, en gran porcentaje, la democracia.
Pero, ¿qué es la democracia? Entre sus definiciones, la RAE precisa que es una forma de gobierno en la que el poder político es ejercido por los ciudadanos y que es una doctrina política según la cual la soberanía reside en el pueblo, que ejerce el poder directamente o por medio de representantes.
“El sistema democrático fue por lo que se peleó, pero el tema es que no se está teniendo una respuesta desde el mundo político respecto al poder que se le entregó. Ellos creen que son el Estado, pero el Estado somos todos”, añade Rafael.
Callís analiza que desde el estallido social hubo una reevaluación de la democracia, que fue despertando junto a la lucha de los representados.
“La ciudadanía se dio cuenta que lo que tenía antes era una democracia formal, pero no viva y cuando sale a las calles se da cuenta que ocurren cambios. Toman conciencia de la fuerza que tienen y que la representación que han transferido al poder político no es la que corresponde”, explica.
En la misma línea, un informe de The Economist Intelligence Unit expuso que, tras el 18-O, Chile por primera vez es calificado como una “democracia plena”. La unidad ya no considera al país como “democracia defectuosa” y la razón radica en la alza en la participación política después del 18 de octubre.
Tanto las multitudinarias participaciones de los ciudadanos en las manifestaciones, que han tenido lugar a lo largo del país, como el inicio de un proceso constituyente a partir del plebiscito de abril, son los factores que incidieron en el resultado.
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Estos informes respaldan la tesis sobre brecha entre las aspiraciones de la ciudadanía y lo que ocurre en la democracia, es decir, que se respalde el sistema de gobierno, pero no a quienes lo constituyen ni lo que hacen.
Emmanuelle opina que “son muchos los elementos que hacen que la evaluación del funcionamiento actual de la política sea mala”, especialmente desde que quedaron al descubierto casos como SQM, Penta o Caval, “pero que objetivamente no se ha inventado ningún sistema mejor que la democracia”.
¿Hay salida?
Tras conocerse los resultados de las encuestas, parlamentarios de distintos sectores aseguraron que deben realizar una autocrítica respecto a su labor.
El diputado Gabriel Boric (Convergencia Social) apuntó que los partidos políticos “tenemos que ser capaces de poner nuevas funciones sobre la mesa y abrirnos a los movimientos sociales”.
“No hemos estado a la altura, por eso todos tenemos que cambiar. La tradición no consiste en la adoración a las cenizas, sino en la preservación del fuego. ¿Qué es lo que significa? Que la mejor manera de defender hoy día a las instituciones es transformándolas profundamente. Hay que escuchar al pueblo para terminar con las AFP, no sólo para maquillarlas, hay que avanzar con tener pensiones dignas y sueldos que alcancen para una vida digna”, reflexionó.
Por su parte, el diputado Patricio Melero (UDI) opina que los cambios deben ser mediante diálogo y “estando dispuestos a no enamorarse de sus propias ideas”. “(Hay) que entender que de al lado pueden tener muy buenas (propuestas) también. Creo que están las condiciones para avanzar”, manifestó.
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La fractura de confianza entre ciudadanos y políticos no es fácil de solucionar según las impresiones de los analistas.
Para Andrés Callís, una posible solución es que Chile tome algunos aspectos de la democracia directa, tal como lo hace Suiza.
“Dado que no existe el procesamiento de las demandas de las personas, la ciudadanía puede exigir que esas demandas se voten. En Suiza y países de Europa, cuando hay tardanza y la clase política no se pone de acuerdo, se hace un plebiscito y se determina la salida”, comenta.
Andrés indica que la democracia directa es una forma de “resolver ciertos nudos”, pero enfatiza en que en Chile también debe existir una renovación de los representantes, es decir, acortar sus períodos de cargos.
Asimismo, Emmanuelle acota que sí es necesario avanzar hacia democracias directas, pero que hay que cuidar las formas para que, por ejemplo, no se involucren propuestas populistas. En el caso particular de Chile, cree que hay una “resistencia de la élite en dar mayor espacio a la participación”, ya que “tienen mucho miedo al pueblo”.
“La cultura política chilena no es muy proclive o no tiene mucha confianza a este tipo de mecanismos, pero hay que avanzar hacia ellos”, comenta.
Por este motivo, sostiene que debe haber una redefinición de los vínculos tanto del ciudadano al político, como del político al ciudadano, y que, también, debe estar acompañado con educación cívica.
Callís considera otro factor que aparece en esta crisis de representación: el cambio conductual de las personas. “Transfieren el poder, pero se desvinculan del que votaron de forma muy rápida. El principio de inmediatez de los electores no va en ritmo del sistema político”, explica.
¿Cómo se reencanta a la ciudadanía?
Ya que el rol de los políticos en el estallido social ha sido ampliamente criticado y la brecha entre la confianza ciudadano-político es cada vez más grande, uno de los desafíos a plantearse es cómo reencantarlos.
Barozet opina que es complejo, ya que hay posiciones ambiguas en ambos actores.
“Nos alternamos entre las esperanzas de que las cosas pueden cambiar, pero después nos da susto cuando dicen que vamos a tener que colaborar más entre nosotros como a través del sistema solidario (pensiones)”, asevera.
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Se considera, además, que una de las palabras que más se repiten entre los ciudadanos es que los políticos no los escuchan. La clave, para Callís, es procesar las demandas y crear respuestas simbólicas, estructurales y enfocarse en los más desposeídos.
Señala que una solución simbólica es poner fin a la reelección indefinida o no tomarse vacaciones durante febrero.
En cuanto a la respuesta estructural, expone que “hay que tocar a los más ricos” y que el foco a los más desposeídos implica un aumento de pensiones, sueldo mínimo o disminuir brechas salariales.
Tras conocer los resultados de las encuestas, la diputada comunista Karol Cariola planteó la idea de que se adelanten las elecciones generales, fijadas para el 21 de noviembre de 2021 y, con ello, poner sus cargos a disposición.
Por su parte, el senador Manuel José Ossandón (RN) comentó a CNN Chile que es importante salir a la calle para conversar con la gente, leer las redes sociales y sentir el malestar. De la misma forma, puntualiza en que se debe dejar atrás “la política de trincheras”.
“No puede ser que cada uno reme para el lado que conviene. Hay que tener prioridades y trabajar, dejando la izquierda y derecha de lado. La gente está aburrida de los shows y las peleas, quiere vernos trabajar de manera seria”, dice.
En ese sentido, el director de Tú Influyes recalca que los políticos deben cambiar su actitud, ya que el rechazo de las personas aumenta cada vez más “porque no ven pérdida de privilegios” y eso en la actual crisis toma una principal relevancia.
Por esta razón, mientras esta barrera permanezca, la fractura continuará firme entre la ciudadanía y la política.