Fernando Valle cuenta cómo, tras la trágica muerte de su pareja luego de dar a luz, vivió un luto que lo volcó a criar a su hijo con la memoria de su madre siempre presente. Un relato que puede sacarle lágrimas hasta el más duro.
“Pololeé cinco años con la Romi y estuvimos casados otros dos. Fuimos muy felices. Teníamos muchos proyectos para una vida juntos hasta viejos. Con ella pan y cebolla. El embarazo de la Romi fue normal, sin complicaciones. Ella quiso hacer de todo para que el parto fuera perfecto. La acompañé a cursos de meditación y a esos que hacen en las clínicas de maternidad. Fue una etapa en la que compartimos juntos el proceso”.
Así comienza una columna publicada en Revista Paula que lleva por título “Quedé viudo tras el parto”, la cual relata la experiencia sufrida por el paisajista Fernando Valle tras el nacimiento de su único hijo y la muerte de su pareja luego de dar a luz.
“Pero hubo una complicación post cesárea. Matías nació el 3 de septiembre. Y días después, la Romi falleció. Ella alcanzó a tenerlo en brazos, a mirarlo, a alimentarlo. Estaba feliz. Después la cosa se fue poniendo más delicada, pero yo igual le llevaba a Matías. Se lo ponía encima. Lo veía como un ejercicio para que ella lo sintiera y reaccionara. A pesar de lo que me decían los doctores, pensaba que iba a salir adelante. Nunca perdí la fe, hasta el último minuto, cuando todos los indicadores sistémicos se fueron a cero. Ahí me volví loco. No lo podía creer”; continúa el texto.
Romi desde el más allá
La muerte de Romi fue inesperada y terrible para Fernando. Pese a que recibió el apoyo de amigos y familiares, sufrió un fuerte periodo de estrés y depresión. “Estaba destruido. Se había muerto mi proyecto de vida, lo que anhelaba, todos mis sueños”, expone.
Durante esa época, y en su intento por comprender por qué pasó lo que pasó, Valle fue incluso hasta donde una médium, que le dijo que Romi no podía entender cómo se podía haber muerto en ese momento y que fue muy difícil para ella partir y dejar a su hijo recién nacido. “También en este tiempo he ido al tarot, al sicólogo, al siquiatra. Me lo he llorado todo”, cuenta.
Si bien el paisajista se declara reacio a “todas estas cosas”, sí reconoce que le han ocurrido cosas “bien inexplicables, casi mágicas”. Como un día en que sintió la presencia de su ex pareja con un pajarito que entró a su pieza, se puso en la mesa y caminó hacia su rodilla. O que cuando su hijo miraba un punto fijo en la pieza sonreía, probablemente por la presencia de Romi.
“Otra vez, una prima habló de esto con una amiga que va donde esta misma médium y al día siguiente de esa conversación salió al jardín y se encontró en el pasto, mágicamente, con un conjunto de tréboles que formaban un corazón. Como soy paisajista, me emocioné mucho con ese detalle y hoy lo tengo enmarcado“, relata.
Un amor para siempre
Fernando tuvo no sólo que aprender a lidiar con la ausencia de su esposa, sino también con la paternidad por sí solo. “No podía mirar a Matías sin ponerme a llorar, porque me daba una pena inmensa pensar que la Romi se estaba perdiendo todo esto”, señala.
“El tema de ser padre y madre no me lo cuestiono. Quizás me he tenido que hacer cargo de cosas que generalmente recaen en las mujeres, pero no me complico con la logística. Tengo un cuaderno de anotaciones donde escribo las vacunas y las idas al doctor. Le doy la mamadera cada vez que puedo, y me preocupo de mirarlo cuando lo hago”, explica.
Valle se preocupa de mostrarle día a día fotos de Romi para que sepa quién es su mamá, pese a que tiene menos de un año, asegura que mira los retratos de una manera especial, que le da besos a la imagen y le dice “mamá”. No obstante, piensa en cómo será cuando sea más grande y le tenga que explicar lo que pasó. “No quiero que sienta culpa, porque él no tiene la culpa de nada, es un ser completamente inocente. Pero sé que voy a tener que prepararme para eso”, asegura.
El emotivo texto cierra con una reflexión que puede hacer caer lágrimas a cualquiera:
“La Romi era súper justa, cero prejuiciosa y muy respetuosa de todo. De las clases sociales, de las distintas religiones, de las minorías de todo tipo. Yo soy más tradicional y me encantaba cómo ella permanentemente me enseñaba a ser más abierto. Por eso, no me gustaría que Matías fuera tajante, como era yo antes de conocer a su mamá. Quiero que tenga eso de ella: que conozca el mundo, que sepa que hay de todo y que lo valore y lo respete. También me gustaría que sienta la libertad de hacer las cosas que le gustan con decisión y no con miedo. La Romi era temerosa, y siempre me decía que se había enamorado de mí por lo decidido que soy en hacer lo que quiero. Me gustaría que eso que a ella le gustaba de mí, Matías también lo herede”.