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Como un anhelo de justicia fue tomado por familiares de detenidos desaparecidos y exiliados políticos el arresto del entonces senador vitalicio en The London Clinic. Pese a que finalmente fue liberado, las víctimas del régimen recuerdan el hecho como una victoria.
“Y ya cayó, y ya cayó”. Ese era el principal cántico que se escuchó el 17 de octubre de 1998 en diversos sectores de Santiago y de todo el país. El día anterior, a las 22 horas, el gobierno de Chile había sido notificado de la detención en Londres de Augusto Pinochet Ugarte.
El ex dictador chileno -que se encontraba internado en The London Clinic por una operación lumbar- recibió la visita de Scotland Yard, la policía de Reino Unido, con una orden de captura internacional emitida por el juez español Baltasar Garzón, quien, apoyado por el principio de “jurisdicción universal”, logró detenerlo y acusarlo de crímenes de lesa humanidad.
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La noticia no solo impactó a la sociedad chilena, sino que también tomó por sorpresa al mundo político. El presidente Eduardo Frei, que en ese momento estaba de gira en Lisboa, presentó una queja formal ante las autoridades inglesas, asegurando que esto atentaba contra la inmunidad diplomática que protegía al entonces senador vitalicio. “Defendemos principios, no personas”, aseguraba por esos días el mandatario.
Por su parte, los líderes de la UDI se manifestaron junto a los adherentes de Pinochet en cercanías de las embajadas de Inglaterra y España en Santiago, mientras que los representantes del PPD y el PC criticaron la actitud del Ejecutivo y respaldaron la decisión del juez Garzón.
“Es una oportunidad para Chile, una oportunidad de reparación, de convivencia de futuro. Quisimos solidarizar con un grupo de artistas y familiares de detenidos desaparecidos. No es un acto político”, aseguró el entonces diputado Guido Girardi, quien llegó a la sede diplomática británica acompañado de detractores del ex comandante en jefe del Ejército.
Tanto los exiliados como los familiares de detenidos desaparecidos vivieron una verdadera catarsis el día de la detención de Pinochet. La decisión de Baltasar Garzón representaba una posibilidad de la anhelada justicia, que hasta ese momento veían tan lejana, y del fin a la impunidad que gozó el entonces senador vitalicio.
Cerca del mediodía del sábado 17 de octubre, la prensa nacional -a través de radios y televisión- informó que el ex dictador quedaría bajo custodia de la policía británica. De inmediato, los detractores del régimen salieron a las calles a celebrar.
Los más eufóricos se tomaron las calles, cantaron, saltaron y desafiaron a la policía uniformada, que se desplegó por Santiago para detener posibles desmanes.
Otros, principalmente agrupaciones de familiares de detenidos desaparecidos (DD.DD.), salieron a celebrar con globos blancos y las reconocidas pancartas con los rostros de las víctimas. Incluso, algunos intentaron acercarse a las embajadas para entregar cartas de agradecimiento dirigidas a las autoridades.
“Tengo muchas esperanzas, espero que se haga justicia. Si no, para eso estamos nosotros, que no lo vamos a dejar tranquilo”, afirmó a CHV una madre que perdió a su hijo en dictadura.
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Durante los 17 años del régimen de Pinochet, fueron miles los chilenos que dejaron el país por razones políticas.
Una vez que se difundió la noticia de su detención, varios chilenos llegaron hasta The London Clinic, donde estaba internado el general en retiro, para manifestar su alegría por la detención. “We want justice”, se escuchaba en las afueras de la clínica londinense.
Uno de ellos fue Vicente Alegría, quien no solo llegó hasta el centro médico para manifestarse, sino que además visitó varias veces la casa donde estuvo recluido el ex dictador en Virginia Waters, en las afueras de Londres.
“A Pinochet especialmente le molestaba el bombo. Nosotros íbamos y bam, bam, bam, estábamos todo el día. Los vecinos decían que no había problema, porque era durante el día, no durante la noche”, afirma Alegría en el reportaje “Pinochet, sus últimos años” de TVN.
En el mismo trabajo periodístico, el coronel (r) Juan Gana, escolta de Pinochet, reveló que se hizo una costumbre que personas protestaran con cánticos, tambores y carteles en las afueras de la residencia. “Generó mucho problema en el barrio”, afirmó y reveló que el dictador sí escuchaba las manifestaciones en su contra.
La detención de Augusto Pinochet no solo fue significativa para los familiares de las víctimas del régimen, sino también para el justicia internacional. La decisión del gobierno británico de acoger la orden del juez Garzón -y mantener en prisión al ex dictador durante 503 días- marcó un antes y un después en materia de derecho.
“Fue la primera vez que se estableció que un ex jefe de Estado no tenía inmunidad ante crímenes internacionales como la tortura”, explicó el profesor de la Universidad de Chile, Claudio Troncoso, a la BBC.
Pese a que el 2 de marzo del año 2000, el entonces ministro del Interior británico, Jack Straw, autorizó la libertad de Pinochet por razones humanitarias y finalmente no fue sometido a juicio, para los familiares de los detenidos desaparecidos sí fue una victoria que estuviera en prisión.
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“Para el mundo de los derechos humanos, la detención de Pinochet fue algo extraordinario, porque lo sentimos como algo propio”, afirmó Carmen Hertz, abogada y actual diputada, al programa “Mentiras Verdaderas” en 2017. “En ese momento apostamos por la acción de la justicia internacional. Se viajó a Londres, entregamos antecedentes para que el juez Garzón pudiera sostener la detención de Pinochet en Londres”, agregó.
“La Cámara de los Lores en dos ocasiones determinó que era extraditable (a España). Si no es por el lobby frenético que el gobierno desarrolla para traerlo de vuelta, presionado por los poderes fácticos, Pinochet se queda en Europa interponiendo recursos. Como víctimas, apostamos por la justicia internacional porque sabíamos que en Chile no había garantía de que fuera juzgado”, concluyó Hertz.
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