Eliana Villegas Cabrera (59) fue una de las pocas personas que, en aquel decisivo año, estaban inscritas en el padrón electoral y aún así prefirieron no ir a sufragar ni por el SÍ ni por el NO. Acá las razones de su abstención.
—¿Por qué no quiso participar del plebiscito?
—Principalmente, porque era un plebiscito gestado y sustentado en una Constitución espuria, hecha por cinco personas. Ilegítima, porque fue elaborada por la dictadura. Yo no iba a legitimar ni a legalizar esa Constitución. Fue una decisión de un grupo de personas, de una agrupación política de la que formaba parte, no solamente mía. Pero, de todas formas, al final la decisión es tuya, ¿no?
—¿Cómo era la actividad política de ese grupo?
—Nosotros sabíamos que cualquier medio que sirviera para salir de esa situación tan horrorosa había que apoyarla. Pero por otro lado, también teníamos desconfianza, no sabíamos si es que efectivamente se ganaba se iba a reconocer. Éramos un grupo que no íbamos en contra de las personas que estaban trabajando por el NO, incluso muchas veces los apoyábamos. Asimismo, nos estábamos preparando para ver qué hacíamos esa noche si no se reconocía el NO. Si eso pasaba, la opción era salir a las calles, generar una ola de protestas. Algo que finalmente no se dio, porque lo reconocieron a última hora.
—¿Militaba en esa agrupación que menciona?
—Sí, yo militaba. En ese momento me había retirado del MIR y me había ido al Partido Socialista Allendista.
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—¿Se sentía representada por alguna de las franjas, la del NO en particular?
—No, para nada. Votar por el NO significaba no sólo legitimar la Constitución; sino también legitimar a los políticos que habían negociado con la dictadura la vuelta “a la democracia”.
—La Concertación.
—Para mí toda la Concertación, o la Alianza Democrática que se llamaba en ese tiempo, no me representaba para nada. Ellos no cuestionaban el modelo económico. Para mí, no era solamente un cambio en Derechos Humanos políticos, sino que eran todos los derechos humanos sociales: la economía, la salud, la educación. Es todo un modelo implantado que hasta el día de hoy existe. Entonces, cada vez que viene el 5 de octubre digo: “qué bueno que no fui cómplice de legitimar lo que está sucediendo incluso actualmente en mi país”.
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—¿Se arrepiente de no haber votado?
—Para nada, porque no cambió nada. Para empezar la alegría nunca llegó. Vamos al ejemplo de la lucha de dirigentes por causas indígenas, con el caso de Macarena Valdés que fue asesinada. Estos montajes que le hacen a los mapuches. Entonces siguen las mismas prácticas, solo que están menos visibles. Porque las comunicaciones se encargan de no mostrarlo. Hay una responsabilidad ahí también de ustedes los periodistas.
—¿Cómo recuerda la franja del NO?
—La encontraba divertida. Pero también era como coherente con lo que se venía. Todo era como light, como publicitaria, como con rostros que tampoco eran tan rostros; no representaban el dolor de lo que significaba la vivencia de la dictadura. Entonces, la verdad, yo no estaba de acuerdo con eso, no me emocionaba mirando la franja del NO. Lo que sí me emocionaba era que la gente se ilusionaba. Eso fue lo que me gustó. Eso rescataría, ya que generó expectativas, generó ganas de cambiar lo que estábamos viviendo, y movilizarnos. Creo que eso, en definitiva, es lo que más se puede rescatar: la movilización de la gente.
—¿Cree que algo así se podría volver a repetir hoy?
—Ya hay un gran movimiento en este minuto, tratando de juntar el máximo de posturas, Como lo que viene haciendo el Frente Amplio. Es un panorama que, si bien viene con distintas ideologías, la idea base es muy parecida a la del NO. Creo que hace rato hay movimientos que se están articulando y que van a generar lo más probable: un cambio muy pronto. Tengo esa confianza de que se generarán cambios. Los movimientos de No+AFP o los de las mujeres están diciendo desde distintos espacios “queremos cambiar este mundo”.
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—Volviendo al plebiscito, ¿cree que lo “entretenida” que fue la franja del NO propició que el tema de los Derechos Humanos tuviera menos preponderancia de la que debería?
—Creo que el haber aceptado un plebiscito para una salida democrática y negociada estaba explícitamente diciendo “sí, recuperemos la democracia y olvidémonos del dolor del pueblo pobre”. Esa era mi lectura ya en esa época, y la reitero. “Hay algo que tiene que ver con los derechos humanos, más allá de las torturas y las desapariciones -que son el horror más grande- también está la pobreza. La gente en ese tiempo gritaba a puro pan y té. La gente no estaba comiendo. Entonces llegó este grupo de políticos que si bien nos sacó del horror visible, el pueblo pobre siguió siendo pobre. No creo que haya sido la franja entretenida, es mucho más profundo que eso”.
—Si no era mediante un plebiscito, ¿cómo se podría haber derrocado la dictadura de manera legítima?
—Siempre se protestó, pero cuando las protestas retoman y son protagonistas fue a partir del año ’83. Lo que vino a hacer la negociación de la Alianza Democrática fue justamente parar esa movilización, donde estaban todas las bases unidas precursando por el cambio. El plebiscito vino a parar ese movimiento social generalizado, el cual podría haber devenido quizás en un cambio mucho más legítimo y no tan negociado.