En conversación con CNN Íntimo, la psicóloga conversó sobre sus pasiones, analizó la situación del país y recordó a su hermana, detenida desaparecida en dictadura. "Yo ya me despedí de ella y sé que no la vamos a encontrar", comentó.
Ana María Aron se ha dedicado a la psicología por más de 50 años. Actualmente, es una de las voces más reconocidas en lo que respecta a la resolución de conflictos y a la intervención en situaciones de crisis.
Proveniente de una familia judía, sus abuelos llegaron a Chile huyendo del exterminio en Rusia y, pese a ser conservadores y observantes de las tradiciones, también eran abiertos y respetuosos.
Sin embargo, su historia cambió para siempre en noviembre de 1974, cuando una patrulla de la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA) detuvo a Diana, su hermana menor de sólo 24 años, a quien nunca más volvió a ver.
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Madre de tres hijos, hoy es una abuela todo terreno. Se mete al mar a practicar body con sus nietos, le gusta bailar, tocar guitarra, ver teleseries turcas y, aunque sepa que usar chalecos tejidos ya no es tan popular, igual los hace.
Es profesora emérita de la Universidad Católica, donde hasta ahora sigue haciendo clases. Además, en su amplio currículo no académico también se incluye el haber asesorado a Steven Spielberg en un documental sobre el holocausto judío.
En entrevista con CNN Íntimo, Ana María Aron Svigilisky conversó sobre sus pasiones y analizó la situación del país. Asimismo, contó detalles sobre la desaparición de su hermana: “Yo sé que no la vamos a encontrar”, confiesa.
Lecciones pandémicas
Para la psicóloga, la pandemia “nos contactó más con cómo somos y, por ejemplo, desde el punto de vista del género, puso en relieve la cantidad de cosas que hacen las mujeres. También nos dimos cuenta los niveles de locura de trabajo que tenemos, o sea, de que el tiempo libre era mucho menor del que deberíamos tener”.
Aron afirma que durante la crisis sanitaria aparecieron “los dos Chile, que siempre supimos que estaban, pero se pusieron mucho más en relieve”. “La gente que vive en situaciones más precarias (…) lo pasó pésimo. Estar encerrado en una casa donde tienes todas las comodidades no es lo mismo que estar en un espacio reducido”.
—En el país veníamos también con una salud mental bien deteriorada.
—Somos un país que no tiene buenos niveles de calidad de vida. De partida, sabemos que trabajamos más que el resto del mundo, no producimos más, pero trabajamos más horas. Tenemos esta cosa de invertir muchas más horas en el trabajo que en lo que es en la vida de familia o de ocio.
—Venimos de muchas décadas que debemos reparar. La dictadura nos enseñó que había que desconfiar y luego el sistema capitalista que uno se las tiene que arreglar solo.
—La confianza es una de las cosas en las que se basan los grupos humanos (…). Eventos como la dictadura fracturan la confianza y eso crea climas de inseguridad. Hoy sabemos que cuando alguien está en un ambiente inseguro, por lo que sea, se activan sus sistemas de alarma y se desactivan funciones como la creatividad.
—¿Cómo se reconstruye la confianza?
— La confianza se reconstruye en espacios de intimidad. No es un decreto. Uno confía en los que conoce, ya que uno no puede confiar en alguien porque te dijeron que era confiable. Entonces, se deben poder recuperar los espacios de conversación.
—¿Cómo ves al Gobierno actual?
—Este Gobierno me encanta la energía y el ímpetu que tiene, pero creo que hace falta más gente vieja, y ni siquiera vieja, gente más mayor, que regule un poco, porque la vida es así (…). Tenemos que ser todos juntos, eso es la diversad y la diversidad es riqueza.
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—Tú haces intervenciones grupales, ¿cómo se trabaja en grupo?
—Siempre deberíamos hacer trabajo en grupo. Algo pasó que nos distorsionó (…) y nos hizo pensar que las personas eran de a una, que los problemas eran de uno, del ombligo para adentro, cuando la verdad es que nosotros somos animales sociales y el trabajo en grupo es infinitamente más fácil que de a uno.
Según Aron, la idea de empezar a trabajar en grupo “a muchos profesionales les asusta (…), pero el grupo trabaja solo, no es que tengas que trabajar varias veces. Uno crea un contexto de acogida, de contención, el cual se fortalece con los recursos que tenemos, y el grupo parte solo.
—Tú trabajaste en Antuco, tras la tragedia donde murieron 44 soldados y un sargento.
—Fue difícil y una cosa bien traumática, para mí, sobre todo, ya que mucha gente me decía ‘tú tienes una hermana detenida desaparecida, ¿cómo vas a trabajar con el ejército?’ y yo respondía que los chiquillos que fallecieron ahí y sus familias no tenían nada que ver con los militares que hicieron desaparecer a mi hermana.
Vivir la pérdida
Diana, la hermana menor de Ana María, abrazó las ideas de izquierda durante el gobierno de la Unidad Popular. Al momento del golpe militar, sus padres, Perla y Elías, estaban viviendo en Israel, Raúl, el hijo del medio, había emigrado a estudiar a Estados Unidos y sólo ellas dos estaban en Chile.
—Diana era súper de izquierda y tu familia para nada.
—En términos ideológicos, mi familia era de derecha, pero ellos sentían compasión hacia las personas con problemas. Mi casa era de acogida, no había nadie que no tuviera un problema en la comunidad -o fuera de la comunidad- que no llegara a mi casa. Había una cosa social muy fuerte.
—Pero tus papás durante la Unidad Popular decidieron irse.
— Decidieron irse y se fueron principalmente también por la Diana, ya que ella estaba muy comprometida. Mi hermana comenzó a ser de izquierda en la Universidad Católica.
—La pareja de Diana pertenecía al Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), ¿cuándo sabes tú que hay problemas y que ella no aparece?
—La detuvieron un martes y yo supe el miércoles. La Dianita tenía 24 años y yo no sabía qué hacer y se me ocurrió ir a la comisaría a hablar con Carabineros (…) . Fui con mi hija de un año, hablé con el teniente y le dije ‘acabo de enterarme que que a mi hermana la detuvieron y no me atrevo a ir a su casa sola, a ver si usted me puede prestar un par Carabineros que me acompañen’.
“El teniente se levantó y me dijo ‘señora, no la podemos acompañar, no nos podemos meter en eso, pero por favor no vaya, menos con su niñita chica, porque estos gallos se quedan adentro de la casa y esperan a ver quién va y se los llevan a todos’. Yo tenía la llave de la casa de mi hermana, pero ahí me bajó más la cordura, me fui a mi casa y entendí que era una locura haber ido allá”, relata.
—¿Y cómo seguiste?
—Empecé a hablar con toda la gente que se me ocurría que me podía ayudar. Estaba sola acá y con un marido que no era exactamente de izquierda, por lo tanto, estaba muy sola. Acudí a mis amigos (…) e inicié el periplo, a buscar, a conversar, fue todo muy difícil.
Una pena que persiste
La psicóloga interpuso los primeros recursos de amparo, tocó puertas, preguntó, recorrió centros de detención, pero hasta ahora no hay respuestas. Diana es uno de los 1.200 detenidos desaparecidos y Ana María dedicó gran parte de su vida a su búsqueda y a trabajar desde su experiencia a que la sociedad sea un poco mejor.
“La busqué muchos años, yo creo que hasta que detuvieron a su pareja, a Luis. En esa época era muy difícil contactarse, pero recibo una llamada telefónica una vez de alguien que no conozco y me dijo ‘me dieron su teléfono, quiero decirle que Luis, la pareja de Diana, está en Tres Álamos y quiere que lo vaya a ver”, afirma.
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Ana María narra que acudió al centro de detención y conversó con él. “Lo vi en unas condiciones psicológicas espantosas (…). A él lo habían torturado mucho físicamente, pero psicológicamente con la Diana, y finalmente le dijeron que ella había muerto y él me lo dijo a mí, pero esto fue cinco o seis años después que la hubieron detenido”.
Respecto a la posibilidad de hallar sus restos, afirma que “está en paz”. “Yo ya me despedí de mi hermana y sé que no la vamos a encontrar. Decían que a los detenidos que estaban en el Hospital Militar, y que morían ahí, los tiraban al mar y creo que ahí está”, reconoce.
—¿Pudiste hacer el duelo?
—Creo que sí, conversando muchísimo. Empecé a hablar acerca de ella, porque una de las cosas que pasó durante la dictadura era la ley del silencio. No podía hablar con mis hijos, ellos no sabían de la Diana, sabían que tenía una hermana, pero no más, porque cómo le cuentas, qué le cuentas.
Ana María detalla que con el pasar del tiempo, y cuando llegó la democracia, empezó a tener nietos y ellos le comenzaron a preguntar sobre su historia. “Hablar de Diana me fue ayudando a elaborar el duelo, pero la pena una la tiene siempre”.
Finalmente, la psicología recalca que ella y quienes sufrieron durante la dictadura deben “ser guardianas de la memoria”. “Hay muchas personas que son traficantes del olvido, que se las arreglan para poner una lápida de las cosas que pasaron. Entonces, uno que vivió eso tiene el deber de contarle a la gente joven lo que pasó”.