En entrevista con CNN Íntimo, la periodista y doctora en Historia de la Universidad de Stanford conversó sobre su vida familiar y sus inicios en la historia. Además, entre otras cosas, reflexionó sobre el proceso constituyente.
Ana María Stuven es la menor de cinco hermanas y perdió a su mamá cuando solo tenía 15 años. Ya sea por presencia y por ausencia, su curiosidad por el mundo femenino ha cruzado su historia.
Se tituló de periodismo en la Universidad de Chile, pero nunca lo ejerció, ya que en vez de eso se dedicó a la Historia. Entró a estudiar en la Universidad Católica y se doctoró en la Universidad de Stanford.
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Ha dedicado su carrera académica a diferentes temas, donde destaca el papel de las mujeres. Sus estudios le permitieron constatar que Chile es un país de mujeres solas, de jefas de hogar, que en las situaciones más diversas han debido ingeniárselas para sacar adelante su tarea.
En entrevista con CNN Íntimo, Ana María Stuven conversó sobre su vida familiar y sus inicios en la historia. Además, entre otras cosas, reflexionó sobre el proceso constituyente: “La manera en que se va a superar la herida de la dictadura es con una nueva Constitución“, afirma.
Relevando a la mujer
Uno de los hitos que marcó la vida de Ana María fue la muerte de su madre. “Es una historia como de mucha pena, porque en realidad yo no tengo muchos recuerdos de mi mamá, son muy pocos, porque ella se enfermó cuando yo era chica”, cuenta.
“Tuve momentos en que ella estaba bien y hubo una relación, pero esta nunca pudo ser cercana. En cambio, sí fue muy cercana con mi papá, ya que fui la quinta mujer, el pobrecito lo único que quería era tener un hombre y cuando nací yo él perdió toda esperanza, por lo que no le quedo otra más que acercarse a mí“, agrega.
—¿Tu padre fue el que te incentivó a ser independiente?
—Mi papá tenía una visión de que sus hijas debían ser todas profesionales, pero ingenieras, abogadas o médicas. Tengo dos hermanas que estudiaron filosofía, una historia y otra servicio social (…), pero igual nos apoyó mucho en ese sentido, así que no tengo recuerdos de haber tenido conflicto por decidir estudiar periodismo.
—¿Fue una educación tradicional y conservadora la que tú tuviste?
—El Villa María, que fue el colegio donde yo estuve, era una mezcla, ya que era un colegio católico, pero te incentivaba mucho la creatividad. Yo siempre digo que no aprendíamos nada de nada (…) Teníamos lo que era ese Estados Unidos después de la guerra, que era uno donde había como mucho incentivo a la creatividad.
—Tú cuentas que fuiste rebelde, ¿por qué lo dices?
—Porque me portaba mal en el colegio, tenía mal conducta. De hecho, a mí me echaron cuando estaba en lo que hoy día sería segundo medio, pero me aceptaron de vuelta al tiro. (…) Tenía mala conducta, pero, por otra parte, yo me sentí muy apoyada y querida en el colegio, tengo muy buenos recuerdos.
—Eran finales de los ’60, cerca de la revolución del ’68, donde hubo cambios como la píldora anticonceptiva o las minifaldas, ¿cómo viviste ese momento?
—Era un cambio epocal y yo tenía 18 años para el ’68, pero lamentablemente a nosotras no nos tocó. Esa era como la parte negativa de nuestro tipo de educación, ya que vivíamos muy al margen de la realidad (…) Éramos bastante superficiales, vanas, con muy poca conciencia de lo que pasaba en realidad. El shock de entrar a la universidad fue muy fuerte.
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—¿Ya en la universidad te comenzó a interesar la libertad de las mujeres y su independencia?
—Siempre sentí que vivía en una sociedad donde existía mucho machismo, donde la posibilidad que teníamos las mujeres de hacer nuestra propia vida era muy limitada, donde las posibilidades eran casarte o nada (…) Ahí había un germen de algo que después pude interpretar, ya sea académica o conceptualmente.
—Luego, te interesaste específicamente por las mujeres en la historia, ¿por qué hiciste ese cambio?
—Estaba trabajando en el instituto de historia de la Universidad Católica y fue un momento de cambio también en la historiografía, ya que en la historia social empezaron a aflorar nuevos temas y ahí la historia de las mujeres se me convirtió en un tópico de mucho interés porque también tenía que ver con mi propia historia. O sea, era preguntar sobre mi propio pasado.
—Descubriste a las mujeres invisibilizadas que no estaban en los libros, mujeres activas que participaban de la vida comunitaria, ¿cómo eran estas mujeres?
—Las mujeres que aparecen como que son seres excepcionales lo son, pero si tú te preguntas por qué ellas están en los libros de historia, es porque hicieron cosas que calzaban con los estereotipos masculinos (…) Sin embargo, lo que a mí me fascinó fue empezar a encontrar mujeres que, dentro de los estereotipos femeninos de género, si existían en la historia, pero no estaban consideradas.
Temor a los “cambios bruscos”
Chile se encuentra viviendo una época de grandes cambios, especialmente en cuanto al rol de la mujer. Respecto a la apertura de las élites a estas transformaciones, Ana María sostuvo que en el país “se ha ido disminuyendo esa élite tradicionalista, que es la que distingo de la conservadora”.
“La clase dirigente chilena continúa teniendo elementos de mucho conservadurismo, pero entendiendo el conservadurismo como una disposición hacia el cambio gradual, o sea, una élite que está dispuesta a entender que las sociedades evolucionan y cambian, pero que no están dispuestas al cambio brusco ni radical”, detalla.
En esta línea, afirma que todavía existen elementos tradicionalistas que son los “reticentes a todo cambio, pero cada vez están más aislados”. “Tengo la impresión de que la sociedad en su conjunto ha ido evolucionando, pero si me preguntas qué paso con el plebiscito, yo creo que afloró ese elemento conservador que le teme al cambio brusco“.
“Estamos viviendo un momento de cambio y aceleración histórica super importante y (…) hemos visto que hay muchos países que están viviendo un retroceso enorme en términos de la aceptación al cambio, tales como en Hungría o en Estados Unidos con Trump, donde se viró hacia un tradicionalismo que suponíamos que estaba totalmente sobrepasado“, añade.
—¿Ejemplo de esto son las leyes de aborto que se están queriendo abolir en Estados Unidos?
—Creo que la candidatura de (José Antonio) Kast era un poco representativa de eso. Sin embargo, al mismo tiempo, lo que se ha demostrado es que una cosa es que estemos viviendo este momento epocal de cambio y aceleración histórica, pero otro es que este seamos un país que quiere una revolución brusca y radical, ya que siento que todavía está muy fresco lo que fue la Unidad Popular y la dictadura, que es una herida que en Chile todavía no ha sanado.
—Este mes se conmemoró el tercer aniversario del estallido social y todavía se trata de descifrarlo. Quedó culto por la pandemia, pero la insatisfacción aún está ahí.
—Esa insatisfacción está ahí, yo creo que en gran parte también por el cambio epocal (…) A mí siempre me gusta pensar el estallido social como una protesta contra la promesa incumplida. La sensación durante todos los gobiernos de la Concertación, donde si bien se creció y hubo mayor bienestar, es que también iba habiendo una revolución de expectativas.
—Te declarabas optimista de la Convención Constitucional, pero llegamos al 62% de rechazo. Hoy hay una nueva oportunidad que se está armando, ¿eres optimista nuevamente?
—Soy optimista y realista. Siempre he pensado que la manera en que se va a superar la herida de la dictadura es con una nueva Constitución, no porque el problema sea la Constitución, ya que todos sabemos que durante el Gobierno del presidente Lagos fue cambiada muchas veces y que puede seguir cambiando, pero por alguna razón, el 15 de noviembre, una intuición genial convirtió esta promesa en la nueva Constitución y esta promesa se canonizó así, entonces es lo que debemos tener (…) Ya está inserto en la promesa que tiene que cumplírsele a la nación.
Una conexión inmediata
La aproximación de Ana María al mundo femenino no ha sido solo a través del estudio, ya que hace 22 años, cuando impartía el primer curso de Historia de Mujeres, se dio cuenta de que frente al Campus San Joaquín de la Universidad Católica, donde trabajaba, había un edificio que no conocía: el Centro Penitenciario Femenino.
La conexión de ella con este lugar fue inmediata. Al poco tiempo ya estaba dando un taller de desarrollo personal para las reclusas y meses después fundó la Corporación Abriendo Puertas, que busca dar a las mujeres las herramientas para que puedan reinsertarse sin volver a delinquir, además de promover criterios de género dentro de la cárcel.
“Fue como una especie de epifanía. Yo pensé que al frente había un parque, una casa de campo antigua, que efectivamente la hay porque la sede de la regional de Gendarmería funciona en esta casa antigua, pero cuando me enteré de que ahí había una cárcel dije ‘aquí hay algo para mí‘, narra.
La periodista confiesa que le ha hecho “mejor a mí que a nadie, ya que fue una liberación de mis propias cárceles interiores, donde empecé a encontrar a estas mujeres que estaban privadas de libertad, pero que había que ayudarlas a encontrar sus espacios de libertad. Entonces, fue un proceso hacia mí y los demás“.
Respecto a la corporación, cuenta que partieron haciendo talleres “que tenían un sentido más bien de conocer y de intuitivamente establecer el vínculo con ellas. Ahora, esto, que fue intuitivo, ha terminado siendo la evidencia internacional académica de que lo que realmente reinserta a una persona es que tenga un vínculo significativo con alguien“.
En cuanto a la reinserción tras salir de la cárcel, afirma que es posible “solamente si hay alguien que está con ellas, que las apoya, que les busca empleo (…), pero es una cosa muy difícil en un país donde en realidad existe tanto temor a la delincuencia que es muy difícil que las personas entiendan que detrás de esta delincuente hay una familia, personas que quieren tener una vida mejor, historias de violencia y de marginalidad. Son culpables de su delito, pero no son culpables de una historia de sufrimiento y de unos traumas horrorosos.
“Hay mujeres que lo logran, tenemos muchos ejemplos de ello, pero eso pasa si tú las tomas de las manos, si tú realmente vas a la empresa y les dices ‘mire, contratela, y yo voy a estar con ellas, yo las voy a acompañar’ o si se las vincula con las redes de apoyo (…), ya que el Estado -que constitucionalmente Gendarmería tiene el rol de reinsertar- no es capaz de hacerlo, no establece el vínculo”, agrega.
“Yo creo que lo que más a mí me ha significado liberación y sentido de vida, aparte de la maternidad, es el trabajo en la cárcel que espero seguir haciendo por el resto de mis días“, reflexiona.