En entrevista con CNN Íntimo, la emprendedora e innovadora abordó sus temprano interés en el mundo de la informática, explicó cómo se gestó el sistema de alerta que la hizo reconocida a nivel mundial y cuestionó la falta de reconocimiento al desarrollo nacional: "Es más fácil reconocer a un futbolista que a un ingeniero, ingeniera, emprendedor o innovador".
Se llama Barbarita Lara y ella misma se define como giro sin tornillos. Sus primeros juegos fueron para armar y desarmar cosas, y aún recuerda la cara de su padre cuando vio que horas después de regalarle su primer computador, lo había desarmado.
Tenía 8 años y vivía en Puerto Williams, la ciudad más austral del mundo. A los 3 días pudo armarlo de nuevo y a los 12 años cuando volvió con su familia a vivir a Viña del Mar, reparaba todos los computadores de barrio. En esas horas aprendió tanto como pudo, era capaz de programar y hackear, también de ser la capitana de su equipo de fútbol e imitar al Pato Donald.
Los orígenes de una emprendedora e innovadora
Barbarita se reconoce como una madre investigadora y solucionadora de problemas, y al ser consultada sobre de qué está hecha afirma que esa pregunta va más dirigida hacia sus padres, puesto que “fueron ellos los que de cierta forma me ayudaron al comienzo (…) cuando yo era muy pequeña ellos me dieron la libertad de, sin importar mi género, ni mi edad, ni mi entorno socioeconómico, hacer lo que yo quisiera, con cuidado obviamente, con control, pero era un giro sin tornillo como se dice en Chile, donde podía hacer de todo”.
—¿Cuál fue la clave para llegar al lugar dónde estás hoy a nivel mundial?
—Aprendí haciendo, equivocándome, que es una de las cosas que tenemos que mejorar en Chile, la gestión del fracaso, ya que como que todos esperan ser perfectos, pero nadie se da cuenta de que para lograr ser exitoso hay que equivocarse y esa fue una de las cosas que aprendí desde muy pequeña, encerrada en una isla, a los 8 años, cuando mi capacidad de asombró estaba al máximo, yo estaba completamente desconectada, sin Internet, teléfono, nada y me enfrenté a la naturaleza, en Puerto Williams, en la isla Navarino.
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—¿Cómo es llegar a Isla Navarino?
—Es la ciudad más austral del mundo y está en Chile (…) creo que es una de las experiencias más ricas que me ha tocado vivir en mi vida porque en la ciudad estamos super protegidos. Cuando estás en la mitad del bosque hay tantas problemáticas y cosas que resolver.
En ese sentido, explica que su interés y gusto por la informática comenzó cuando tenía ocho años, momento en que inició su camino de aprendizaje: “empecé a sacarme todos estos estereotipos de que las niñas no pueden hacer ciertas cosas, estar en el computador (…) era una niña que quería hacer cualquier cosa y no tenía limitaciones porque los deportes, ni los juegos tienen género y eso quizás en el momento no se entendía”.
“Fue mucho de empoderarme, de aprender también otras cosas como arreglar una lavadora, manejar, porque había tanto tiempo libre en la isla y como no habían tantas cosas que hacer, aprendí a hacer un giro sin tornillo, a arreglar cosas. cuando llegué a Viña del mar 4 años después ahí había un mundo sin hacer y yo pesqué mi maletín de giro sin tornillo (…) y me puse a arreglar computadores, me volví una emprendedora”, recuerda.
—¿Cómo eras en el colegio?
—Tenía buenas notas, pero siempre he sido rebelde. Entonces, les molestaba que yo fuera quizás un tanto rebelde también en clase, ya que discutía sobre las cosas, yo quería cuestionarlo todo. Yo le dije a mi mamá ‘oye, si yo voy a ser la mejor, voy a ser la mejor en cualquier lugar, da lo mismo el colegio’, pero sí notaba muchas diferencias (…) Ahí me volví rebelde, pero de justicia. Necesitaba que todas tuviéramos acceso a la educación porque a mi me empoderó mucho conocer (…) encontraba tan injusto que nos cuestionaran porque nosotras queríamos aprender más, o por lo menos, estar al mismo nivel que cualquier persona del colegio.
—Ahí ya tenías clara cuál era tu vocación
—Yo estaba segura que iba a ser informática, hasta que me golpeé la cabeza y tuve un TEC cerrado y perdí la memoria. Cuando empecé a recuperar la memoria quería estudiar medicina. Por alguna razón me acordaba de la clave de Windows que yo instalaba cuando arreglaba computadores y como que eso me empezó a conectar a algunas cosas antiguas de ‘oye, parece que lo mío era la informática’ y empecé a reencontrarme conmigo misma porque yo era una niña hacker a los 12 años.
En ese contexto, detalla que tuvo que volver a aprender a caminar y escribir, además de pasar tres meses en “una especia de pruebas orales” en los que no conseguía conectar una serie de conceptos. “Después tuve otro TEC y así como que se juntaron las cosas, una neuritis vascular que hizo como que se me apagara el cerebro cada cierto tiempo (…) pero estuve como tres meses reencontrándome y buscándome (…) me sentía un subproducto de la sociedad, cumpliéndole a todo el mundo, menos a mí misma, como que no me encontraba”, rememora.
“Hice todo lo que no tenía que hacer”
“Entré a la universidad a estudiar civil informática, me enamoré tanto que quedé embarazada, ahí conocí a mi esposo. Hice todo lo que no tenía que hacer (…) los papás esperan para los hijos también un camino de éxitos nomas, que no te equivoques y eso es lo que no deberíamos esperar de nuestros hijos, deberíamos esperar que se equivoquen, que aprendan de los procesos. En fin, después volví a estudiar. Me metí a la Santa María a estudiar civil electrónica y me encantó todo el mundo de la electrónica, ahí me empecé a encontrar conmigo misma”, explica.
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En ese contexto, asegura que en su primer año “se echó” todos los ramos, pese a que se esforzaba mucho estudiando. “De repente entendí que era esa mochila, el miedo al fracaso, a equivocarme, qué es lo que la sociedad esperaba la sociedad de mí, ser la mamá, esposa e hija perfecta, que muchas mujeres se sientan también con esa carga gigante de que no se pueden equivocar, que la mamá no puede fallar (…) y eso me jugó en contra”.
“Yo veía gente estresada, con depresión y hasta ganas de suicidarse por un ramo, y decía ‘oye si la vida no es la universidad, hay algo más allá después de esto’ y yo lo que quería era ayudar a las personas”, ahonda.
—¿Y eso cuándo fue?
—Me sentí super impotente al sentir que en el 2010 no existiera una herramienta lo suficientemente potente para comunicar a la población después de un desastre (…) tuvimos un tsunami y 156 personas murieron porque no fue debidamente anunciado y yo decía ‘estamos en el 2010 y no hay ingenieros o gente profesionales que en conjunto se pusieran de acuerdo para decir ‘esto es lo que hay que hacer, hagámoslo’.
“Yo guarde esta idea, lo probé en verano eso sí, hice una prueba con código morse (…) lo probé, funcionó y lo dejé para cuando tuviera tiempo y cinco años después viene la feria de software del departamento de informática, lo empezamos a hacer y funcionó, lo patentamos y ganamos dos premios mundiales de innovación y todo lo que pasó después (…) y dices oye si se puede, si se pueden hacer cosas potentes, da lo mismo que sea la universidad, es mejor que sea desde la universidad porque está en un lugar seguro, si en el peor de los casos te va mal tienes un título universitario y sigues tu vida y da lo mismo. (…) mi sueño es hacer institutos públicos de innovación donde personas como yo puedan tener estos espacios para crear”, añade.
—Afuera empezaron a ser reconocidos y a validar el sistema
—Una vez que fuimos reconocidos afuera empezó todo este proceso de reconocimiento interno tardío y lo que yo busco es que no sea así nunca más, que nosotros podamos detectar el talento chileno desde el comienzo (…) es más fácil reconocer a un futbolista que a un ingeniero, ingeniera, emprendedor o innovador (…) desde el 2010 hasta ahora ha habido cambios, y yo agradezco a la prensa también de que se de estos espacios de poder visibilizar más, pero ha sido un trabajo de todos de visibilizar a las mujeres y hombres que están haciendo cambios en el mundo de la ciencia y la tecnología, que esto no es solo del mundo de la academia.
—¿Qué ha pasado con este sistema de alerta?
—Paseamos por el mundo mostrando lo que habíamos hecho, es super difícil entrar en los gobiernos porque todos tienen regulaciones específicas en cuanto a telecomunicaciones, nosotros intentamos ponerlo en Chile, pero siempre tuvimos problemas para poder entrar, fuimos certificados por la Subtel como capaz de funcionar sin ningún problema, pero por alguna razón no tienen ganas de aceptar el desarrollo chileno, porque no hay otra explicación
Su candidatura a la Convención y el proceso constituyente
—Tu quisiste ser constituyente por Independientes No Neutrales, pero no te eligieron, ¿por qué quisiste ser constituyente?
—Para poder hacer que las cosas pasaran yo dije ‘bueno, si no es a través de la academia específicamente o a través del emprendimiento, tienen que ser a través de las políticas públicas’, yo soy una fiel creyente de que la tecnología y la ciencia es el motor para el desarrollo de las regiones. (…) de todos los viajes por el mundo que he hecho puedo importar cosas buenas que se hacen en otros lugares, que apoyen el emprendimiento, potencien la innovación para poder hacerlo aquí.
—No resultó, pero la Constitución tampoco fue aprobada y ahora se viene otro proceso ¿serías constituyente?
—En este momento de mi vida no, pero si no hubiese quedado embarazada yo creo que sí lo hubiese intentado nuevamente porque siento que hay muchas cosas que quedaron inconclusas, había muchas buenas ideas que no necesariamente deberían hacer borrón y cuenta nueva, que deberíamos intentar de potenciarlas sobre todo el impacto que implica el tener un ministerio mucho más potente, poder tener un desarrollo más potente con respecto a la ciencia y la tecnología como moto para el crecimiento del país.
—La maternidad no ha sido fácil, primero tuviste un hijo siendo muy joven cuando estabas en la universidad que llegó con una condición de autismo
—Mateo ya es adolescente y en este país es difícil vivir con una discapacidad que no está reconocida como tal y que si está reconocida no necesariamente tiene las herramientas suficientes para poder desarrollarse. (…) Gracias a dios yo tengo una situación privilegiada que me permite entregarle ciertas herramientas que me encantaría que tuvieran todos los niños y niñas que tengan la misma condición de mi hijo. Era una de las cosas por las que estábamos luchando en la nueva Constitución, reconocer a la neurodivergencia.
“Mis causas más potentes son esas, mis hijos, poder encontrar un mundo más empático, que sea más tolerante, dejar de ver un Chile que es de izquierda o derecha y que no tiene ganas de conversar. (…) el mundo que es diverso es lo más rico que tenemos y es de donde se pueden sacar las mejores ideas”, profundiza.
—La cardiopatía congénita de Max…
—Se la diagnosticaron cuando nació (…) en la última revisión del primer día nos dijeron que estaba a punto de fallecer, que venía con una cardipatía, que estaba muy mal y que si no soportaba con un médicamente él iba a morir (…) la faltaba una arteria pulmonar. Gracias a Dios mi hijo está bien.