En entrevista con CNN Íntimo, el alcalde de La Florida conversó, entre otras cosas, sobre los hijos que adoptó en enero y el escenario político actual: "En el país no existe una derecha como tal, ya que no tiene un programa que ofrecerle al Chile nuevo".
A pesar de que nació en Villa Alemana, toda la vida de Rodolfo Carter ha estado ligada a la comuna de la que hoy es alcalde, ya que cuando solo tenía cinco años, sus padres se trasladaron a Santiago, específicamente a la Población Los Copihues de La Florida.
Su interés en la política comenzó tempranamente y ya en los ’80 llegó a ser presidente del Centro de Alumnos. Era un ávido lector y, cuando egresó del Liceo Salesiano de Macul, logró quedar holgadamente en Derecho en la Universidad Católica.
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Como buen alumno que era, ganó una pasantía en Estados Unidos, en Washington. Su sueño era llegar a Harvard, pero su padre había muerto y su responsabilidad en ese entonces era ayudar a su madre a criar a Álvaro, su hermano 10 años menor.
Ya en la universidad comenzó a conocer a figuras icónicas de la Unión Demócrata Independiente (UDI) que terminaron por ficharlo en el partido. Postuló como concejal de La Florida en las elecciones municipales del 2000, siendo elegido por tres periodos consecutivos.
En 2011, tras la renuncia del alcalde de La Florida, Jorge Gajardo, asumió ese cargo de manera interina. En las elecciones municipales de 2012 fue ratificado en el sillón municipal, siendo reelecto en 2016, a pesar de que la comuna es conocida por su tradición socialista.
En entrevista con CNN Íntimo, Rodolfo Rafael Carter Fernández conversó, entre otras cosas, sobre la realidad de la comuna que desde hace años dirige. Asimismo, reflexionó sobre el escenario político actual: “en el país no existe una derecha como tal, ya que no tiene un programa que ofrecerle al Chile nuevo”.
Un nuevo camino
En enero de este año, y tras un largo camino, Rodolfo Carter adoptó a una pareja de hermanos de 9 y 10 años. “Hace varios años atrás me empecé a cuestionar por qué estaba solo, me hacía falta un sentido más trascendente después que no esté en la guerra y la política tiene el gran riesgo que te estimula mucho la sensación de que eres poderoso y en realidad eres uno más”, cuenta.
“Siempre he querido ser papá y me tocó serlo de mi hermano de alguna forma, ya que cuando quedamos huérfanos él tenía 14, por lo que tuve una paternidad un tanto adelantada a través de él. Es muy fuerte en mi vida la presencia de la paternidad y tal vez por eso soy alcalde, porque tengo esa cosa protectora que se transmite también en el trabajo”, agrega.
El jefe comunal confiesa que no cree mucho “en esas historias de amor a primera vista, pero si hay algo misterioso y mágico en esto es que la María Ignacia y el Felipe andaban por un lado del mundo y yo por otro, pero no tengo duda de que estábamos destinados a encontrarnos. Nos vimos, olimos y éramos familia desde el primer día”.
“Ahora, como todas las historias, esta tiene momentos altos y bajos (…), pero ellos son dos niños preciosos, muy dulces, y lo que me han regalado es que su historia de mucho dolor la traen asumida y están abiertos a que yo los ayude a sanar. Este es un viaje en donde yo sano mis heridas y voy a tratar de sanar la de ellos“, añade.
El abogado recalca que su rol como padre “es el mejor cambio de vida radical”. Asimismo, reflexiona sobre sus nuevas prioridades: “Mi ataúd no lo va a llevar Joaquín Lavín, Sebastián Piñera o tampoco los electores de la Florida, lo van a llevar el Felipe y la María, que es lo único que importa en la vida“.
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Carter hace un recuento por lo mejor y lo más difícil que ha debido enfrentar en estos meses. “Lo mejor es que, al ser niños más grandes, es más fácil que entiendan instrucciones y que se adapten a lo que uno les conversa. Hay mucho más diálogo y su historia la tienen más asumida, por lo que yo no les voy a tener que contar que ellos vienen de una historia anterior”.
“Desde el punto de vista de lo dificultoso, lo primero es que se atrevan a confiar de que no los van a traicionar. El gran castigo que estos niños tienen, como todos los que están en situación de abandono, es que lo más próximo que tienen, que es su madre y padre, los dejaron. Entonces, eventualmente, ellos generan una desconfianza“, narra.
Grandes desafíos
En 2014, el alcalde renunció a su militancia en la UDI, aduciendo diferencias con la dirección del partido. Su domicilio político sigue estando orientado hacia la derecha, a pesar de que hoy observa críticamente el sector: “En el país no existe una derecha como tal, porque no tiene un programa que ofrecerle al Chile nuevo“.
—¿Por qué salió del partido? ¿Salió porque no encajaba con los cánones de una colectividad extraordinariamente rígida?
—Nunca voy a hablar mal de la UDI (…). Sólo tengo amigos ahí y pienso que es un partido que tiene harto que aportar a Chile. La UDI tiene que hacer correcciones importantes en su mirada de la sociedad, pero creo que globalmente la derecha no tiene un proyecto político definido.
“Diría que el mayor fracaso es el Gobierno de Sebastián Piñera uno y dos porque nos atamos a un presidente que ganó las elecciones, pero que no tenía un proyecto de verdad de cambio de la sociedad (…). En ese sentido, tiene que haber un cambio de la visión de la sociedad y en los elencos”, recalca.
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En esta línea, el jefe comunal sostiene que actualmente “tenemos una izquierda que se asila y aferra al resentimiento, a la lucha de clases, a ricos contra pobres. En este contexto, si un partido de derecha sigue representando a los poderosos y ricos, no tiene mucho futuro en una sociedad abierta como esta“.
“El gran desafío, si es que ganamos con el Rechazo, y yo se lo dije a Javier Macaya, es que esta es una gran segunda oportunidad. Si gana el Rechazo no es porque la gente diga ‘somos de derecha’, es simplemente porque la opción constituyente de la ultraizquierda no les hizo sentido“.
—¿Cómo debería hacerse esa eventual nueva propuesta constitucional?
—La élite política está otra vez tomando decisiones por la gente (…) Los ciudadanos, en el primer plebiscito para constituyentes, votaron por independientes, ecologistas y testimoniales para castigar a la clase dirigente, pero lo que no sabían es que detrás de todas estas personas había un grupo muy radical de ultraizquierda que estaba muy lejano del sentido común.
“Me hubiera gustado ser ministro”
El jefe comunal concuerda en que uno de los principales problemas de la comuna que hoy dirige es la delicuencia. “Llegué a los cinco años a Los Copihues y me acuerdo de que, a pesar de que éramos muy pobres, el delincuente más malo era el ‘caca seca’ y era malo malo porque andaba con una corta pluma y todos nos moríamos de miedo“.
“El ‘caca seca’ hoy sería un amateur frente a los delincuentes que ahora andan con armas automáticas, tiene protección, abogados. Eso es lo brutal, que vivimos en una sociedad más próspera, Chile es un mejor país que hace 30 años, pero en este tema el fracaso es rotundo“, plantea.
—¿Cómo se avanza en ese tema?
—Primero con la sensación y creo que el Gobierno del presidente Gabriel Boric tiene una oportunidad porque él viene de una sensibilidad muy de izquierda en donde el orden público estaba asociado a la ultraderecha, a la dictadura, y hoy que gobierna se da cuenta de que no es así, que necesita a los Carabineros, ya no les puede decir yuta, porque además le manejan el auto y le cuidan la casa. Si bien es cierto que Carabineros requiere un montón de reformas y cambios en su forma de actuar, es una institución esencial para combatir la delincuencia.
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—¿Y eso usted hoy día lo ve genuino?
—No lo veo todavía genuino porque es un aprendizaje. Han pasado 15 o 20 años en la calle peleando con la policía con un discurso ultra ideológico que avalaba en muchos casos el uso de la violencia y hoy hay un cambio que valoro que va a tener que desarrollarse con el tiempo (…). Yo confío que Boric, estando muy equivocado en casi todas las cosas, ama a Chile y al final es un buen hombre. Entenderá en algún minuto que, sin renunciar a sus ideas y sensibilidad, se tiene que dar cuenta de que la seguridad pública es un tema de orden ético.
—¿Quedó eso definido en esta reunión que ustedes tuvieron en el Palacio de la Moneda esta semana?
—La reunión con el Gobierno fue muy franca, yo les dije lo que pensaba y la opinión crítica que tengo de su desempeño, pero también con esa misma franqueza acordamos ciertas cosas y hacer cosas en común. Acá no se me cae la corona ni dejo de pensar como pienso si el presidente viene mañana y nos ponemos de acuerdo porque finalmente aquí se requiere una mirada transversal para los problemas de las personas. Cuando un delincuente asalta una casa no le pregunta si votó por Boric o por otro candidato, si es de derecha o de izquierda.
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—El Gobierno de Sebastián Piñera nunca empatizó con la clase media y ese fue uno de sus grandes problemas.
—Una de mis grandes culpas o de las cosas que me siento más arrepentido es que le creí a Piñera en el segundo gobierno porque yo, entendiendo que es un hombre muy inteligente o al menos muy hábil, creí que había hecho al aprendizaje del primer gobierno y que el segundo tenía que ver con la revolución de la clase media (…), pero al final me di cuenta de que era música.
—¿Por qué no llegó a ser ministro de Piñera?
—Por mí menos mal. Me habrían echado probablemente del Gobierno porque habría terminado peleando. Con esto no quiero decir que Piñera sea un hombre malo, ni que lo fueran los ministros, ya que hicieron su mejor esfuerzo, sin duda, pero estimo que leyeron muy mal la oportunidad que le dieron los chilenos en esa elección.
“Me dio pena, me hubiera gustado ser ministro. Aparte, nadie tuvo la cortesía de decirme ‘gracias Rodolfo, te llamamos’, nada, me enteré por la prensa, pero mira cómo fue la vida, probablemente habría terminado destituido por el presidente a los pocos meses porque no habría cuadrado con el estilo de Gobierno de ellos”.
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