Paloma Ávila, directora de CNN Futuro, es premiada por el Colegio de Ingenieros por su aporte al desarrollo del país
La periodista fue galardonada por haber dejado huella en la ingeniería y en el desarrollo del país.
En entrevista con CNN Íntimo, el destacado pianista nacional conversó sobre sus inicios en la música, las dificultades que debió enfrentar y lo que vivió durante la dictadura cívico-militar.
“Le confieso mis alegrías, mis penas y esperanzas”. Así describe Roberto Bravo González su relación con el piano, instrumento que lo ha llevado a los más prestigiosos escenarios alrededor de todo el mundo, llegando a ser reconocido hoy —y de hace ya varios años— como uno de los pianistas más destacados de Chile y Latinoamérica.
Nacido en 1943, comenzó en el mundo de la música a temprana edad, impulsado por los deseos de su madre. “Uno habla de los maestros, de los conservatorios y los premios, pero todo eso queda chico delante del impulso inicial que da un familiar, en este caso mi mamá, que tocaba piano y quería ser pianista, pero no pudo”, cuenta.
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Detalla que su abuelo era marino, muy estricto en esos años como para dejar a su hija de 18 años partiera al Conservatorio de Santiago, esto ya que su familia era de Viña del Mar. “Era impensable que se fuera sola a Santiago a estudiar piano. Ella proyectó en mí su deseo de tener un hijo pianista”, recuerda Bravo en un nuevo capítulo CNN Íntimo.
Sobre el momento en que el deseo de su madre se convirtió en el suyo, afirma que “siempre estuvo ahí, pero consciente creo que a partir de los 14 años”. “Afortunadamente, hice una vida normal, nadie me obligó a estudiar, no hubo una cosa severa, pude ser un niño de barrio, un niño que andaba en bicicleta, iba a ver a la polola y jugaba al fútbol”.
A los siete años su mamá lo llevó al Conservatorio Nacional de Santiago, donde empezaría sus estudios. Estos mismos estudios más tarde lo llevarían a Nueva York, donde fue alumno del destacado pianista chileno Claudio Arrau, y posteriormente a Polonia, Rusia e Inglaterra, donde pasó largos años perfeccionándose en aquello que le apasiona.
Tras su estadía en Polonia, Bravo recuerda su “duro” paso por Rusia. “La recepción que me dio el rector no fue tan amable como los polacos. Me dijo que era un privilegio que tuviera una de las 500 plazas y que (…) en dos meses tenía que dar el examen y según mi progreso me quedaba o devolvía a Chile porque ‘nosotros no queremos turistas acá’”.
Luego de su paso por Rusia, llegó a Inglaterra, específicamente a Londres, lugar donde en 1973 se entera del golpe de Estado que estaba ocurriendo en Chile. “Fue un momento duro. Me acuerdo haber terminado en un baño llorando (…). No pude ir a tocar y después ya estaba colgado de la Radio Moscú para saber lo que estaba pasando”, recuerda.
Asegura no haber tenido contacto con el gobierno de la Unidad Popular, aunque de todas formas le prohibieron regresar a Chile. “Fue porque firmé todas las declaraciones por el atropello de los derechos humanos y porque me pegó muy fuerte la muerte de Víctor Jara, de hecho hice un concierto a la memoria de él en Londres en el año 1974”.
Sobre Jara, recuerda haberlo conocido en Lima en julio del 73. Durante la visita, le comentaron que en el teatro municipal tocaría un chileno: “entré a la sala y había un hombre con poncho negro, una guitarra, me senté a escucharlo y me llegó inmediatamente un tremendo aire de ternura que transmitía su voz con Luchín, que fue lo primero que escuché de él”.
—¿Cuándo supiste que lo habían asesinado?
—En el mismo mes de septiembre. Estaba en Londres, me pegó muy duro eso e inmediatamente me senté en el piano y empecé a hacer el primer arreglo sobre su música. Entonces me hice una promesa, yo me hice una promesa, que el día que yo volviera (a Chile) iba a tocar su música, pase lo que pase.
—¿Cuándo descubriste que tenías prohibición de volver a Chile?
—Un mes después. Los británicos me dieron un travel document que me permitió seguir tocando por Europa, pero me hizo pasar una de las cosas más dolorosas en ese tiempo; Fui a tocar a Barcelona con ese documento y sin saber escribí en la cartilla de desembarque ‘nacionalidad chilena’, pero el policía lo tachó de forma brusca y puso ‘apátrida’, me dolió.
—Llegaste al año 1979, ¿cumpliste tu promesa sobre Víctor?
—Sí. En el Municipal, después de tocar Tchaikovsky toqué la Plegaria del Labrador y El Derecho de Vivir en Paz. Casi tuvo consecuencias muy negativas porque la mitad de la sala lloraba, mientras la otra mitad estaba muy emocionada porque estaban escuchando algo muy hermoso que no sabían que era. Terminaron todos de pie.
El pianista relata que cuando supieron que su pieza era de Jara “ahí quedó la grande. Me avisaron el sábado en la mañana que es posible que me echaran de Chile el lunes. Mis amigos estaban muy enojados conmigo, me decían que cómo se me ocurría tocar Víctor Jara cuando les costó tanto traerme de vuelta al país”.
La periodista fue galardonada por haber dejado huella en la ingeniería y en el desarrollo del país.