En entrevista con CNN Íntimo, el doctor en Sociología conversó, entre otras cosas, sobre su época como militante del Mapu. "Ayude, aunque fuera muy modestamente, a boicotear lo que Allende buscaba", sostuvo.
Eugenio Tironi es el cuarto de los seis hijos de Eduardo Tironi y Ester Barrios. Creció en la comuna de Ñuñoa, en una casa de clase media de la calle Pucará.
Cuando tenía 6 años y nació Ana, la única mujer y la menor de sus hermanos, los Tironi Barrios se separaron. Comenzaron momentos difíciles, en que, si bien no les faltaba nada, tampoco sobraba nada.
Con tres hermanos mayores, creció protegido y pronto se convirtió en el más rebelde. Entró a estudiar arquitectura a la Universidad Católica en los tiempos de la reforma universitaria, cuando Fernando Castillo Velasco era rector.
Después de dos años de Arquitectura, pasó a Sociología. En ese entonces sus ideas se habían ido a la izquierda del espectro, a tal punto que entró a militar al Movimiento de Acción Popular Unitaria (Mapu), decantándose por el ala más radical, el Mapu-Garretón.
Si bien el partido apoyaba al gobierno de la Unidad Popular (UP), su facción se le oponía. Veían a Salvador Allende demasiado burgués, que buscaba cambios desde dentro del sistema, mientras ellos, en cambio, estaban por crear un poder popular y sin concesiones.
“Es de las cosas que me arrepiento muy profundamente, ya que creo que Allende estaba en lo cierto. Se le debió haber dejado espacios para negociar y él debió haber sido más decidido para negociar“, reconoce, en conversación con CNN Íntimo.
Respecto a lo que aprendió de la UP, afirma que es que “el maximalismo lleva al desastre, ya sea al golpe del ’73 o ahora, como llevó a la Convención a que fuera rechazada su propuesta. El maximalismo es muy romántico, satisface mucho al ego en el momento en que uno lo está viviendo, pero conduce a desastres colectivos muy grandes“.
—Ustedes pagaron muy caro esta postura, ¿Esa experiencia trae algo al escenario de ahora?
—Yo pagué un costo mucho menor respecto a lo que pagó tanta otra gente con el golpe del 73, pero el shock para mí fue que el mundo que creía estable y que tenía valores que no se iban a vulnerar, de pronto se desvaneció, se destruyó además uno encontraba personas que lo justificaban, personas cercanas a mí que lo justificaban.
En esta línea, afirma que “esta noción de que un mundo se vino abajo es algo parecido a lo que están viviendo hoy día las nuevas generaciones en el poder. La idea de que habían llegado a sustituir el orden establecido hoy es modificada por la noción de que tienen que sostener el orden establecido“.
Estas nuevas generaciones políticas “venían a limpiar el Estado de sus rasgos neoliberales, pero hoy tienen que ponerle scotch al Estado para mantenerlo parado en su función más esencial, que es el orden público, el defender a las familias y a la población de la delincuencia. Veo en ello algo no tan dramáticamente como nosotros, que fue un golpe de estado con un presidente Allende muerto en La Moneda (…), pero ellos también están viviendo un mundo que se desploma. Con menor intensidad, pero es una experiencia parecida”.
—El presidente Boric rápidamente ha ido asumiendo esta realidad, pero no toda su coalición, ¿Qué es lo que puede hacer: decantarse por un sector o tratar de seguir aglutinando?
—Tiene que tratar de seguir aglutinando. Él ha sido notable en su sensibilidad, en su empatía, en su capacidad de escuchar, de seguir los signos de los tiempos y en tomar las medidas pertinentes, lo que viene desde muy temprano, cuando él elige a Marcel como ministro de Hacienda que da una señal enorme (…) y luego con su reacción después del 4 de septiembre, que ahí era un momento delicado porque muchos líderes prefieren la inmolación y el martirio, que les asegura un lugar en la historia, en vez de la transacción, la negociación y las concesiones.
“Pienso que sería muy delicado para el país que las coaliciones de Gobierno se fragmenten, eso es siempre un mal pronóstico, yo prefiero que se avance un poco más lento en cualquier dirección, ya sea hacia la derecha o la izquierda, pero que mantenga sus fuerzas de apoyo en más o menos unidad, no digo que uniformemente unidas, pero más o menos unidas”, agrega Tironi.
—Si hoy tuvieras los 20 años que tenías cuando estabas en el Mapu, ¿Dónde estarías hoy?
—En el Gobierno.
—¿En qué alma?
—Estaría en el alma de lo que es más bien el Frente Amplio. (…) Con la idea de que no basta con estar en La Moneda, sino que hay que tener organizaciones sociales, movimientos culturales, pensar en un proyecto, formar personas y militantes que empujen. Estaría más bien en esa línea que en el parlamento, maquinando desde el poder.
—¿Tendrías las mismas críticas que tiene el FA respecto a las decisiones del Gobierno?
—Yo incluso a los 20 años tenía un sentido del orden que probablemente viene de la pulverización de mi propia familia, lo que me obligó a hacerme cargo de mi propio orden, de construir mi propia disciplina, mi propio sentido de autoridad (…). Por lo tanto, a la figura del presidente de la República yo la habría defendido, incluso aun mostrando clemencia frente a sus errores y aceptando sus equivocaciones.
La alegría ya viene
Lo que quedó del Mapu en el exilio fue lo que Eugenio trató de organizar desde París, Francia. Sin embargo, el partido estaba herido de muerte y pronto comenzó a ver que la organización de la izquierda tenía que integrar a muchos, también a los que había rechazado durante la UP, para poder hacerle frente a la dictadura militar.
A fines de los ’70 se opuso a la insurrección armada y lo tildaron de vendido, de amarillo. “Comenzó a cundir la idea (…) de que había que emprender la lucha armada. O sea, una forma de insurrección popular apoyada por acciones armadas o de una especie de guerrilla urbana, pero yo nunca creí en eso y cuando empezó a prender dentro del Mapu yo me opuse tajantemente y eso me valió una fractura“, cuenta.
—Fuiste a París, pero ahora a estudiar, y volviste con un la intención de querer articular esta izquierda nueva, el socialismo renovado. ¿Era una forma de tal vez reparar a lo que te habías opuesto a que Allende negociara?
—Sí. Yo me voy a París para dotarme de conocimiento, de herramientas intelectuales para justificar una fórmula más unitaria e integradora para enfrentar a (Augusto) Pinochet. (…) Yo sentía que estaba reparando mi deuda con Allende, ya que yo no entendí lo que él quería y ayude, aunque fuera tan modestamente, a boicotear lo que él buscaba, que era entendimiento con la Democracia Cristiana.
—Te involucraste en la campaña del “No” y terminaste siendo el director de Comunicaciones de Patricio Aylwin, ¿Tenías el tema de las comunicaciones por tu padre, ya que él fue el primer director de canal 13, entre otras cosas?
—Mi padre nos insertó el chip del espectáculo (…) Creo nos metió eso de que hay que hablar corto, preciso, con imágenes (…) Yo fui a Europa un poco a abastecerme y llegué acá con una cierta idea sobre lo que teníamos que hacer y una cierta justificación.
—¿Y cómo se hace una campaña así?, ¿prometiendo qué?
—Prometiendo un alma, un espíritu, un deseo, que fue que podíamos vivir juntos. (…) La franja tuvo mucho de religioso, encarnó mucho lo que había sido el rol de la iglesia y el mensaje de la iglesia. A mí me golpeó mucho el llamado de Juan Pablo cuando vino a Chile, este grito de decir ‘la esperanza está viva, no está muerta'”.
—Hay 1300 detenidos desaparecidos que no se han encontrado, han pasado 30 y tantos años, ¿es un fracaso del Estado?
—Es un fracaso del Estado, un fracaso de la sociedad chilena. Vivimos lo más bien con eso y nos hemos acostumbrado a administrarlo, siendo que es una atrocidad viva.