En conversación con Matilde Burgos para CNN Íntimo, la laureada deportista cuenta cómo fue ganar la medalla de oro en París 2024; también abordó sus deseos de ser madre y cómo el apoyo de sus padres fue trascendental para definir su futuro
4 de agosto de 2024. Châteauroux, Francia.
Es un día de Sol, con varias nubes desparramadas por el cielo. En tierra, en el Centro de Tiro CNTS de Châteauroux, Francisca Crovetto (34) enfrenta la final del tiro skeet de los Juegos Olímpicos de Paris 2024.
La “Fran”, como se le conoce de forma popular, introduce dos cartuchos a su escopeta, afina algunos detalles y pone su vista en el horizonte, esperando que lancen los platos a los que debe acertar.
Su expresión facial es de desconexión. Parece no ser influida por la música de fondo, ni por el bullicio silencioso, casi a modo de cuchicheo, que quienes fueron a ver el evento realizan desde la gradería. Tampoco pareciera verse afectada por los reclamos airados que segundos antes hiciera su rival, la británica Amber Jo Rutter (27), luego de que sólo se le contara uno de los dos tiros que hizo como válidos.
Crovetto pareciera estar presente, pero a la vez no. En un estado mental imperturbable.
Apunta y dispara.
¡Puf! ¡Puf!
El público estalla. La chilena se da vuelta y va directo a saludar a su rival, con cara de satisfacción, pero no eufórica. Termina el reconocimiento a la británica y Crovetto ríe, se lleva su mano derecha a la frente. Incrédula mira al público. No ha logrado asimilar lo grande de su hazaña, más que una medalla de oro, era inscribir su nombre en la historia del deporte, en la historia de Chile y, por qué no decirlo, en muchos corazones de chilenos que durante años la acompañaron en el tiro skeet.
“Era una máquina de hacer lo que tenía que hacer, totalmente desconectada de la emoción”, recuerda Crovetto sobre esa épica jornada tres meses después en entrevista con Matilde Burgos para CNN Íntimo.
— Me di cuenta que Amber había reclamado un plato. Yo nunca miro el resultado, no miré la pantalla, no sabía si se lo habían marcado bueno o no. Cuando Amber sale, al parecer no le dan bueno el plato, yo no me doy cuenta y la referee me hace start, yo tengo 15 segundos para disparar y dije ‘ok, disparo, trato de romperlo por supuesto y después veo si gano o no gano’. Entonces caché que rompí los dos y me doy vuelta y veo a todos los chilenos que eran 8 solamente, pero que parecían muchos más, gritando saltando y dije ‘oh parece que gané’ y caché que le habían marcado mal el plato a la Amber y por eso también no celebre tanto como quizás alguien hubiese esperado.
Sobre cómo logró “callar su mente”, Fran recuerda a su psicóloga verónica Guzmán, fallecida en octubre de este año. La profesional fue parte inportante de sus logros y crecimiento deportivo, especialmente en los Panamericanos Santiago 2023. De hecho, una de las cosas que la llena de alegría y de paz interna, es que ella pudo vivir su triunfo en los Olímpicos.
“Yo llegué a Châteauroux, que era la sede donde se hacían los Juegos por la modalidad de tiro. Yo llevaba ya dos semanas entrenando ahí y los Juegos ya llevaban una semana de inicio y tenía toda esa presión y la expectativa, las ansias de esperar que te toque competir, de solo entrenar. A mí me gusta mucho la competencia y tenía una mente muy discursiva, estaba como creyéndome mucho lo que pensaba y muy asustada de cómo enfrentar esto, sentía que tenía un trauma con los Juegos Olímpicos, que había algo que tenía que casi que resolver y tengo esta sesión con la Vero, obviamente yo llorando, asustada, confundida, complicada y la Vero me dice, Panchi, ¿has probado decirle a tu mente que se calle? (…) Haz lo que tengas que hacer y suelta el resultado”.
— ¿Cómo fue sentir el himno nacional allá en esas circunstancias?
— Fue todo muy loco lo de la premiación, porque estaba todo con base en la televisión. Entonces, la premiación fue diez minutos después de la final. A nosotras nos hicieron cambiarnos de ropa en un container; yo quería hacer pipí y no me dejaban ir al baño porque tenía que hacer control de doping (…) Tenía como el Sol de frente, esta manchita roja de chilenos en las tribunas y escuchar el himno de Chile una emoción muy muy grande, como esto está pasando de verdad, qué locura.
El deseo de ser madre y la influencia de sus padres
Hoy Crovetto disfruta el momento. Se le ve radiante. Sabe lo trascendental de su triunfo para el deporte de Chile y para su historia misma. Y con más calma también reflexiona sobre su futuro, su deseo de formar familia y los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 2028.
“La guagua ahora, como tenemos cuatro años hasta los próximos Juegos Olímpicos; yo ya tengo 34, la idea es ahora ponernos en campaña para, si es que todo sale bien, porque también uno nunca sabe, uno propone y Dios dispone cómo va a resultar esto, pero, quedar embarazada lo antes posible, para que el próximo año, que un año más tranquilo, en términos de mega eventos deportivos, poder dedicarme a la crianza, y después de eso, enfrentar el alto rendimiento siendo mamá, que es sin duda un gran desafío”, reflexiona Crovetto sobre a dónde apuntará su próximo desafío.
— ¿Y tu papá estaba acá? Mi padre estaba acá, sí. ¿Y tú le habías prometido a él la medalla?
— Sí, es que bueno, yo disparo por mi papá, él es aficionado al tiro, a la caza y (…) compartimos esta pasión hasta el día de hoy. El vínculo que tengo yo con mi papá es claramente distinto al que tienen mis hermanas y yo desde muy pequeña, desde los tres años lo acompañaba al campo de tiro; aparte era un lugar súper entretenido para una niña, había una piscina, había otros niños. En ese lugar aprendía a nadar, entonces era un panorama muy bacán y partí disparando con un rifle a postones, después cuando ya era un poquito más grande empecé a disparar con una escopeta. Y él fue el que como que siempre dijo ya era más grupi y mi mamá siempre ha sido la mujer del rigor en la casa, la que pone la disciplina y él fue él como que ‘no, tú dale, tú dale y convencemos a tu mamá que te dedique a esto’.
Crovetto cuenta que su padre vendió su escopeta para regalarle una en Navidad, porque confiaba y sabía que ella podría llegar lejos. Pero también destaca el esfuerzo que su madre hizo y cómo la ayudó en todo este proceso y el vital rol que jugó para definir su destino por el deporte.
La laureada deportista se remonta a 2010, cuando había entrado a estudiar Ingeniería en Biotecnología Molecular en la Universidad de Chile. Reconoce que era la carrera que quería y la universidad que soñaba. Pero su vida de estudiante no se compatibilizaba con el deporte, con la práctica del tiro skeet. Eso la llevó a reflexionar y a tomar una decisión compleja, tras una larga conversación con su mamá.
— Me acuerdo de haberme sentado con mi mamá y le expliqué… mi mamá es médico pediatra y trabajó toda su vida en el servicio público, y ella es pediatra y médico de vocación, o sea, a todas sus hijas nos ha dicho que la medicina es su vocación de alma y que todas nosotras teníamos que dedicarnos y estudiar lo que fuese nuestra vocación de alma.
— Nunca pensó que era tan distinta (risas de ambas)
— Exacto, ella no entendió que esta vocación de alma se iba a encontrar fuera de las aulas de una universidad. Y con ese mismo discurso le dije, ‘bueno mami, lo mío hoy en día es el deporte, eso es lo que me apasiona, eso es lo que me gusta, y en este momento estoy teniendo una oportunidad que no sé si la voy a tener tres años después, entonces hoy te pido que me acompañes y después vemos. No te digo que no voy a entrar a estudiar a la universidad, lo voy a hacer, pero puede ser a los 30, a los 35′. Y ella siempre reconoce que hubo como una imagen que yo le mostré, que le hizo mucho sentido, que era que la vida no era esta correa transportadora donde uno nace, va al jardín, al colegio, a la universidad, se casa, tiene hijos, nietos, y después trabaja y se muere. Como que hay otros caminos.
— Afortunadamente.
—Sí, afortunadamente, ¿no es cierto? Y ella como que le hizo mucho sentido, y también yo creo que a ella le dio tranquilidad ver en mí que había mucho compromiso, que finalmente yo esto me lo tomaba realmente como un trabajo o como una carrera universitaria, y eso fue para mí demasiado vital. Yo no vengo de una familia muy acomodada, somos de clase media, vivimos en San Miguel, mi mamá trabajó, como te contaba, toda la vida en el Ezequiel González Cortés; mi papá trabajaba en el taller mecánico, pero y mucha gente me decía que tú no vayas a vivir de esto, ¿qué pasa si te lesionas?