En entrevista con CNN Íntimo, el artista visual conversó sobre su vida, trayectoria y el ecosistema artístico en Chile. "Aunque en países más grandes la competencia es más grande, también hay muchas más demanda", reflexionó.
Iván Navarro nació en 1972 en el seno de una familia de profesores donde se respiraba arte y en la que tempranamente vivió la detención de su padre por la dictadura.
A la hora de las definiciones vocacionales, fue clave su hermano mayor, Mario Navarro, quien a fines de los ’80 entró a estudiar arte en la Universidad Católica y se perfeccionó en París, Francia.
Dos años después, Iván seguiría esos mismos pasos matriculándose en arte en la misma casa de estudios. La diferencia es que no fue París, sino Nueva York, el destino elegido por él.
Partió restaurando muebles y luego descubrió, no lo pinceles, sino que la electricidad. Sus óleos eran las luces de neón y los espejos sus herramientas para proyectar perspectivas.
Pasaron siete años y solo entonces creo la obra que causó un punto de inflexión en su carrera, poniéndolo en el ojo público: una silla eléctrica fabricada con tubos fluorescentes.
Abriéndose paso en la Gran Manzana
En entrevista con CNN Íntimo, el artista visual confiesa que probablemente no habría podido dar el gran salto en Chile. “Acá la circulación y el movimiento de todo lo que significa el mundo del arte es mucho menor“.
“En Chile hay artistas geniales que están al nivel de los mayores artistas reconocidos del mundo, pero por la situación geográfica han estado obligados a hacer otras cosas, porque no se les permite mover su trabajo de la misma forma como lo he estado moviendo yo al vivir en Nueva York”, añade.
En esta línea, afirma que, contrario a la creencia, en Nueva York no es más difícil hacer arte que en Chile. “Aunque en países más grandes la competencia es más grande, también hay muchas más demanda (…) Entonces, existen otro tipo de oportunidades”.
Según Navarro, en la “Gran Manzana” también hay mucho “movimiento y escena local”. “Muchas veces estoy en exposiciones en que los presupuestos son mínimos, igual que una exposición acá en Santiago, pero la diferencia está en que allá hay mayor exposición, por ende, la resonancia es mayor”.
—¿Cuándo descubriste que el neón y la electricidad iban a ser tus materias primas?
—Fue justamente aprendiendo a dibujar que descubrí esas cosas porque al hacerlo te das cuenta de que la idea del dibujo no necesariamente es que tú sepas dibujar un desnudo o naturaleza muerta, sino que lo interesante del dibujo es que te enseña a pensar y puedes aprender a ver a través de las cosas.
—¿Qué tan difícil es trabajar con esos materiales? Ya que tú pintas con neón.
—Lo más difícil es tener buenas ideas, luego aplicar esas ideas y tener un cierto conocimiento de la técnica, que eso último uno lo puede aprender. Siento que al arte todo el mundo lo puede aprender porque se puede aplicar de distintas formas, no es necesariamente la idea de pintar bien o dibujar bien.
—Tú siempre dices que la luz y la electricidad entran a tu obra también desde un sentido político, porque durante tu desarrollo en Chile era la dictadura y la luz era un mecanismo también de control, protesta y traspasaste eso a tu obra. ¿Cómo se ha entendido eso afuera del país?
—Se entiende, ya que hay como un contenido, que es la idea de vigilancia, que se puede hacer bien patente en mi trabajo. También hay una historia de artistas que han trabajado con esa idea. Ahora, que yo la represente ocupando luz, trabajando con arquitectura y diseño, pienso que eso es lo que ha llamado más la atención.
—¿Cuán mezclado estaba el arte y la política en tu familia cuando eras joven?
—La relación entre la política y el arte en mi casa siempre fue muy intensa e importante. Siempre hubo, de parte de mi padre y madre, un incentivo muy grande por desarrollar lo artístico, la música, todo lo que tuviera relación con ser artista y crecer como artista.
—¿Cuándo pensaste en Nueva York?
—En la Escuela de Arte tuve un amigo que siempre tenía eso en la cabeza (…). Lo repitió hasta que finalmente se fue y después me dijo que lo fuera a ver. Fui a los 24 años y lo que ocurrió es que al mes conseguí un trabajo, totalmente no planificado, restaurando antigüedades.
De Chile, Nueva York y el mundo
La vida de Iván Navarro actualmente transcurre entre su taller en Brooklyn, París, Santiago y las ciudades donde lo invitan a exponer. Este año, por ejemplo, inaugurará un museo levantado por el chileno Antonio Arévalo en una torre medieval italiana.
2015 fue la última vez que expuso en Chile, ya que sus instalaciones son complejas de montar, por lo que aún no hay una nueva fecha en perspectiva. Su presencia en el país se da a través de su sello musical Hueso, dedicada a artistas plásticos que quieren ir más allá a través de la música.
—¿Cómo definirías el momento en el que está tu carrera artística hoy?
—Es bien interesante tratar de responder eso porque ha llegado un punto en que he tenido tanta visibilidad en distintas partes, tanto acá en Chile como internacionalmente, que en el último tiempo me han dicho, en conversaciones o comentarios, que soy un artista establecido.
—¿Y tú no te sientes así?
—No, porque eso es como un estándar (…) Es interesante darse cuenta de que tú pasas una cierta edad, no importa cuando hayas comenzado a ser artista, y ya estás posicionado dentro de una categoría.
—¿Quiénes compran tus obras?
—Hago de todo. Entiendo que el arte está totalmente fuera de control y puede tener precios fuera del alcance de mucha gente, pero yo también me dedicó a hacer obras que puedan estar al alcance de otras personas y eso a mí me interesa mucho, el poder distribuir el arte a la mayor cantidad de gente.
—¿Cómo ves Chile desde fuera y cómo explicas este avance de la derecha, por ejemplo, en las últimas elecciones?
—Desde mi humilde visión veo que es un patrón que se repite en varios países (…). No digamos que Chile está viviendo una burbuja, sino que realmente es un efecto internacional que se está viviendo, que para mí de verdad tiene que ver con una cosa de educación, con que las personas se han olvidado de educar a los niños, de educar a la población.
“La política siempre ha estado más preocupada de cómo ganar la próxima elección, de llegar a los sectores más pobres, olvidados o menos educados, y por esa misma razón pienso que el poder de la derecha, especialmente la populista y radical, tiene que ver con que se les ofrece soluciones a corto plazo“, añade.