En entrevista con CNN Íntimo, el exministro de Salvador Allende y hermano de José Tohá, ahondó sobre su experiencia en el periodo de la Unidad Popular y las violaciones a los Derechos Humanos que vivió en la dictadura de Augusto Pinochet. Además, profundizó respecto los 50 años del Golpe de Estado. "Siento orgullo y, al mismo tiempo, una autocrítica profunda por los errores que cometimos y por no haber sido capaz de crear el escenario que hubiera permitido a Salvador Allende cumplir su sueño de un país más justo", expresó.
Nació en Chillán en 1938, un año antes del gran terremoto. Fue el cuarto de los 5 hijos de José Tohá y Brunilda González, migrantes catalanes que llegaron a Chile huyendo de la pobreza y que lograron una situación estable vendiendo hielo en esta ciudad que sería arrasada por la naturaleza.
Después del terremoto decidieron trasladarse a Santiago, donde José, el mayor de los hijos, entraba a estudiar Derecho a la Universidad de Chile y a militar al Partido Socialista, y Jaime, 11 años menor, llegaba a terminar el colegio al Liceo Lastarria y luego a fichar también por el PS. Estudiaron carreras distintas, pero la vida de los hermanos Tohá estuvo siempre entrelazada.
Después de un paso fugaz por Medicina, Jaime entró a la naciente carrera de Ingeniería Forestal y como militante socialista, trabajó y celebró el triunfo de Salvador Allende y la Unidad Popular. Meses antes del golpe había sido nombrado ministro de Agricultura, por eso, el 11 de septiembre estaba en La Moneda al lado del presidente y junto a su hermano, quien había sido ministro de Interior y Defensa.
Lo que vino fue solo confusión. No volvió a ver ni a Moira, su esposa, ni a su pequeño hijo, que aún no cumplía un año. Así vino el destierro a la Isla Dawson y el asesinato de su hermano José, que por décadas fue calificado de suicidio. Momentos durísimos que siguieron en el Regimiento Buin y un largo exilio, primero en Venezuela, luego en México y finalmente en Mozambique. Doce años, en que junto a otros profesionales chilenos vieron cómo se levantaba el país luego de la independencia.
Recién el ‘88 pudo volver a Chile, y al regreso de la democracia, fue nombrado ministro de Energía del primer gabinete de Patricio Aylwin y luego en la cartera de Obras Públicas de Eduardo Frei Ruiz- Tagle.
Padre de dos hijos: Jaime y Juan José, fanático de la U y admirador de Pablo Milanés, la familia creció con los nietos Pablo, Manuel y Lucas…Elisa y Amanda. Su hijo menor se casó con la menor de las hijas del expresidente Lagos y hoy, los Tohá Lavanderos y los Lagos Durán comparten a los nietos y una amistad que se desarrolló recién en esta etapa de la vida.
En lo político, Jaime Tohá González cerró su carrera en la Cámara de Diputados, en marzo de 2021, viviendo el declive del debate y una política marcada por individualismos más que ideales. Lejos, muy lejos de aquel 1973.
El recuerdo de la Unidad de la Popular
— El apellido Tohá es parte de nuestra historia política y su vida en los últimos 50 años se cruza con esta historia de una manera bien particular. Hace 50 años usted era ministro de Agricultura del presidente Salvador Allende. ¿Cómo recuerda esos últimos meses de la Unidad Popular desde el gabinete?
—Es obvio que fueron periodos y días muy complejos, de gran ebullición… de pronósticos, que vaticinaba la gente mejor informada sobre ese desenlace. Entonces fue difícil desarrollar una actividad pública, que uno tendía ver que tenía una fecha de vencimiento, que no se sabía exactamente cuando, pero desgraciadamente al final de esos meses mucho vimos que era un camino sin retorno y con un final fatal.
—¿Cuál fue la reflexión del Partido Socialista, posiblemente uno de los críticos más del presidente Salvador Allende en ese entonces?
—En la historia de mi partido, el Partido Socialista, hay pecados que se repiten, y esto comenzó a fines de los años sesenta, tras un congreso en el que se tomó una decisión radical sobre como producir los cambios que Chile requería con tanta urgencia. No se tomó en cuenta que siendo una minoría y planteando un método que la mayoría del país no compartía. Esto lo comparo con nuestro octubre, la gente pensó que todo ese millón de personas que marcharon lo hacían por mismo. En ese tiempo pasó algo similar, eran manifestaciones multitudinarias, como el 4 de septiembre de 1973, en donde hubo el desfile más grande de la historia, frente a La Moneda se congregaron cerca de uno o dos millones de personas. Y existía una tendencia en el partido donde pensaban que todos marchaban por lo mismo y no era así, solo una minoría compartía la visión de provocar cambios radicales.
— ¿Cuál considera que fue el fracaso de la Unidad Popular? ¿Usted reivindica ese período y la figura de Allende?
—Avanzar hacia el socialismo a través de vías democráticas mediante procesos electorales en todo el mundo causó una enorme sorpresa. En ese período, es importante distinguir varias cosas: uno de ellos es intangible y se habla poco al respecto, pero fue el hecho de que millones de personas en nuestro país se sintieron chilenos, seres que había que respetar y conocieron lo que era la dignidad. Sin embargo, no fuimos capaces de conseguir lo que quiso el presidente Allende desde el primer momento, sobre todo las fuerzas partidarias, como el Partido Socialista.
— ¿Estaba más cerca de esa radicalización o de lo que pedía el presidente Allende?
— Yo he estado, estoy y estaré hasta el último pensando que la Socialdemocracia será tarde o temprano la solución para los problemas de Chile. Por tanto, claramente estaba en contra de la posición oficial del Partido Socialista.
El golpe de Estado
El 11 de septiembre de 1973, Jaime Tohá llevó a cabo su rutina diaria y se preparó para salir a trabajar entre las 7:00 y las 7:30 de la mañana. Sin embargo, su día dio un giro cuando recibió una llamada de José Tohá, quien le comunicó la llegada inminente de un golpe de Estado en las próximas horas. Entre sus recuerdos, relató que fue uno de los primeros en ingresar al Palacio de La Moneda.
“Había un ambiente desconocido, es muy complejo estar ante una situación que uno no imaginó y mucho menos vivirla. Estábamos encerrados en la Casa de Gobierno ante la posibilidad de una tragedia”, expresó.
—Hasta ese momento, ¿tenían confianza en Augusto Pinochet?
—Yo lo vi como una persona neutral, y soy uno de los que creen que Pinochet se unió al golpe de Estado en los siete días anteriores. Él era un hombre que apostaba a ganador, y no tengo la menor duda de que si el golpe hubiera tenido éxito, hubiera sido el primero en aparecer en una foto junto al presidente Allende. En esa coyuntura, vio una oportunidad con los golpistas y se subió a ese carro. Pinochet fue nombrado comandante en jefe del ejército porque se creía que era el militar más institucionalista y que no tenía proyecciones políticas.
En las memorias de ese día, Tohá dijo que se encontraron con edecanes, carabineros y agentes de la Policía de Investigaciones, y divisó al general Sepúlveda sosteniendo una metralleta, mientras declaraba: “Aquí nosotros no vamos a permitir que pase nadie y defenderemos este lugar hasta las últimas consecuencias”.
“Esto me brindó un pequeño signo de esperanza que desgraciadamente fue desapareciendo con el transcurso de las horas (…). El presidente no convocó a ninguna reunión ni llevó a cabo ningún análisis. Siempre quedé con la impresión de que el momento histórico había llegado y que él sabía lo que debía hacer“.
—¿Había tomado él la decisión de no abandonar La Moneda?
—Absolutamente. Cuando pronunció su discurso en la Radio Magallanes, estábamos a una cercanía estrecha, pero en medio de esa situación, apenas parecía tener conciencia de lo que estaba expresando. Posteriormente, al leer y escuchar sus palabras, resultó una intervención maravillosa.
Finalmente, acompañados por Aníbal Palma, exsecretario de Relaciones Exteriores, Clodomiro Almeyda, exministro de Relaciones Exteriores, y José Tohá, exministro de Defensa, se refugiaron en los depósitos de petróleo del Palacio de La Moneda. “Estuvimos en ese lugar hasta que tuvimos conocimiento del desenlace, sin decirlo, todos esperábamos lo peor, ya muerto el presidente que importaba el resto“, concluyó.
“No deseo olvidar”
Tras el establecimiento de la dictadura, fueron trasladados a la Escuela Militar bajo la promesa de regresar a sus hogares al día siguiente. Sin embargo, permanecieron en el recinto durante 15 días. Con el tiempo, Jaime Tohá se enteró de que esto se debió a un conflicto interno en las Fuerzas Armadas. Existía la indecisión de “eliminarnos o dejarnos con vida”. Fue así como surgió la decisión de trasladarlos a la Isla Dawson.
“Mientras viajábamos en bus, custodiados por alféreces de la Escuela Militar, se burlaron y robaron los relojes de varios compañeros. En ese instante, pensé: ‘Esto pinta mal'”, relató.
En Cerrillos, fueron golpeados y sus pertenencias fueron arrojadas al suelo. “Tengo presente un gesto noble: el alférez Canales me pidió perdón y me ayudó a recoger mis cosas y a ponerlas en mi maleta”.
El destino final fue la Isla Dawson. Durante el trayecto en la barcaza, varias personas cayeron al agua. A pesar del frío, caminaron para llegar al campamento. Al llegar, fueron recibidos por un comandante que les dijo: “En este momento, ustedes son prisioneros de guerra”.
“Fue ahí cuando comenzó esa odisea, que, como todas las experiencias en la vida, tiene aspectos rescatables, pero sobre todo representa una época que no deseo olvidar y que siempre deseo tener presente”, afirmó.
—Usted estaba en la Isla Dawson con su hermano mayor José Tohá, quien había sido un referente para usted, desde el punto de vista de la militancia política y en muchos elementos. A él por razones de salud lo enviaron a Santiago, ¿cómo se enteró usted de lo que pasó con su hermano?
—Fue dramático. Nosotros habíamos conseguido que un curita que iba una vez a la semana nos pasará una radio de pilas y en la noche escuchábamos noticias, nos turnábamos y trasmitíamos la información si pasaba algo importante. Ese día a las nueve de la noche escuchando Radio Cooperativa, dan como primera noticia la muerte de José y me correspondió explicarle al resto de los compañeros lo que había pasado y fue muy duro…
Tras su tiempo en Isla Dawson, fue trasladado al Regimiento Buin. “Esa fue la época más dura”, expresó. Estuvo recluido en una pequeña celda subterránea de dos por tres metros. “Fue un periodo complejo, marcado principalmente por la soledad”, señaló.
Finalmente, su destino lo llevó al Hospital Militar, donde permaneció un mes antes de lograr el exilio en Venezuela y México.
Jaime Tohá, Isla Dawson.
El retorno de la democracia
Tras el fin de la dictadura de Augusto Pinochet y la llegada de la democracia, Jaime Tohá se desempeñó como ministro de Energía y biministro en el gobierno de Patricio Aylwin. Además, encargado de la cartera del Ministerio de Obras Públicas.
“Yo creo que a mí me nombraron no por saber de Energía, sino como un símbolo de que alguien estuvo en La Moneda el 11 de septiembre de 1973”, afirmó Jaime Tohá.
—Ustedes integraron el primer gabinete durante el retorno de la democracia con figuras muy diversas. ¿Cómo fue ponerse de acuerdo y actuar en unidad?
— Las circunstancias hacen a los hombres y mujeres. Eran circunstancias complejas, acompañadas con una amenaza militar y una situación económica que era deplorable. Así que era casi como rehacer un país, y cuando existen propósitos tan significativos: como tener un gobierno exitoso, demostrar que la democracia es el mejor sistema y crear las condiciones para que ese gobierno tuviera continuidad. No había tiempo y espacio para pequeñeces y rencillas.
Uno de los momentos álgidos fue la discusión de una Ley Amnistía. Jaime Tohá recordó que fue citado junto a los demás ministros por el mandatario Aylwin y fue seleccionado por el Partido Socialista para dar su opinión sobre el proyecto. “Esa fue una situación muy polémica. No recuerdo lo que dije, pero vi las lágrimas que salieron de los ojos de don Patricio, y dijo sigamos con el té y se acabó el proyecto”, reveló.
Nueva generación en la política y los 50 años del golpe de Estado
En cuanto su perspectiva sobre el presidente Gabriel Boric, a quien conoció en el Congreso donde ambos fueron diputados, afirmó: “No diría que fuimos cercanos, pero definitivamente noté que él tenía un gran interés en escuchar y aprender, en ponerse en situaciones y contextos de años anteriores. De él conservo una imagen muy positiva”.
Por último, al reflexionar sobre los 50 años del golpe de Estado, concluyó: “Es una sensación desagradable. Resulta doloroso y épico… siento orgullo y, al mismo tiempo, una autocrítica profunda por los errores que cometimos y por no haber sido capaz de crear el escenario que hubiera permitido a Salvador Allende cumplir su sueño de un país más justo, basado en el Socialismo Democrático, respetando plenamente los Derechos Humanos y las libertades. No estuvimos a la altura”.