Sus mujeres de trenzas, vestidos de época y espalda se han tomado las calles de Santiago desde el 2014. En conversación con CNN Íntimo, el artista y muralista abordó su cruzada por democratizar el arte más allá de los museos. "El arte es de todos y no hay que saber de arte ni de nada para poder apreciar una obra", dijo en entrevista con Matilde Burgos.
Tiene 36 años y es quien pinta los murales que comenzaron a aparecer en las calles de Santiago desde el 2014. Mujeres de trenzas, vestidos de época y de espalda. Un estilo clásico, propio de un museo, pero pintado con las mismas latas de spray de los grafitis. Trasgresor por el espacio que ocupa y tremendamente minucioso en la técnica.
Es lo que define a Javier Barriga Meersohn, quien ya a los 5 años adoraba dibujar y a los 15 se declaraba fanático de la pintura clásica. Sus abuelas fueron claves en esta vocación, especialmente su abuela materna, quien después de criar a sus hijos, se dedicó por más de 30 años a la pintura.
Por todo eso, al egresar del Santiago College, no tenía dudas que quería ser pintor. Pero como el mayor de tres hermanos de una familia tradicional, no quiso desafiar más a sus padres y se matriculó en diseño en la Universidad Católica.
Le da lo mismo si sus alumnos nunca han tomado un pincel, lo que para él cuenta es atreverse. Así lo ha hecho él mismo, quien sigue soñando en grande, tanto o más que sus propias pinturas.
La democratización del arte
El camino parecía claro, pero volvió a impresionar a su familia cuando les dijo que a lo que verdaderamente quería dedicarse era a pintar muros, a sacar el arte de las galerías, de los museos y llevarlo a la calle.
Su primer mural fue “La Ganza” y después de sacar todos los permisos necesarios la pintó en la esquina de Santo Domingo con Miraflores. Era 2014. Impactó, gustó y le abrió la puerta a sus demás mujeres: a esta huasa china que pintó en el Museo Abierto de San Miguel, a “Ofelia” que está en el Barrio Bellavista, a la tejedora de la Casa Patrimonial Velasco, a la “tía Mary”, una vecina del edificio donde ahora aparece su imagen en esta obra de 40 metros que hizo junto al pintor Francisco Maturana, a “María” y “La Loica” en Pudahuel, entre tantas otras.
—¿Por qué decidiste llevar al formato grande, a los murales, a lo que uno ve en un museo?
—Principalmente, nace con la intención de poder compartir lo que yo sentía, de chico que siento todavía el ver una pintura que me gusta. Es un momento en que uno se detiene y el tiempo se detiene y te permite, de alguna manera, olvidarte y al mismo tiempo viajar y poder apreciar un trabajo que está hecho por otro ser humano, y eso es vinculante.
“Uno se conecta un poco con el trabajo y de alguna manera pensé que si empezaba a pintar en el gran formato, en el espacio público, en lo que venía haciendo hace ya muchos años en mi taller, iba a poder compartir esa experiencia con gente que quizás no estaba tan habituada a eso que yo frecuenté mucho, que era ir al museo, ir a ver las colecciones de pintura, la colección permanente del Bellas Artes, de chico iba mucho y de grande sigo tratando de ir lo máximo posible”, comentó.
—¿Y cuáles fueron tus primeros temas?
—Yo siempre pinté mujeres, mi tema siempre ha sido la mujer. Hoy en día he articulado una respuesta, me lo preguntan harto, pero lo cierto es que inicialmente esto fue mucho más como instintivo. Yo siento que la pintura de alguna manera a veces se parece mucho a la relación que uno puede tener con la comida. ¿Por qué uno elige el helado de piña por sobre el helado de chocolate? Porque simplemente quieres comerte el helado de piña. Yo quería pintar mujeres porque era lo que me llamaba la atención, lo que quería pintar finalmente.
“La primera vez que yo pinté a una mujer de espalda, fue copiando una pintura. Así que en ese sentido, la génesis de mi obra, diría yo, es bien poco original. Y yo soy bien defensor de eso, creo que la originalidad hoy es un problema en el arte. Yo creo que no hay que buscar ser original, ni mucho menos especial, hay que buscar hacer algo bien y conectarse emocionalmente con el trabajo. Yo creo que eso es capaz de llegar a las personas, aunque esto, finalmente, el resultado de ese ejercicio, sea simplemente una manzana y un vasito con agua”, agregó.
— La pintura es un ejercicio solitario, pero tú cuando vas y estás en medio de la ciudad y estás pintando, se te acerca mucha gente, ¿no?
—Sí, y se acerca mucha gente a preguntar y en realidad he tenido conversaciones muy lindas con gente que yo jamás me hubiera imaginado que podría hablar sobre arte. De hecho, hace poco estuve realizando un proyecto de un mural bastante grande y se acercó un carabinero a decirme que le encantaba el grafiti.
“Me ha pasado de tener conversaciones muy profundas con gente que trabaja en las calles o que vive en las calles. (…) El arte es de todos y no hay que saber de arte ni de nada para poder apreciar una obra. Cuando uno, por ejemplo, se enfrenta a un paisaje bonito, a una flor, o a una comida que también te deleita, nadie te pide saber sobre eso para tener una opinión formada, yo creo que el arte en ese sentido debería ser mucho más abierto y cualquier persona en la calle debería desarrollar una historia a partir de una obra. Y un poco es eso lo que he visto que sucede con mi trabajo y creo que por eso ha llegado a las personas”
—Son personas que uno piensa que no visitan habitualmente los museos, ¿es democratizar el arte?
—Claro. Siento que hoy en día está bien manoseado esto como estrategia para vender proyectos, esta idea de democratizar el arte. Pero los que hemos estado ahí, los que hemos trabajado frente a un muro y viendo como esta imagen va cobrando sentido, y tengo esta oportunidad de conversar con la gente, yo puedo decir que honestamente siento que he trabajado por esa misión que es democratizar la experiencia artística en el espacio púbico. Siento que eso, de alguna manera, empodera a la gente con respecto al arte y también saca un poco al arte de los espacios a los que hemos estado acostumbrados. El arte no está solamente en un museo, no está solamente en una galería o en los talleres de los artistas, el arte está en todos lados.
Las mujeres de Barriga
Aunque ha llevado a sus mujeres de espaldas a Nueva York y Barcelona, la que ha llegado más lejos en reconocimiento ha sido la pintura de esta joven que aparece atándose un vestido de época, con la que participó en un concurso internacional en Francia, en la ciudad de Boulogne-sur-Mer donde fue finalista entre las 10 mejores obras.
—No son mujeres de nuestra raza, son más bien mujeres claras que pertenecen a esta pintura renacentista…
—Pasa que me han emplazado un poco un par de veces, sobre todo por mis murales, que me han dicho ‘oye, pero las chilenas no somos así, porque hay una mujer rubia en este barrio’. Hay dos explicaciones: La primera es que con lo que partí, tiene que ver con que cuando yo trabajo con un pelo más claro puedo o incluir un poco más de tonalidades y eso finalmente termina siendo que la pintura se vea más volumétrica. Si fuera un pelo oscuro, probablemente, de la oscuridad, paso a los empastes en las luces. Es bien bonito, dramático, pero no me permite incluir más colores entre medio y eso hace que finalmente se vea más tridimensional.
“Por otro lado, tiene que ver con que uno tiene que ser súper honesto con respecto a cuáles fueron mis referentes y cómo partí pintando. Yo partí pintando con libros, por los libros que estaban en la casa de mi abuela, los libros que me compraba yo de pintura europea, y yo también de alguna manera seguí un poco esa tradición. Más adulto he podido revisar y soy un fanático empedernido de la pintura chilena tradicional, pero eso lo descubrí mucho después. Yo me formé mirando libros y en esa línea, quería hacer pinturas como las que veía en los libros, como Caravaggio, como Velázquez, como Rembrandt, y después Andrew Wyeth que es un pintor que a mí me influenció mucho que es a quien un poco le robé la idea de hacer la mujer de espalda con trenzas. Pero esa es la respuesta, no hay un tema que tenga otra profundidad, tiene que ver con la plástica y mis fuentes de inspiración”, señaló.
—Tus mujeres pese a que aparentemente son inocentes, son tremendamente sensuales. ¿Son más sensuales vestidas?
—No sé si las catalogaría de sensuales pero creo que hay siempre una especie de tensión con respecto a ese tema, por el hecho de que en el fondo se ve piel pero debajo de un velo y eso me parece que es más inquietante. Lo hace más interesante y le aporta también al dramatismo de una pintura. Por otro lado, pintar un encaje o pintar transparencias es algo que a mí me parece difícil, por ende desafiante e interesante.
—¿Y los desnudos funcionarían en murales en la calle?
—Yo lo único que quiero es pintar desnudos en el espacio público pero es súper difícil. Claro que funcionarían, y de hecho creo que sería importantisimo mostrar los cuerpos tales y como son en el espacio publico, creo que sería algo súper importante para un poco ir avanzando en la aceptación de las diferentes personas que existen en el espacio público, pero es súper delicado porque creo que como sociedad no estamos preparados para recibir eso. Sin embargo, no nos preguntan pero la publicidad igual nos impone, no desnudos completos pero quizás mucho más burdos que eso.
“Rayar es algo inherente al ser humano”
En este último pasaje, el artista abordó el proyecto que busca eliminar los grafitis y rayados del eje Alameda-Providencia. Cabe señalar que la Gobernación Regional Metropolitana dispuso de $540 millones para recuperar en cinco meses, las fachadas del tramo que conecta Providencia, Santiago, Estación Central y Lo Prado.
—Se decidió pintar y borrar todo, ¿qué te pasó a ti?
—No me duele ni me entretiene que lo hagan, pero para mí claramente eso es un diagnóstico de que no está pudiendo abarcar la situación, porque es obvio que lo van a rayar de nuevo. Yo creo que el grafiti y rayar es algo inherente al ser humano, los niños lo tienen muy claro, luego los adultos dejan de dibujar. Los niños, previo a que los puedan castigar rayan donde sea, y yo creo que esa misma pulsión, que no encuentra una manera de canalizarse, finalmente la calle es el telón abierto para decir lo que uno siente, lo que uno piensa y manifestar desde la rabia, la alegría. Creo que el problema acá es que no se ha sabido abarcar y siempre se ha reprimido porque no hay espacios para hacerlo.
—Tus murales son siempre con autorización…
—Yo participo de proyectos que cuentan con los permisos y esa es una parte súper importante del trabajo y la verdad es que yo no me la salto. Desde el comienzo siempre lo hice de manera súper protocolar, con todas las entidades pese a que eso puede ser un trabajo realmente muy tedioso y muy largo y muy lento, pero por otro lado, a mí me encanta ver grafitis que están al margen de la ley. Yo no lo hago pero como expresión artística me deleita.
Finalmente, Barriga sinceró uno de sus sueños pendientes.
“Tengo un pendiente importante que es mi primera exposición individual, que creo que es algo que va a suceder de aquí a un año. Lo vengo diciendo al menos hace siete años, exactamente lo mismo, que va a suceder el próximo año pero ya tengo un buen cuerpo de obras y me siento bien preparado para eso”, dijo.
“Lo siguiente es seguir pintando afuera y en Chile, grandes formatos y un poco empujar los límites del realismo en el espacio público. Contar historias de gente común y corriente para que la gente se identifique y que el arte pase a ser lo que debería ser, que es una expresión masiva con la que nos podemos relacionar y que podemos disfrutar y eventualmente vamos a cuidar como un patrimonio importante de nuestra historia”, concluyó.