En entrevista con CNN Íntimo, la actriz conversó sobre sus años en televisión y entregó detalles de su nuevo libro "El abuso no es un espectáculo". "Ser víctima de abuso es muy devastador en muchos sentidos", confiesa. Repasó su vida actual lejos de la ciudad, y recordó su amistad con el animador Felipe Camiroaga.
Katherine Salosny comenzó su carrera televisiva a temprana edad, específicamente en 1985 tras ser rostro de una campaña publictaria. Fue la primera mujer en tener un programa de televisión propio en Chile, en conducir un late y en transitar de la televisión al teatro, llegando a titularse como actriz.
Linda y exitosa, era la encarnación de la vida perfecta, pero nadie sabía la pesadilla que fueron para ella y su hermana Marisol la infancia y adolescencia. Los periodos, supuestamente más felices de la vida, fueron destruidos por quien debía ser el protector, su propio padre.
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Esta historia de abusos se hizo pública de la peor manera en 2005, cuando la víctima fue una niña de solo 8 años. Hubo una denuncia ante la justicia y una avalancha de programas de farándula se encargó de difundir la historia.
Años después, ya lejos de la televisión, con 18 años de psicoanálisis en el cuerpo y viviendo en Algarrobo, fue ella misma la que quiso contar la historia en El abuso no es un espectáculo, un libro que escribió junto a la periodista Gabriela García. En este texto no solo aborda la pesadilla del abuso sexual, sino que también relata lo que vivió durante 36 años en televisión.
En entrevista con CNN Íntimo, la actriz y comunicadora cuenta que el libro tiene que ver “con el ser mujer”. “Esta obra la tengo en mi cabeza desde hace muchos años, no es que salió ahora. Fue luego de mi proceso psicoanalítico, de muchas cosas que pasaron, como renuncias, duelos y el volver a reencontrarme conmigo (…), ya que el abuso es muy duro, ser víctima de abuso es muy devastador en muchos sentidos“.
“Vino el movimiento Me Too y me hizo mucho sentido, porque empezó a aparecer esta tribu fémina, feminista, en todas partes del mundo. Después viene el estallido social, el movimiento feminista que con tanto fervor aparece en Chile y posteriormente Las Tesis. Con Las Tesis, cuando empiezan incluso a cruzar fronteras, (…) ahí se me empieza a materializar y a concretar la idea de escribir este libro que tiene que ver con el ser mujer“, detalla.
—En la historia se juntan dos cosas que son bien perversas, el abuso y que el abusador sea tu papá, ¿desde que ocurrió te diste cuenta o te fuiste dando cuenta después?
—Desde que ocurre yo me doy cuenta y hay un episodio que relato en el libro, pero que me lo rescató mi psicoanalista en algún momento, ya que uno lo verbaliza a una determinada edad, en mi caso a raíz de una situación muy concreta que pasó con unas amigas (…) Hay una conciencia sobre eso y por supuesto que cuesta porque uno dice ‘no, esto no puede ser’ y está el antecedente también de mi hermana.
—Tu hermana quedó muy dañada, física y psicológicamente, ¿qué es ser sobreviviente?, ¿cuál es la carga de serlo?
—Para ser sobreviviente tienes que volver a conectarte, revisitar tu historia y ojalá elaborarla, cosa que no siempre es fácil (…) Para verbalizar, elaborar, y también hacer justicia de alguna forma, primero debes entrar a tu historia, revisitarla, elaborarla y de ahí accionar, esa es la sobrevivencia. Al principio es un camino solitario porque hay muchos tabúes, porque no te creen y uno siente vergüenza, culpa.
—Tú pudiste salir, a lo mejor tu hermana también a su manera, pero quedó muy dañada, ¿eso genera culpa?
—Es una conversación que hemos tenido mucho con mi mamá, pero hay un momento en que hay que dejar de lado las culpas y hacerse cargo, al momento que sea. Detesto cuando la gente muchas veces dice ‘¿y por qué ahora si han pasado tantos años?’, ya que eso es de un nivel de ignorancia brutal, porque cada persona tiene su tiempo, cada uno es un individuo tan particular, complejo y distinto.
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—Después de estos 18 años de psicoanálisis, de haberlo trabajado, de haberlo visto mucho, ¿sientes que te recuperaste, que te sanaste?
—Uno nunca termina de sanarse del todo. Sanarse significa poder sobrellevar esto, vivir con esto, hablar de esto. Siempre está la fisura (…), esto siempre va a estar, no es que con una terapia se borra.
—¿Qué costo tuvo para tu vida haber tenido esta experiencia?
—Tal vez no haber tenido hijos y no haberme casado, que es una opción super válida, pero yo entendí en un momento que tenía que hacerle frente a mi historia y eso fue algo que postergué. Tuve una pareja con la que quise tener hijos en algún momento, pero había algo en mí que me decía ‘no, hay algo aquí que tienes que seguir (trabajando)’ y al mismo tiempo opté también por mi carrera, la cual fue super importante y un salvavidas poderoso.
Nueva etapa
La pandemia afectó duramente la vida de Katherine, llevándola a tomar la decisión de mudarse de Santiago a Algarrobo, en la región de Valparaíso. “Se me cayeron todos mis proyectos. Me quedé sin el teatro, sin el restaurante, sin un proyecto de televisión, sin nada, sin liquidez durante año y medio, casi dos (…) Fue muy dura y dolorosa la pandemia, a mí no se me olvida lo dolorosa que fue“.
“Estuve muy atrapada, paralizada, lidiando con la muerte, el miedo y la cesantía, cosa que no me había pasado nunca en la vida, ya que yo trabajo desde los 18 años. Due fuerte, duro y me quedé como muy sola en Santiago. Primero empecé a sentir una especie de parálisis creativa en muchos sentidos, estaba como atrapada emocionalmente con todo lo que estábamos viviendo y ahí empezó a fraguarse esto de que quería estar cerca de mi mamá (en Algarrobo)”, detalla.
Hoy, a sus 58 años, la presentadora de icónicos programas mira el mundo de la televisión con distancia, aunque no descarta tajantemente un eventual regreso. “Ser mujer en televisión sin duda que no es fácil, ya que desde que una entra a esta industria hay como una fecha de caducidad en tu inconsciente y permanentemente sientes que puedes envejecer. A los 25 años ya no eres tan jovencita, a los 30 menos”, relata.
Durante más de treinta años, Salosny pudo ser testigo de lo que enfrentan las mujeres que forman parte de esta industria. “Que ojalá una sea lo más silenciosa posible, ojalá casada, con hijos, ojalá flaca, sin arrugas y eso. Eso está en uno, uno lo sabe y se va con ese peso haciendo televisión, sonriendo, y a las actrices también le pasa un poco lo mismo. Entonces, es heavy como empezar a darse cuenta de eso y da pena, rabia y duele porque es injusto“.
La actriz confiesa que no le gusta mucho la televisión chilena de hoy en día, ya que, en primer lugar, “hay una trampa muy brutal que tiene que ver con un sistema de medición que es de los años 90′ y ese sistema de medición (…) es muy perverso porque no te permite una cuota de riesgo, porque estás siempre mirando al canal de al lado, no hay una conexión frontal hacia la realidad, hacia el público, el ciudadano o ciudadana que te está mirando”.
¿Un paso hacia la política?
La comunicadora reconoce que en distintas oportunidades le han ofrecido incursionar en el mundo político, “incluso antes y durante del estallido social”. “Estuve tentada de hacerlo, pero después del estallido social y con todo lo que fui viendo como espectadora pensé ‘acá hay algo que se está moviendo y tiene que venir algo distinto‘”.
—Participaste en la campaña del Sí, pese a que tu sensibilidad política va por otro lado, ¿por qué lo hiciste?
—Es algo de lo que quisiera no tener que hablar permanentemente porque es contradictorio (…) Fue un acto de ignorancia absoluta, pero una ignorancia que tiene que ver con mi historia, ya que fue en un momento de mucha evasión en que empecé a tener crisis de pánico, donde lo único que quería era renegar de mi historia y ahí fue muy fácil decirme ‘es lo que hay que hacer nomas’. Fue un acto estúpido, sumamente ignorante y desde un lugar muy poco auténtico mío.
—Siendo feminista, ¿qué te parece este gobierno que tiene un gabinete mayoritario de mujeres?, ¿es lo que tu habrías esperado?
—De Gabriel Boric yo lo esperaba, sin duda y, no solamente el tema de las mujeres, sino que también el tema de los niños, que ponga en el centro a los niños y niñas creo que es fundamental porque ahí estamos al debe como Estado y sociedad (…) No tenía ninguna duda que iba a ser (un gabinete) paritario, pero esto de los niños, de ponerlos en el centro, me parece que había una deuda importante.
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—¿Y tu domicilio político está en este Gobierno?
—Sin duda que me identifica y me asusta un poco que se genere tanta desconfianza, que no se permita avanzar en ideas que me parecen potentes como, por ejemplo, lo de los niños y la reforma previsional. Creo que se están haciendo cosas.
—¿Y cómo has visto el rol de las mujeres en este gobierno?
—Lo encuentro bastante bien instalado (…) Están todas empoderadas porque se las deja actuar como ellas quieren, desde una convicción muy absoluta, con autoridad y propiedad. Lo que pasó con Izkia Siches me dio mucha tristeza, ya que es un cargo complejo ese y pasaron las cosas que pasaron, pero es dura la política, super duro el tema de la oposición y lo que ahí se genera. Uno puede ver evidentemente dónde están los bloqueos.
“Hasta a una le cuesta hablar de estos temas porque da mucho susto que te agredan después y eso no puede ser, es lo que debiera cambiar, que sea algo más amable y en sintonía con la real necesidad estructural que se requiere de cambio en Chile. Yo lamento mucho que todavía estemos en un proceso que está super enquistado y lo veo como infinito, que se cambie realmente la Constitución, ya que aquí se ratificó la Constitución del 80′ de alguna forma”, cerró.