En entrevista con CNN Chile, el arquitecto conversó sobre el derecho a la vivienda y sus esperanzas en la nueva Constitución. Además, entregó detalles sobre lo que vivió durante la dictadura militar, especialmente su paso por Isla Dawson.
Miguel Lawner nació un 10 agosto de 1928 y, a meses de cumplir 94 años, no se le escapan detalles ni fechas. Hijo de inmigrantes ucranianos, creció en Santiago, específicamente en el antiguo barrio “Matta-Portugal”.
La política y la arquitectura marcarían sus pasos. En 1954 se tituló en la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Chile, donde participó activamente del proceso de reforma universitaria.
Miguel recuerda cada una de las campañas junto a Salvador Allende, el mismo que cuando se convirtió en presidente lo nombró director ejecutivo de la Corporación de Mejoramiento Urbano (CORMU).
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Fue el responsable de la construcción de 158 mil viviendas sociales que, emplazadas en sectores céntricos y acomodados como la Villa San Luis en Las Condes, buscaban dar techo y disminuir la segregación.
Debido a su cargo, el 12 de septiembre de 1973 ya era uno de los detenidos del nuevo régimen. Isla Dawson fue parte del cautiverio, también Ritoque, Villa Grimaldi y Tres Álamos. En 1975 partió junto a su familia al exilio a Dinamarca, desde donde regresó nueve años después.
En entrevista con CNN Chile, el arquitecto Miguel Lawner Steiman conversó sobre el derecho a la vivienda y sus esperanzas en la nueva Constitución. Además, entregó detalles sobre lo que vivió durante la dictadura militar, especialmente su paso por Isla Dawson.
Luchando contra la segregación
Tras una vida dedicada a la vivienda social, en 2019 Miguel Lawner fue distinguido con el Premio Nacional de Arquitectura. Actualmente, ve cómo la vivienda se convierte en un derecho en el borrador de nueva Constitución, pero sabe que con eso no basta.
Ad portas de cumplir los 94 años, el arquitecto sigue más vigente que nunca. “Escribo mucho sobre situaciones vinculadas a los derechos humanos y la memoria histórica, además recibo peticiones de universidades o muchachos en tesis”, señala.
Lawner pertenece a un grupo llamado Arquitectas y Arquitectos por un Chile Digno. Sobre esta organización, señala que “estamos muy vinculados al movimiento de pobladores y organizaciones sociales y también emitimos opiniones sobre cómo organizar las políticas habitacionales en beneficio de los sectores vulnerables”.
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“Yo participé muy activamente de la campaña para Gabriel Boric. Reunimos varios miles de organizaciones sociales de pobladores en un encuentro que tuvimos en La Castrina, en la cual el presidente, en ese momento candidato, firmó un compromiso de seis puntos”, agrega.
Cuenta que, junto a las Arquitectas y Arquitectos por un Chile Digno, se reunieron con el actual ministro de la Vivienda, Carlos Montes. “Nosotros planteamos la necesidad de tener una acción bastante activa en los campamentos, que es un capítulo que no puede seguir prolongándose como está”, detalla.
“Le hemos planteado al ministro que, en Chile, según el catastro de campamentos hecho por el Ministerio de Vivienda y Techo Chile, un 70% de los campamentos están situados dentro del área urbana de la ciudad y no son sitios vulnerables”, afirma el arquitecto.
Por lo mismo, “no hay ninguna razón que impida una declaración del ministerio de que todos esos campamentos serán radicados, eso significa asegurarle a todo este enorme universo de pobladores que permanecerán en ese lugar y que podrán llegar a ser propietarios del terreno que ocupan”.
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—¿Cómo está viviendo el proceso constituyente, donde uno de los derechos que ya quedó en el borrador de la Constitución es el derecho a una vivienda?
—El derecho a una vivienda digna, adecuada y asequible para todos, sea cual sea su condición social, es un importante avance porque en la Constitución actual no solo no existe, sino que hasta la palabra vivienda no existe. Lo que está en debate ahora son aspectos que harán posible esta aspiración.
Para el arquitecto, la primera tarea es “aprobar la función social y ecológica del derecho de propiedad al suelo. Es fundamental porque garantiza la posibilidad de que el Estado pueda adquirir esos suelos en valores no especulativos (…) Es tener la facultad de poder expropiar terrenos con el objeto de abrir un beneficio social”.
—Hay una aversión a la palabra expropiación.
—Exactamente, lo que es inaceptable, expropiación no significa despojo. Nosotros en el Gobierno de Allende heredamos las atribuciones que el presidente demócrata cristiano Frei Montalva promulgó en una reforma constitucional donde se subrayaba el rol social de la propiedad.
—No está la palabra vivienda en la actual Constitución, pero lo que sí está es el derecho a la propiedad, lo que ha marcado a las personas en el individualismo, ¿cómo se puede cambiar esa lógica?
—Basta que tú inicies este proceso (de expropiación) sabiendo que la gente no es víctima de un despojo para allanar el camino para las adquisiciones futuras, pero eso tiene que ser el Estado el que actúe con convicción, no una inmobiliaria privada que llega y destroza.
—La segregación está marcada por poblaciones en la periferia. Usted trabajó durante el gobierno de Allende por terminar con eso y uno de los ejemplos más claros fue el de la Villa San Luis, que lamentablemente terminó y fue demolido. ¿Qué significó para usted esta construcción?
—La construcción fue uno de los hechos más memorables que me ha tocado vivir porque nosotros conocimos a los campamentos de Las Condes que estaban situados en la ribera del río Mapocho (…) Eran básicamente dos cooperativas -el esfuerzo y el ejemplo- donde habitaban 800 familias.
Lawner narra que durante la campaña presidencial, junto a Allende hicieron ahí “una proclamación y Allende les prometió que los sacaría del barro. Fue una promesa que, una vez que asumí el cargo, nunca dejó de hacérmela presente y cumplimos (…) Cuando expropiamos el fundo San Luis hicimos el proyecto”.
Días fríos en la Isla Dawson
El arquitecto participó en las cuatro campañas presidenciales de Salvador Allende, hasta su llegada al Gobierno en 1970. Tras el golpe de Estado de 1973, fue detenido y enviado, junto a los altos dirigentes de la Unidad Popular, a la Isla Dawson en el Estrecho de Magallanes.
“Llegué el día del golpe a mi punto de trabajo en la CORMU, que tenía su sede en un edificio (…) ubicado en Portugal esquina Santa Victoria. Se produjo el golpe, muchos funcionarios empezaron a irse, escuchamos las palabras de Allende y ahí me di cuenta de que ya no había nada más que hacer”, relata.
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“Se produjo el toque de queda y nos quedamos 44 personas en el edificio. Permanecimos hasta el día siguiente, en la tarde escuchamos unos disparos (…) y entró una compañía de Carabineros disparando a mansalva”, detalla el arquitecto, quien agrega que luego los trasladaron al entonces Estadio Chile.
“Ahí a las seis de la mañana escucho por los parlantes ‘Miguel, presentarse con el próximo guardia’, y los compañeros me dijeron que no me presentara porque en la noche se había escuchado que llamaban a algunos y nunca observamos que regresaran, pero yo me negué y me presenté”, añade.
Tras diferentes eventos, el arquitecto es llevado a la escuela militar, donde “estaban reuniendo a las altas autoridades de Gobierno que habían detenido o que se habían presentado”. “Pasaron un par de días y el 15 de septiembre nos embarcaron en todos a un avión y aterrizamos en Punta Arenas”.
“Terminamos en una barcaza, los 36 que en ese momento éramos, entre ministros, subsecretarios y jefes de servicio. El viaje fue difícil, teníamos prohibido hablar, luego desembarcamos, estamos pisando nieve, no teníamos idea donde estábamos“, relata.
Lawner explica que luego fueron enviados a una base “donde nos recibió un oficial que nos hizo un discurso advirtiéndonos que estábamos en calidad de prisioneros de guerra y que cualquier tentativa de acción debíamos tener claro lo que eso significaba. Al terminar, nos dijo que estábamos en la Isla Dawson”.
—Ahí empiezan a hacer trabajos que eran bien sin sentido, pero usted, como buen arquitecto, descubre una capilla y convence a los oficiales que estaban a cargo de restaurarla en vez de seguir trasladando postes de un lado a otro, ¿qué significa esta iglesia para usted?
—No te puedes imaginar lo que significa. Yo varias veces he declarado que, de las vastas obras arquitectónicas que he realizado, este es lejos el trabajo que a mí más me enaltece haber realizado. Es increíble, porque era una estructura de madera magnífica hecha toda en piezas de coigüe.
“Estábamos obligados a hacer este trabajo de plantar postes y llegamos a la localidad de Puerto Harris, en donde en una loma se ubicaba la iglesia y le pedí al sargento si la podíamos ir a ver y efectivamente la encontré en muy buenas condiciones (…) para lo que era el clima en la Isla Dawson”, cuenta.
Lawner finalmente logra convencer al comandante a cargo. “En el trabajo de la iglesia estaban los ex ministros de Estado, rectores de universidades y todos en cuclillas en el suelo con trozos de vidrios que sacamos de la ventana, raspando la mugre hasta que apareciera el rojo encendido del coigüe maravilloso”.
—El año 1975 finalmente a usted lo ponen en un avión hacia Dinamarca, donde estuvo nueve años, ¿qué significó volver?
—Tuvimos una estadía espléndida en Dinamarca. Tenía un trabajo excelente en la universidad, creamos una gran cantidad de amigos y el trabajo de solidaridad internacional fue intenso y entusiasmante. Sin embargo, en cuanto nos autorizaron a regresar, no vacilamos con Anita y regresamos de inmediato.
—¿Tuvo miedo de morir mientras estuvo preso o durante el exilio?
—No, no se me pasó por la mente. Tal vez irresponsablemente procedí con cierta audacia en algunas acciones. Cuando volví a Chile me comprometí muchísimo en la lucha contra la dictadura y participé en las protestas, (…) pero no recuerdo haber tenido ese sentimiento de temor.
—¿Usted cree que se ha hecho justicia?
—No, en absoluto, ese es un capítulo que está pendiente en este país, ya que el cambio institucional que tuvo Chile tuvo mucho de hipócrita. Hasta el día de hoy, el país es rehén de las Fuerzas Armadas debido a que ellos tienen hasta hoy derechos y privilegios que no tiene nadie en el país, eso es inaceptable.
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“Es cierto, no puedo negar que hay un cambio, naturalmente, un cambio al régimen democrático, se acabaron esas terribles violaciones a los derechos humanos, pero las Fuerzas Armadas son hoy día una secta privilegiada en este país”, recalca.
“Euforia infinita”
El arquitecto mira con buenos ojos lo ocurrido durante el estallido social. “Participé en mi vida numerosas manifestaciones, pero el espíritu que impregnó el estallido social (…) es inexplicable, es de una euforia infinita, esa capacidad de abrazarte con gente a la que jamás habrías conocido espontáneamente”.
—¿Cómo explica la violencia que vino después, ya que hay un grupo que sigue con manifestaciones muy violentas, qué pasó ahí?
— Son absolutamente personas ajenas al movimiento popular, yo no tengo la menor duda. Más aún, estoy convencido de que en muchos casos están penetradas por sectores interesados en identificar la protesta social justamente con la violencia, en descalificarla.
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—¿Cómo ve el presidente Gabriel Boric hoy en esta partida que él ha dicho que ha sido con turbulencias?
—Se le presentan situaciones difíciles de afrontar que están originadas, en parte, por conflictos internos de la coalición que lo llevó a triunfar, pero, en gran medida, están originadas (…) en el cuadro de mentiras y descalificaciones a los que se enfrenta hoy el Gobierno y la Convención Constitucional.
“Lo que pasa es que yo creo que por primera vez en 50 años está ahí la percepción de que es un Gobierno que efectivamente va a introducir cambios de verdad al modelo neoliberal que se ha liberado sin ninguna dificultad desde la dictadura hasta ahora”, afirma.
—¿Usted es un optimista?
—Sí, yo soy optimista. Estoy convencido de que vamos a tener una Constitución excepcional en la historia del mundo, con un reconocimiento a la paridad que no hay en ningún otro texto constitucional (…) y con un reconocimiento finalmente a los pueblos originarios que fueron víctimas de un verdadero genocidio.