Nona Fernández: “Jamás pensé que a 50 años del golpe deberíamos explicar de nuevo por qué los derechos humanos son importantes”

Por CNN Chile

15.08.2024 / 22:30

En entrevista con CNN Íntimo, la escritora, actriz y dramaturga chilena conversó sobre sus pasiones, el camino que ha seguido en la literatura y la situación actual del país. “Jamás pensé que a los 50 años (del inicio de la dictadura) íbamos estar teniendo que explicar de nuevo por qué los derechos humanos son importantes”, reflexiona.


“Actriz por gusto. Narradora por hinchar las pelotas, por no olvidar lo que no debe olvidarse. Guionista de culebrones por necesidad. Chilena incómoda, y a ratos rabiosa”, así se definió hace algún tiempo Patricia Paola Fernández Silanes, más conocida como Nona Fernández.

Nació un 23 de junio de 1971 en Santiago y, pese a que estudió teatro en la Universidad Católica, la vida la ha llevado por diversos caminos. En el último tiempo, se ha convertido en un referente de la literatura Latinoamericana, llegando a un nivel que aún no es dimensionado en Chile.

Algunas de las obras que ha publicado incluyen El cielo (2000), Mapocho (2002), Fuenzalida (2012), Space invaders (2013), La Dimensión Desconocida (2016) y Voyager (2023). Por algunos de ellos ha ganado premios, como el Municipal de Literatura de Santiago y el Premio Sor Juana Inés de la Cruz.

Sus creaciones no solamente indagan en las complejidades de la memoria y los traumas del pasado reciente del país, especialmente la dictadura cívico-militar, sino que también ofrecen una reflexión crítica sobre la realidad social y política de Chile, creando una especie de puente entre el pasado y presente.

Encontré en la literatura un procedimiento de investigación y de reflexión. Las preguntas y enigmas no siempre se resolvieron, pero me ayudaron y me ayudan a pensar otras preguntas y ese es un camino que no termina nunca de cerrarse”, cuenta a Matilde Burgos en un nuevo capítulo de CNN Íntimo.

Dos almas

Habitar otros mundos, ser otras personas y transformarse es lo que ha buscado Fernández a través de sus grandes pasiones: el teatro y la escritura (inicialmente lectura). “Las dos cosas siempre fueron fantasías muy presentes en mi vida (…). Siempre habitaron en mí estas dos fantasías de buscar otra vida”.

“Era hija única, en dictadura, muy encerrada en una casa grande, con una mamá y una abuela, por lo que el panorama era aburridísimo, me tenía que entretener sola y ahí la lectura fue muy importante, era un espacio de juego relevante, pero también esas dos mujeres a mí me llevaban al teatro”, agrega.

—¿Era un riesgo estudiar teatro o hacer teatro en dictadura?
—La pasión por el teatro parte primero como en ese espacio lúdico (…) y después se empezó a plegar esa idea de que ya no era solo un juego, puesto que se estaban expresando ideas que tenían que ver también con lo que estábamos pensando y ahí aparece el teatro como un espacio discursivo y expresivo.

Sobre si para ella representaba un riesgo, asegura que “para nada”. “Me dije que esto yo quería hacerlo no solamente porque quería ser otra y jugar a ser otra (persona), sino porque también hay cosas que quiero decir y me parece una tremenda plataforma, abriéndose también ahí esta idea de la dramaturgia”.

Yo miedo no tenía, no tuve nunca”, dice, y afirma que aprendió a moverse en los “códigos”. “Sabía de los peligros, pero se manejaban. Sabía lo que se podía y no hacer entendiendo que en ese tiempo podían pasar cosas horrorosas (…). Fui una niña se podría decir que miedosa, pero ese miedo no me inmovilizaba”.

 

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—¿Cómo fue la transición del teatro a la literatura?
—Me da pudor un poco pensar en la literatura como algo tan serio porque desde el origen para mí fue un espacio muy lúdico, de hecho, más que el teatro (…). El espacio de la literatura y de la creación escritural siempre fue para mi puro improvisar y jugar, siempre ha estado en el espacio del juego.

Sin embargo, relata que con el paso del tiempo esto se empezó a transformar en “algo serio, como una carrera”, confesando que inclusive a día de hoy todavía no dimensiona ese espacio. “Se transformó en algo serio que no busqué, que me cuesta asumirlo todavía, a veces me enreda asumirlo”, reconoce.

“Es complejo por estas dos militancias que tengo, porque para hacer teatro tengo que estar aquí y la literatura me pide estar afuera. Estoy en un momento donde todo se me enreda y todo es complicación, pero una complicación gozosa sin duda y esa transformación la he vivido al día a día, improvisándola”, relata.

—Como guionista participaste en Los 30, Los archivos del cardenal y El laberinto de Alicia, ¿qué tal fue esa experiencia?
—El trabajo de guionista en la industria televisiva es algo para lo que uno no debiese o pudiese hacer otra cosa. Yo siendo rebelde lograba hacer ese trabajo y al mismo tiempo ensayar en la noche o en la noche llegaba a escribir los libros, pero la señora tiene un límite y la edad también te va poniendo esos límites.

Pese a la buena experiencia, cuenta que en un momento la literatura empezó a “desbordarse” y a tomar esos espacios. “Una serie o teleserie es un camino muy colectivo y uno se pone al servicio de la industria, (…), pero el camino escritural comienza a ser otro, empezó a desbordarse y ya no podía hacerlo todo”.

—¿Qué cosas tienes de hija única?
—Me autogestiono, soy una señora autogestionada (…). En general si yo quiero hacer algo, me preparo el camino, nunca espero que alguien me ayude. Yo soluciono, si alguien me ayuda feliz, pero, en general, me autogestionó. Todos mis emprendimientos, por hablarlo así, son personales.

—¿Quién ejerció de figura masculina durante tu crecimiento?
—Tuve papá presente hasta cierto momento y de ahí desapareció y se transformó como en un fantasma. Inevitablemente uno anda en la cacería de esa figura y es un relevo, pero si tuviese que hablar de la figura más importante, yo tuve un tío, mi tío Alberto, que fue mi papá putativo, fue mi figura masculina hasta el día que falleció y sigue siéndolo, independiente que no esté en este plano.

La memoria y el trauma

Las obras de Nona exploran los traumas del pasado reciente de Chile, especialmente la dictadura cívico-militar liderada por Augusto Pinochet (1973-1990. Sus textos no solo abren una ventana hacia experiencias individuales de esa época, sino que también iluminan las resonancias más amplias.

Consultada sobre si tuvo alguna experiencia que la marcó para tener este tema tan presente, reconoce que no: “en la familia no existió nada como que me hubiese marcado en ese plano, pero tuve el privilegio de estudiar en un liceo/colegio muy transversal, donde teníamos compañeras y compañeros de todos los ámbitos y donde fuimos muy sensibles a lo que estaba ocurriendo”.

Sobre la razón de que sea una temática recurrente, confiesa que es una “obsesión y las obsesiones a veces no tienen una razón muy clara en uno (…), pero creo que el tema de la memoria tiene que ver con dos cosas; uno que soy muy desmemoriada en lo personal y, por otro lado, habité esta salida al mundo en un momento donde quedaban muchos hoyos negros, donde uno como adolescente o niña hacía muchas preguntas y esas preguntas no tenían respuesta”.

“Con la llegada de la democracia (…) todas las respuestas no llegaron, muchas todavía no llegan y es probable que aún no lleguen o que nunca lo hagan y esas preguntas empezaron a ser materia de mis libros. Encontré en la literatura un procedimiento de investigación, de reflexión y esas preguntas o enigmas no siempre se resolvieron, pero me ayudaron y ayudan a pensar otras preguntas y es un camino que no termina nunca de cerrarse”, complementa.

—¿Te sorprendió el giro que dio el país en estos 50 años, de 1973 a la fecha?
—Sí, es que es loco el proceso que hemos vivido porque ha sido un proceso primero muy transicional, seguido por pautas de movimiento muy tranquilas y predecibles durante mucho tiempo, pero el ritmo que hemos tenido ahora ha sido de una juguera impresionante donde uno ya no puede predecir absolutamente nada, no tenemos idea de lo que va a pasar.

En esta línea, afirma que jamás pensó “que a los 50 años íbamos a estar intentando dar cátedra de por qué no hay que defender un golpe militar, con esta alza del negacionismo, retrocediendo en los discursos, teniendo que explicar de nuevo por qué los derechos humanos son importantes”. “La sensación de frustración, de inquietud, de desasosiego y tristeza es tremenda (…) es un fenómeno mundial, como que no hay escape, es feroz”.

—¿Qué opinas del Plan de búsqueda del Gobierno de Gabriel Boric?
—Lo aplaudimos y celebramos, simbólicamente es tremendamente importante, pero llega tan tarde. Es algo que debió haber ocurrido hace tanto tiempo (…), ya que es importante encontrar esos restos para las familias. Cerrar el ciclo del duelo es vital para poder seguir adelante y esa herida de muchas mujeres y hombres de este país es una herida que heredamos todas y todos. Si nos vuelve a pasar, el estado no puede reaccionar tan tardíamente, necesitamos ir cerrando eso.