En conversación con CNN Íntimo, el alcalde de Maipú se refirió, entra otras cosas, a su época como profesor en La Pincoya. “A los 15 años quería comerme el mundo, pero tenía estudiantes que (a esa edad) no tenían ni una razón para seguir viviendo", afirma.
Tomás Vodanovic no pasa desapercibido ni por su gran altura, ni por las causas que abraza desde que estudiaba en el Cumbres, uno de los colegios que tiene la congregación de Los Legionarios de Cristo en Chile.
Entró a estudiar sociología en la Universidad Católica (PUC), a los 18 años levantó un preuniversitario en La Pincoya, fue profesor de la Escuela Carlos Prats y decidió dejar Las Condes para vivir en la población donde enseñaba.
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Pese a no vivir en la comuna de Maipú, el militante de Revolución Democrática decidió postular a la alcaldía. Muchos apostaron que no sacaría más de un 20% en la elección, pero los 90 mil 284 votos que recibió dijeron otra cosa.
Con tan solo 30 años se convirtió en el candidato más votado del país en esas elecciones. Obtuvo un 46% de las preferencias, más que el doble de lo que recibió Cathy Barriga, quien iba por la reelección.
Tomás Vodanovic Escudero conversó con CNN Íntimo sobre los desafíos que conlleva ser alcalde de Maipú y los problemas que heredó de la administración anterior. Además, abordó su vida en La Pincoya y los planes que tiene a futuro.
Agencia UNO
Ordenando la casa
Al inicio de su gestión como alcalde, Tomás Vodanovic denunció un déficit heredado de $34 mil millones. A pocos meses de su llegada, asegura que “en lo operativo y básico ya tenemos un municipio mucho más ordenado y poseemos más control de la situación interna. Fue un tránsito bastante complejo”.
“Hemos tenido que recorrer un camino bien arduo de ordenamiento interno, financiero, administrativo y humano, pero ya estamos entrando en tierra derecha a este segundo tiempo de gestión. Ya pasó la fase de instalación y estamos muy esperanzados de lo que estamos haciendo todos los días”, agrega.
El sociólogo confiesa que nunca ha conversado con la ex alcaldesa: “le escribí por WhatsApp un par de veces, pero quedaron los tickets azules ahí”. “Nosotros agarramos un municipio totalmente a ciegas, lo que dificultó mucho, sobre todo, los primeros meses y hasta hoy estamos haciendo un poco de trabajo de arqueología administrativa y financiera”.
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Vodanovic asegura que “hasta el día de hoy nos siguen apareciendo deudas que hace dos semanas no conocíamos, pero yo creo que eso es un dato de la causa (…) Actualmente, lo que tenemos que hacer es trabajar por buscar respuestas más que seguir deseando un pasado distinto que ya no fue”.
El alcalde debió hacer una reestructuración municipal, con la que se logró reducir el déficit en $15 mil millones. “Hay un proceso de ajustes presupuestarios importantes, tanto en el pago de horas extras, contratación de personal y en distintos programas sociales o gastos administrativos”, cuenta.
“Eso suena como una buena noticia, pero, en realidad, ha sido la suma de decisiones difíciles (…) Suena bien reducir, por ejemplo, el déficit en $5 mil millones, pero esos son $5 mil millones que derechamente dejan de ir a la comunidad y eso es evidentemente una mala noticia para todos los vecinos”, añade.
—¿Qué siente al tomar esas “decisiones difíciles”?
—Duele harto porque cuando uno piensa en ser alcalde, al menos desde lo teórico y abstracto, uno quiere llegar a estos espacios de representación para ayudar a las personas, para tratar que el Estado esté más cerca y poder colaborar en la vida de seres humanos que lo están pasando mal.
A causa del déficit, el alcalde debió realizar “lo contrario” a lo que imaginaba. “Sin embargo, hay que entender que la responsabilidad presupuestaria y administrativa es fundamental para poder fortalecer una institución municipal que estaba totalmente destruida y para construir un mejor Maipú”.
“No vamos a poder transformar la comuna si tenemos un municipio desfinanciado (…), con casos de corrupción y poco transparente. Entonces, lo primero es entender la importancia de revitalizar la institución municipal para, desde ahí, impactar positivamente en la de la vida de la gente y eso conlleva elecciones difíciles y poco populares, pero necesarias”, agrega.
—Hay una querella por el déficit que se encontró, la cual está dirigida especialmente a la alcaldesa anterior y a quienes resulten responsables.
—Cuando presentamos la querella (…) también quisimos cerrar un ciclo. Nosotros entendíamos que nuestro deber inicial al asumir una institución que fue profundamente dañada por hechos de corrupción, por un lado, era reordenarla, pero también poner todos los antecedentes ante la justicia porque este tipo de hechos no se pueden seguir repitiendo.
El jefe comunal recalca que los municipios “son la institución del Estado que más impacta en la vida de la gente. (…) Cuando uno defrauda a un municipio en $34 mil millones le estás sacando ese dinero del bolsillo a personas que lo necesitan urgentemente y eso creo que no puede ser tolerable en un régimen democrático porque debilita mucho las instituciones”.
“Esa etapa concluyó porque nuestro foco no puede ser la permanente denuncia de un pasado no deseado, sino que la responsabilidad de hacerse cargo de construir un futuro mejor. Creo que los vecinos de Maipú no eligieron un alcalde que venga a denunciar, sino que uno que se haga cargo”, afirma.
—¿Qué hizo con los 7 mil peluches que encontró?
—Si nos ponemos a enumerar todas las situaciones irregulares que se generaron en este municipio los últimos cuatro años y medio, no vamos a terminar nunca. Hay equipos que hoy día están dedicados parcialmente a ese objetivo, pero yo como alcalde prefiero poner el foco en la comuna que estamos construyendo.
Un mundo de contrastes
El actual alcalde de Maipú pasó gran parte de su infancia en el prestigioso colegio Cumbres, desde donde comenzó a ver los contrastes que marca la desigualdad. Gracias a su profesión y actual cargo ha podido ver distintas realidades, a veces muy alejadas de lo que a él le tocó vivir.
—¿Cuántos prejuicios levanta en una comuna como la de Maipú su origen social?
—Varios. Vivimos en un país muy fragmentado, con muchas diferencias, donde se experimentan realidades de vida muy distintas según el lugar donde uno nazca. Son legítimas (…) esas aprehensiones porque es evidente que uno proviene de un grupo social donde siempre se ha accedido de forma casi gratuita a ciertas posiciones de privilegio y creo que está bien que eso sea cuestionado.
Para Vodanovic, su desafío personal “es tratar de combatir esos prejuicios con trabajo, (…) demostrando que no venimos acá de paseo, sino que a trabajar con mucha vocación, cariño y rigurosidad para ser un aporte para la comuna y creo que eso ha sido reconocido por la gran mayoría de los vecinos y vecinas”.
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—¿Mantiene relación con los legionarios?
—Hoy no tengo comunicación con nadie de esa congregación. Tomé distancia hace bastante tiempo, aunque sí recuerdo con cariño a distintos consagrados que eran un poco más cercanos y sacerdotes del colegio, pero yo tengo una mirada de la vida un poco distante de lo ellos proponen como congregación.
—¿Cómo fue su formación de pequeño y cuánto le sorprendió -o no- a su familia el camino político que tomó?
—Las enseñanzas (que mi madre) nos ha iba transmitiendo (…) consistían en entender muy bien en qué parte del país estábamos, las responsabilidades que eso conllevaba y el cómo hacernos cargo de ciertos contrastes o diferencias que vivíamos todos los días. Eso fue algo que nos inculcaron desde muy chicos.
“Dadas las oportunidades que nos habían dado en la vida, nuestro rol no podía limitarse solamente al de criticar o cuestionar, teníamos que ocuparnos y hacernos cargo de construir una realidad distinta (…) Yo agradezco que la vida me haya podido mostrar cosas que quizás naturalmente muchos de mis compañeros o compañeras no vieron”, señala.
—¿Cómo se ven los contrastes? ¿Cuán distinto se ve el colegio Cumbres del colegio de La Pincoya donde empezó a trabajar?
—Evidentemente son realidades totalmente distintas, pero creo que ningún actor debe sentir culpa por el lugar desde donde le tocó comenzar su vida. Sin embargo, sí tenemos alguna responsabilidad de que el lugar donde una persona nace deje de ser un dato tan determinante en la vida.
—Usted de Las Condes donde vivía decidió irse a vivir a La Pincoya ¿Cómo fue ese cambio?
—Yo sentía que nunca iba a poder terminar de entender o aproximarme a la realidad que vivía la mayoría de las personas de mi país viviendo en esa condición de encierro que te propician los espacios de comodidad como la comuna de Las Condes o el colegio Cumbres (…) En esa etapa de mi vida necesitaba aproximarme a otra realidad.
—Sobre el colegio donde empezó a enseñar usted dijo alguna vez que a los tres meses casi que se puso a llorar porque no lo pescaba a nadie.
—Ahí uno se va pegando muchos porrazos de realidad y dándose cuenta de que, lamentablemente, en ciertos espacios, por mucho cariño, vocación y energía que uno le ponga van a haber más derrotas que triunfos y esa es una cuestión que fue marcando mucho mi trayectoria en La Pincoya.
El sociólogo cuenta que en momentos como esos hay que “entender (…) que los cambios requieren de mucho tiempo, de mucho trabajo, humildad y capacidad de escucha frente a otros y para mí el vivir en la Pincoya fue el momento más duro, pero también el más feliz de mi vida”.
—También dijo que le tocó ir a más funerales de sus alumnos, o a verlos a la cárcel, que a celebrarles una graduación ¿Por los narcos murieron muchos de sus alumnos?
—Algunos murieron en ajustes de cuentas, otros se quitaron la vida porque no tenían más razón para seguir viviéndola o murieron en enfrentamientos entre bandas y es triste. A mí también me tocó despedir a alumnos que a los 15 años decidieron suicidarse y esa es una cuestión bien dura.
“A los 15 años quería comerme el mundo, pero tenía estudiantes que (a esa edad) no tenían ni una razón para seguir viviendo. A veces dan ganas de sentirse derrotado (…), pero hay que tener convicción para decir ‘quizá no voy a poder solucionarlo todo’, pero sí uno puede contribuir trabajando de forma super honesta para hacer que las cosas avancen en la dirección correcta”, dice.
Pasión y compromiso
Vodanovic, quien solo tiene 31 años, confiesa que su cargo en la municipalidad “absorbe entre un 90 o 95% de tiempo”. “Estamos en una etapa de nuestras vidas donde vamos a tener que entregarnos por completo a una causa que nos apasiona y ahí uno tiene que ir buscando de a poco distintas válvulas de escape”.
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Respecto a su futuro en el servicio público, manifiesta que “esto es por lejos la cuestión que a mí más me apasiona en la vida, no sé si necesariamente vinculado a la política, pero a mí trabajar en conjunto a otros y empujar proyectos que traigan un poco de justicia, dignidad o bienestar a grupos de personas es lo que me movilizó y moviliza”.
“Hoy día trato de ser el mejor alcalde posible para la comuna, (…) Muchas veces los políticos se convierten casi que en potenciales estrellas de rock, más que en trabajadores o trabajadoras públicas, pero yo trato de despercudirme de eso”, cierra.