En un nuevo capítulo de CNN Chile, el médico veterinario conversó sobre los inicios de lo que hoy el Bioparque Buinzoo y los planes que tienen para el futuro.
Cuando Ignacio Idalsoaga entró a estudiar medicina veterinaria, jamás imaginó el rumbo que su vida tomaría, ya que su intención era radicalmente distinta a lo que finalmente fue.
Optó por esta carrera pensando en abrir una planta de cerdos y terminó creando lo que hoy es el Bioparque Buinzoo, la institución de conservación de flora y fauna más grande de Chile.
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Este recinto hoy es el hogar de más de 2 mil ejemplares de 250 especies diferentes de fauna de todas partes del mundo, además de 10 mil ejemplares de flora de más de 400 especies.
“Mi foco siempre estuvo en el tema de criar cerdos como parte de la empresa familiar y mira las vueltas de la vida”, cuenta a Matilde Burgos en un nuevo capítulo de CNN Íntimo.
Una conexión especial
En su sitio web, el nacimiento de lo que hoy es el Bioparque Buinzoo es mencionado como “una linda jugada del destino”, ya que en 1985, un joven Ignacio Idalsoaga poseía un criadero de cerdos en lo que era entonces la zona rural de Buin.
Ya entonces era médico veterinario, carrera que estudió más que nada por un interés familiar, puesto que su padre tenía una fábrica de cecinas. “Mi foco siempre estuvo en el tema de criar cerdos como parte de la empresa familiar”, recuerda.
Sin embargo, relata que entonces “habíamos dos veterinarios solamente en la zona en esa época. Entonces la gente me empieza a traer animales —aparte estábamos muy cerca de precordillera— y llegaban zorros fracturados, animales atropellados, empiezo a recibir esta multitud de clientes, que no pagaba nada, era por altruismo”.
“Empecé a aprender de lo que no sabía, era de muy ensayo y error. Lo fuimos haciendo mejor, pero empezamos a quedarnos con animales muy dañados, que lo asumías, porque la otra opción era sacrificarlos”. Rápidamente, el número de animales imposibilitados de regresar a la naturaleza, ya que no tenían las condiciones necesarias, aumentó.
A cuatro años de comenzar a recibir animales dañados, la cantidad había aumentado exponencialmente, por lo que buscaron un método de financiamiento, naciendo en marzo de 1989 el “Parque de Asís”, el primer cementerio para mascotas del país. Tal fue el éxito, que a los 12 meses de funcionamiento no tenían espacio para recibir a más mascotas.
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En julio de 1990, el parque obtuvo el reconocimiento del Servicio Agrícola y Ganadero (SAG), lo que le permitió su existencia legal como zoológico, según detallan desde la misma organización en su página web. Esto les permite recibir más animales exóticos, comenzando poco a poco el concepto de zoológico a instalarse en “El Parque de Asís”.
En 1994, luego de años recibiendo animales dañados, cuenta que ya tenían “una montonera” de ejemplares. “Ese mismo año llegó Supercerdo y perdí todo (…), por lo que, a pesar de estar haciéndolo bien (con el criadero de cerdos), tuve que cerrar porque no pude contra un monstruo”, dice, detallando que ahí fue cuando el destino se cerró.
“Me quedé con seis hijos nacidos y una carga enorme de los animales dañados. Estuve dos años viviendo muy acomplejado, hasta volví a ser veterinario puerta a puerta”, dice, y agrega que tuvieron “la suerte” de en 1998 ir a México a un encuentro de zoológicos, desde donde regresaron “convencidos de que tener uno era buena opción”.
Cuenta que inicialmente no querían tener un zoológico: “teníamos referentes locales muy pobres, con encierro, por lo que ahí nace la inquietud de que la educación es importantísima, con que no basta con ver un video de los tigres para contar la historia de que hay más en cautiverio que en la naturaleza, porque son experiencias vivenciales”.
“Nosotros somos super críticos de los zoológicos porque nunca quisimos tener uno. La vida nos llevó a tener toda esta colección de animales que en un minuto teníamos que generar recursos para mejorar su condición de vida, terminando en un zoológico líder y dándonos cuenta de la importancia que tienen los grandes zoológicos del mundo”, agrega.
—¿Cuál es tu relación con los animales que hay en el bioparque?
—Es muy cercana y cuando tengo visitas que quiero conquistarlas porque quiero que nos ayuden y nos validen hacemos una visita VIP, vemos a los pandas rojos, le digo a Ichiha ‘ven, tengo una visita’, ella baja, le doy manzanas y todos quedan ‘wow te entendió’ y yo obvio, soy el líder de la manada en alguna medida. (cuando se deben ir) es duro porque los viste nacer.
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¿Qué has aprendido de los animales en todos estos años?
—Sentir la mano del creador. Somos una familia católica, lo tratamos de hacer lo mejor que podemos en ese ambiente y si me preguntas cuál es el lugar más increíble en la vida, ese es Asís. Lloré desconsoladamente cuando baje por esas escaleras para llegar a la tumba de ese hombre que, más allá del santo, era un ser humano bondadoso (…). Ha sido nuestro ejemplo.
Su especial relación con Gaucho
Dentro de los animales con los que ha tenido una especial conexión, Ignacio Idalsoaga recuerda especialmente a Gaucho, un león rescatado de un circo con el que convivió durante cerca de un año. Relata que al comienzo era arisco y “muy agresivo”, pero con tiempo y dedicación pudo ganar su confianza, generándose un fuerte lazo entre ambos.
“Lo tenía a 10 metros de mi dormitorio. Lo conquisté al punto que le decía ‘Gaucho, muestra la guata’ y él se desarmaba. Fue increíble, la historia es larga, pero durante meses me sentaba todas las tardes con él, le conversaba y lo tocaba con un palito, para que sintiera que estaba haciendo algo con él (…), hasta que se convirtió en una oveja”.
Tras meses juntos, una ONG chilena logró conseguir una plaza para él en un santuario en Sudáfrica. Gracias a la ONG y el Estado pudieron concretar el traslado, viajando él mismo para despedirlo. “Me emociona solo recordarlo (…) Fue una sensación de alivio, de saber que él iba a estar bien, que fue mi compañero durante un año, fue uno de mis hijos”.