“No hay nada creativo, ni interesante ni divertido. El instinto de la manada es real”, es la crítica de Jo Anne Van Tilburg a los cientos de turistas que toman la misma fotografía.
La Isla de Pascua ha sido durante mucho tiempo un destino en la lista de deseos para los viajeros de todo el mundo. Pero lo que hace que la economía de la isla siga fuerte puede ser lo que finalmente cause su ruina: el turismo de masas.
Moais en Isla de Pascua, Chile. (Crédito: Ministerio de Bienes Nacionales de Chile).
Recientemente, una serie de malos comportamientos de los viajeros en la Isla de Pascua, que es famosa por sus enormes estatuas conocidas como móai, ha alentado nuevas conversaciones sobre cómo deben comportarse los visitantes de la isla.
Específicamente, una nueva tendencia de fotos en las que parece que la gente está metiéndole el dedo en la nariz a los móai.
Jo Anne Van Tilburg es arqueóloga, directora del Rock Art Archive de la Universidad de California en Los Ángeles y directora del Proyecto de Estatuas de la Isla de Pascua.
Aunque el trabajo de su vida ha sido proteger y estudiar el móai, en estos días se está enfocando más en educar a los cientos de miles de personas que visitan la Isla de Pascua sobre cómo comportarse adecuadamente, tanto a nivel personal como ambiental.
“Debido a la naturaleza ubicua de la fotografía en nuestra comunidad, las personas toman la misma fotografía repetidamente. Una vez que una persona elige una nariz del móai, puede estar seguro de que habrá varios miles [de fotos], porque las personas son como borregos”, Von Tilburg le dice a CNN Travel.
Otros dos ejemplos de estas fotos “exageradas” son personas que hacen parecer que están sosteniendo la Gran Pirámide de Giza en la palma de su mano y que los viajeros hacen que parezca que están empujando la Torre Inclinada de Pisa para evitar que caiga.
“No hay nada creativo, ni interesante ni divertido. El instinto de la manada es real”.
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Van Tilburg visitó por primera vez en 1981 la Isla de Pascua como estudiante de doctorado. Pascua es parte de la Polinesia, pero es territorio de Chile. La isla no se agregó a la lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO hasta 1995.
Desde entonces, ha regresado regularmente y notó un cambio en el tipo de personas que deciden visitar al Parque Nacional Rapa Nui.
En la década de 1980, entre 2.000 y 5.000 viajeros por año llegaron al Parque Nacional Rapa Nui. En estos días, está por encima de 100.000 al año. En lugar de dos vuelos a la semana desde Santiago, hay tres por día.
Esa es una carga enorme en una isla con solo unos 6.000 residentes de tiempo completo, sin mencionar un lugar donde el agua y otros recursos naturales son limitados y deben usarse con cuidado.
Aunque en el pasado los visitantes pudieron recorrer el parque nacional libremente y acercarse a todos los móai, el exceso de turismo ha venido con restricciones y ahora los viajeros deben seguir un camino prescrito y solo ver algunas de las estatuas.
Y lamentablemente el mal comportamiento no es un invento nuevo. En 2008, arrestaron a un hombre finlandés que trepó a uno de los móai y le quitó un trozo de oreja. Además, fue multado con 17.000 dólares y se le ordenó a abandonar la isla y no regresar nunca.
Van Tilburg también siente que ha habido un cambio entre las personas que durante mucho tiempo fueron fanáticas de la arqueología y la historia y que ahorraron para pagar un viaje único a la Isla de Pascua, a personas que simplemente son “coleccionistas de lugares”.
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En 2018, se implementaron algunos controles para proteger la Isla de Pascua. Ahora, los extranjeros y los chilenos que no son Rapa Nui solo pueden obtener visas de viaje de 30 días en lugar de las anteriores visas de 90 días.
Entonces, si todavía quieres visitar la Isla de Pascua y quieres mostrar respeto por la gente y la tierra allí, ¿qué puedes hacer? Van Tilburg tiene algunas sugerencias.
“Lee y prepárate”, dice ella simplemente. “Una vez que muestres tu guía, tienes un serio interés, te tomarán en serio. Haz que tus preguntas merezcan respuestas”.
Y estudiar la Isla de Pascua también significa reconocer que es un lugar vivo, no un museo.
“Hay 1.000 estatuas y hay 5.000 personas”, dice Van Tilburg. “Sus caras son igual de importantes”.