Debió dejar los viajes a las capitales de la moda por una adicción a las drogas y al alcohol, pero fue un fallido negocio de su ex pareja el que no la dejó nunca volver a reponerse económicamente. Hoy solo pide una cosa: "Un futuro con tranquilidad y en el que pueda vivir y no sobrevivir".
“Hace tres meses dormí por primera vez en un cajero. Caminé durante todo un día sin poder pensar con claridad. Un grito de desesperación rebotaba en mi cabeza. Un grito de socorro, de ayuda”.
Así relata su vida actual Nastasia Urbano a El País, una modelo suiza que fue un rostro muy conocido durante la década de los 80 y hoy vive en una situación dramáticamente diferente.
Nastasia, cuyo nombre original es Consuelo, pasó de ganar por años cheques con seis ceros, codearse con actores y actrices de cine, músicos y referentes de la moda de Nueva York a hoy no tener un lugar fijo en el que vivir. O mejor dicho, a vagar de banco en banco, de plaza en plaza, para poder encontrar un lugar para dormir.
Se retiró poco antes de que las top models dejaran de ser profesionales que dedican su vida a la moda y a las pasarelas y pasaran a convertirse en estrellas que aparecen en revistas, TV, cine y ahora como en influencers en redes sociales.
Hoy Nastasia tiene 57 años y lleva tres meses viviendo en las calles de Barcelona.
En la misma conversación recuerda que su viaje por la moda comenzó en septiembre de 1961 en Suiza, donde vivía con sus padres, inmigrantes españoles, y sus dos hermanos. “Tenía un novio y un día me hizo una fotografía en la playa. Se la enseñó a alguien y acabó en manos de una agencia de modelos“, añadió.
De ahí comenzaron los viajes a Milán, París y Barcelona, por nombrar algunos de sus tantos destinos que recorrió cuando la moda era su vida.
“Yo aparecía en Vogue, New Woman. Fui la imagen de marcas como Yves Saint Laurent y Opium”, recordó, mientras hacía memoria de todo el dinero que ganó y que destinó a la cocaína, al alcohol y a una inversión “a ciegas” en un fallido negocio de su marido que ben puede ser el comienzo de su descenso a los infiernos.
A partir del año 2000, dijo, “empecé a trabajar de forma temporal, cuidé a personas, a niños, pero lo que ganaba no era nunca suficiente”, de ahí vivió un poco de sus ahorros pero “no he remontado nunca. Me han desahuciado tres veces. La última hace tres meses”.