Hablamos con el creador de la empresa japonesa que permite alquilar a personas maduras. Ellos son capaces de dar consejos y ayudar en trabajos manuales.
“A menos que te lleguen estímulos interesantes todo el tiempo, morirás psicológicamente”.
“Aprendes a través de la mirada de los demás”
“La gente toma la vida demasiado en serio, eso de alguna manera estrecha su visión”.
Las ideas anteriores no son producto de un algoritmo ni se obtuvieron en Twitter, provienen de la sabiduría acumulada de un hombre de mediana edad en Japón. Un hombre de mediana edad que está en alquiler.
Vestido con una camisa con estampado de panditas y una sonrisa inescrutable, Ken Sasaki, de 48 años, tiene una vibra que no tiene nada que ver con un tokiota descontento de mediana edad. Tiene canas, hay líneas visibles en su rostro y ha perdido la delgadez de la juventud; es más bien un bohemio de espíritu libre en un disfraz extraño.
Durante una entrevista por Skype de una hora, en la que un intérprete lleva y trae tediosamente los comentarios, su energía y su entusiasmo nunca menguan y sus respuestas se vuelven cada vez más expresivas y reflexivas a cada pregunta.
Todo es parte de su trabajo como ossan de alquiler. Esa palabra significa “hombre de mediana edad ” en japonés.
Permite que cualquier persona lo alquile para casi cualquier propósito —que no involucre contacto físico—, siempre y cuando paguen su tarifa por hora: alrededor de nueve dólares. Y él lo ama.
Recuperar el honor
Como ocurre en muchas ciudades del mundo, la mayoría de los habitantes de Tokio prefiere mantener en el anonimato sus deseos, necesidades y debilidades.
Hay ciudadanos que pueden querer desesperadamente el consejo de una persona mayor y más sabia, pero no quieren recurrir al compañero de trabajo o al tío que recuerda las lágrimas derramadas por un camioncito de juguete. Alguien conocido podría juzgarlos. Es mucho mejor depositar tus penas en un desconocido, tomar el buen consejo y correr… o esa es la lógica de Takanobu Nishimoto, de 50 años, quien fundó un servicio de alquiler de ossan en 2012.
Alquilar a un desconocido para reunirte con él y que te brinde consejos, digamos en una cafetería, significa que nunca tendrás que volver a reunirte con él, señaló. “Las historias se difunden si los clientes hablan con algún conocido”.
Aquí es donde entran hombres como Sasaki: escuchan a los desconocidos mientras renuevan su valor en la sociedad.
La inspiración llegó a Nishimoto cuando escuchó a “unas adolescentes burlándose de los hombres de mediana edad en el tren”, particularmente sus orejas peludas; decían que “olían raro” y “estaban sucios”.
Tras haber sido admirados en la sociedad japonesa dominada por los varones, los ossan ahora luchan por mantener una reputación positiva en una cultura cambiante, con valores en flujo constante. “No me había dado cuenta de que le faltaban tanto al respeto a los ossan“, dijo Nishimoto. “Pensé: ‘Tengo que recuperar el honor de los ossan‘”.
Tras la derrota de Japón en la Segunda Guerra Mundial, la “masculinidad militarizada”, en la que se consideraba que un oficial era la versión esencial de la virilidad, terminó, de acuerdo con Sabine Fuhrstuck, directora del East Asia Center y profesora de Estudios Culturales Japoneses Modernos de la Universidad de California en Santa Bárbara, Estados Unidos.
“Durante las décadas de la posguerra surgió un nuevo ideal de masculinidad, encarnado principalmente por el hombre asalariado de cuello blanco (esencialmente, el empresario de clase media)”, escribió Fuhrstuck en un correo electrónico.
El ideal dominante de la masculinidad se volvió el de un hombre con “un buen salario, un buen trabajo de oficina, con la disposición de sacrificarse más o menos por la empresa, casado, con dos hijos”, agregó.
Pero ese ideal también acabaría pronto.
Muchos hombres de mediana edad se quedaron sin trabajo por las dificultades económicas de 1989; surgió una nueva clase de trabajadores independientes, predominantemente varones (que en Japón se conocen como freeters) en una economía que sufrió otro embate con la crisis financiera de 2008 y el desastre de Fukushima, en 2011.
Los freeters trabajan por lapsos cortos o en cargos de medio tiempo en varios sectores como las tecnologías de la información, la mercadotecnia, las ventas y los restaurantes. “Durante las pasadas dos décadas, particularmente, los hombres de mediana edad, de clase media, han perdido gran parte de su poder cultural”, explicó Fuhrstuck. “En los medios populares se los suele representar como retrógradas, aburridos, nada interesantes”.
Pero el vacío de poder cultural tampoco ha traído consigo oportunidades para las mujeres porque las instituciones, dominadas por los varones, siguen desanimándolas de asumir cargos de liderazgo, señaló Fuhrstuck.
Ella cree que el sentido de honor perdido de Nishimoto no es imaginario, pero que es muy diferente pensar que su negocio de alquileres puede restaurar la reputación de los hombres de mediana edad.
El nacimiento de una start-up
De acuerdo con Nishimoto, aunque el comienzo fue lento, su sitio web alquila a unos 45 ossan por día, lo que representa unos 10.000 encuentros al año. Nishimoto trabaja como asesor de modas y estilista cuando no está supervisando a sus ossan.
Su sitio web cuenta con casi 80 “tíos” en 36 ciudades, incluidas Tokio —la base de Nishimoto—, Kyoto, Osaka y Tokushima. Entre los mentores hay ingenieros, operadores turísticos, banqueros, empresarios de inmuebles o seguros, mercadólogos, administradores de recursos humanos, choferes y un científico de investigación y desarrollo que hoy dirige una empresa de consultoría técnica.
Nishimoto dice que él se ha reunido o lo han alquilado unos 5.000 clientes desde que fundó el servicio.
El pago simbólico es justo eso: un gesto que ayuda tanto al cliente como al “tío” a respetar la transacción. “La existencia del pago hace que lo hagamos correctamente”, señaló.
Es muy fácil reclutar a un ossan. Nishimoto recibe al menos diez solicitudes a la semana de aspirantes a “tío profesional”. Supone que unos 10.000 han presentado su solicitud, aunque actualmente solo 78 cumplen los requisitos.
Cuando elige a un ossan, Nishimoto prefiere a los hombres “raros” con desventajas evidentes, “hombres que están fuera del foco”. Algunos solicitantes se eliminan de la lista inmediatamente, como ocurre con aquellos que tienen “deseos sospechosos”.
“Sería mejor tener solo hombres guapos”, reconoció, porque atraerían naturalmente a más clientes, pero eso lo aburriría. Además, ha notado que los ossan más populares son hombres de apariencia amable, buenos para escuchar. También son populares los divorciados y aquellos que han pasado por dificultades y las superan con éxito también. “Saben escuchar, entienden el dolor de los demás”, explicó Nishimoto.
Parece que muchos clientes están sufriendo psicológicamente. De acuerdo con Nishimoto, alrededor del 70% de los clientes usa el servicio para hacer consultas o para hablar, mientras que el 30% restante solicita ayuda “manual”, como cargar cajas.
Ocho de cada diez clientes son mujeres, de acuerdo con Nishimoto.
Nishimoto no permite las sesiones de chat ni las llamadas telefónicas. Le gusta la calidad “muy analógica” de la reunión cara a cara que pone un poco nerviosa a la gente. “Llegas al lugar y buscas a la persona con la que te reunirás”, señaló. Lo describe como una experiencia emocionante.